"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

27 de abril de 2008

Violencia derecha



Foto: Alejandro Vivianco

* Fernando pudo correr y escapar de los hacendados bolivianos, que secuestraron y torturaron a sus compañeros.
* La cineasta local Tanimbú Estremadoiro fue capturada. La joven, de 24 años y con una hija de 4, fue estaqueada, golpeada y sufrió abuso sexual.
* El abogado guaraní Ramiro Valle fue el más lastimado. Lo golpearon con cinturones en la espalda durante más de tres horas.
* Los agresores querían información sobre el trabajo del Gobierno boliviano.

“Nací en el 77 y no sé lo que fue la dictadura. Pero durante los últimos días que pasé en Bolivia sentí lo que era vivir en una dictadura. Con el miedo de que en cualquier momento te vayan a buscar”. Fernando Cola es realizador audiovisual, egresado de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Su primer trabajo fue “Malvinas, la lucha continúa”. Y aunque es platense y forma parte de la productora local Conejo Producciones, se gana la vida con trabajos free lance. Los últimos fueron en Bolivia, donde filmó un documental sobre la reforma constitucional y la visita del Relator de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en 2007. Este año, volvió para documentar en imágenes la reforma agraria que impulsa el gobierno de Evo Morales y registrar la historia de las comunidades guaraníes cautivas, esclavas, que viven bajo el poder de terratenientes. Recorría el país con funcionarios nacionales cuando fueron emboscados en un pequeño pueblo. Los atacaron a pedradas. A muchos de ellos los secuestraron y torturaron. Fernando pudo escapar y sobrevivir escondido en la casa de una vecina, una radio y el cuartel del ejército, que tuvo que sacarlo del poblado disfrazado de militar, por un camino alternativo, de subidas, bajadas, curvas y contracurvas.
De vuelta en La Plata, Fernando accedió contar su historia a Diagonales, en su departamento de 8 y 58, después de haber dormido bien por primera vez desde aquel domingo 13 de abril que empezó como una jornada cualquiera de trabajo y terminó con su fuga de una turba que quería lincharlo. Y con su desaparición recorriendo los noticieros de todo el mundo durante tres días. “Ví las noticias y me quería morir porque no podía avisarle a mi familia que corría riesgos, pero estaba bien”, cuenta el joven, frente a su papá.
Dos Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s) bolivianas contrataron a Fernando para que registrara el trabajo oficial. El Centro de Estudios Jurídicos de Investigación Social (CEJIS) y el Grupo Internacional de Trabajo sobre Pueblos Indígenas (IGWIA por sus siglas en inglés) ponían la logística para los traslados y las estadías y pagaban el trabajo. Fernando tenía que recorrer el Chaco boliviano, al sur del país, y el departamento de Pando, al norte; donde nunca llegó.
Durante su estadía en Bolivia, trabajó con Tanumbú Estremadoiro, una joven cineasta local a cargo del guión del documental y con quien se subió a la cabina del Movil 1 de la expedición del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) y el Viceministerio de tierras que el domingo 13 de abril salió de Camiri para recorrer 30 kilómetros hasta la zona de Itacuatía, en el Alto Parapetí, para encontrarse con la comunidad guaraní del lugar. Debían cruzar Cuevo, un pueblo de 3.000 habitantes ubicado en Santa Cruz de la Sierra, al que lograron entrar y del que no salieron ni sanos ni salvos.
Los funcionarios bolivianos se trasladaban con un grupo de guaraníes que sumaban una comitiva de unas 100 personas. A las 19, salieron en 9 vehículos: dos camiones, un micro y seis camionetas. “Yo iba con Tanumbú y Ramiro Valle (abogado de la Asamblea del Pueblo Guaraní) en la cabina del primer camión. Y cuando llegamos a Cuevo nos encontramos con que el camino estaba bloqueado, que es como le dicen allá a los piquetes. Como estábamos en un camión, bajaron los guaraníes que había en la cabina y corrieron las piedras. Los manifestantes (hacendados o campesinos que se niegan a que midan sus terrenos) no dijeron nada. Pero cuando pasamos tiraron un tres tiros, como para avisar que habíamos caído en la emboscada”, relató Fernando, ahora enterado de algunos detalles que en su momento le parecieron intrascendentes.
Mientras que en la ruta la caravana transitó unida, en el pueblo se separó un poco. “Había mucho movimiento, gente que se cruzaba, autos, camionetas. Cuando llegamos a la otra punta del pueblo, para salir, nos encontramos que también estaba bloqueado. Habíamos caído en una emboscada. De repente, apareció un tipo y rompió el parabrisas con una piedra enorme. Y después rompió el vidrio del lado del acompañante, donde iba yo, filmando”, agregó el joven platense.
