"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

30 de junio de 2009

Lo que Humo(r) nos legó



El dibujante, editor, diseñador y artista plástico Andrés Cascioli falleció el jueves, a los 73 años. La revista Humo(r) fue su gran obra, creó una forma de usar el ingenio y el sarcasmo para burlar las barreras del poder. Y fue una marca en la subjetividad de una generación. Los platenses que publicaron en sus páginas la recuerdan para Diagonales en una despedida al tipo que la creó y, a su manera, nos liberó:

Una marca profunda
Por Jorge Goyeneche
Novelista - autor del blog www.revista-humor.blogspot.com
La revista Humo(r) fue un desvío. No un atajo, ese recorrido fácil que nos hace saltear etapas y nos ubica rápidamente al final del recorrido, sino la decisión de no aceptar la mirada permitida: saltar por el Mundial, tirar papelitos como Clemente, pegar en el auto un cartelito que rezaba “Somos derechos y humanos”. Frente al aislamiento que la gran masa imponía, Humo(r) fue una diagonal.
Estábamos sin trabajo en un departamentucho húmedo, llovía, no había un peso, se nos había acabado la garrafa. Un melodrama ruso en blanco y negro. Un hijo y un embarazo avanzado. La última moneda, con su pedido de auxilio a padres o suegros, se la tragó el teléfono público que estaba a tres cuadras. Era el 78. Como exorcismo, nos pusimos a escribir y meses después nos contestaron de la revista. Y así empezó todo. A pesar de algún número secuestrado, a pesar de un amago de huida romántica por los techos vecinos de la calle Piedras en la primera sede de la editorial, fueron años felices porque la hostilidad militarizada no podía contra nosotros. También era una fiesta acarrear las notas (sin Internet, sin celular, sin fax, ni siquiera había teléfono en casa) había que tomarse el tren, caminar silbando hasta San Telmo y sentarse en la redacción a charlar con Tomás Sanz, Fabre, Vázquez, cruzarse con Dolina, Sasturain, los dibujantes. Y todo con enorme amabilidad (juro que no estoy mejorando el pasado, estas pocas líneas no alcanzan para describir el afecto y la cordialidad de aquella redacción). Luego llegaban cartas comentando esas notas desde Noruega, desde un pequeño pueblito aislado en Santiago del Estero, desde cualquier