En ese momento, la caravana toda era atacada por los hacendados. Llovían piedras y palos sobre los funcionarios y los guaraníes que los acompañaban. Fernando comenzó a correr en dirección al centro del pueblo. Sentía los piedrazos y escuchaba que la gente gritaba que lo agarraran. Corrió tanto que cuando se dio vuelta, descubrió que sólo tenía un perseguidor. Y al tiempo se dio cuenta que el hombre se había dado por vencido. Estaba sólo en medio de una calle de tierra de un pueblo en el que nunca antes había estado. Perseguido.
“De repente vi a una señora con sus hijos en la puerta de su casa y me metí al patio. Me escondí en el rincón más oscuro, bajo un árbol”, recordó Fernando. “La mujer me preguntó qué me pasaba y yo le digo que estaba filmando y me querían linchar. Pero ella me dijo que su marido estaba durmiendo la siesta y se iba a levantar en cualquier momento, que no me podía quedar ahí porque el hombre era bravo. Que le iba a preguntar a la vecina de enfrente. Se hacía de noche y la calle estaba apenas iluminada. Sentí que eso me beneficiaba. Al rato, la señora de la casa de enfrente me vino a buscar”, agregó Fernando.
Y siguió: “A los 15 minutos me viene a buscar la señora de enfrente y cruzo la calle con ella y los nenitos, sus hijitos. Cuando llegamos a su casa me dijo que me quedara en el fondo, a 30 metros de la calle, escondido en un cañaveral, entre los arbustos. Estaba todo mojado y había empezado a llover. Yo estaba empapado”. Desde donde estaba, Fernando podía ver a la gente que buscaba a los de la comitiva. Que lo buscaban a él. Veía alguna corrida y escuchaba gritos. Y también cohetes, porque no hubo armas de fuego en el enfrentamiento.
“Ahí estuve desde las 19.25 hasta las 20.10 con terror a que la señora volviera con gente que me quisiera golpear. Anoche fue la primera vez que dormí bien desde entonces”, dijo Fernando, que confiaba, quería confiar, pero tenía miedo. “Nunca sabías si te iban a proteger o a buscar a los agresores. Esa señora me terminó dando agua y café. Y me dio una velita cuando me escondió dentro de su casa, en una habitación con piso de tierra en la que me quedé encerrado un rato, mirando mi reloj”, añadió.
Como a las 21 apareció en la casa un periodista a cargo de una radio local. “Juan Carlos me dijo que me quería ayudar, que quería sacarme con vida y que me podría ir del pueblo con los periodistas del diario El Deber, que estaba cubriendo los hechos. Se fue y volvió a las 23.30, para llevarme a la radio por las calles más oscuras. Ya no escuché gritos ni ruidos. Estaba todo calmo”, recordó. La tranquilidad que precede a la tormenta.
Fernando estaba vestido con una remera y con una campera que decía grande, en su espalda, Uruguay, tenía un bermudas y botitas All Star negras de tela. Tenía frío.
El cuarto donde funcionaba la radio era un lugar con dos camas y un televisor. Juan Carlos le regaló un vaquero y le dijo que lo esperara. Que volvería a las 2 ó 3 de la madrugada con los periodistas, para que pudiera escapar. Abrigado y más tranquilo, Fernando se quedó dormido mirando la tele. Y nadie fue a buscarlo.
Cuando se despertó volvió a asustarse, pero el hombre lo tranquilizó. "Él iba y venía con los audios de las entrevistas que iba haciendo. Ahí escuché una nota que le hizo a Tanumbú y escuché que estaba bien. El hombre me dijo que le avisó que yo estaba bien", agregó.
A las 13, el noticiero informó sobre lo ocurrido y puso su nombre en una lista de desaparecidos. "Me puse como loco porque estaba en peligro, pero estaba bien y no podía avisarle a mi familia", explicó Fernando.
Perdida la posibilidad de escapar con los periodistas de El Deber, al señor de la radio se le ocurrió que podría entregar a Fernando al ejército boliviano, para que estuviera en guarda junto a su compañera y Ramiro (el abogado guaraní). "Me pareció una buena idea", agregó el joven.
"Tres militares me vinieron a buscar en una camioneta blanca y me llevaron al cuartel. Ahí me encontré con mis compañeros. Y ahí estuvimos hasta el miércoles a las 16", contó. Y señaló que tuvo que disfrazarse de militar para poder salir de Cuovo en una camioneta. El coronel Mendizábal y el sargento Rojas iban adelante. Los tres rescatados, atrás. Y en la cabina tres soldados con las armas al piso, para que no se vean. Así viajó a Camiri. Y hoy puede asegurar: "después de esta experiencia estoy seguro que mi proyecto es en La Plata".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya que veo que sos platense te recomiendo el libro: "Setentistas. De La plata a la Casa Rosada", de Editorial Sudamericana.

No Publicable dijo...

Gracias anónimo. Lo voy a tener en cuenta.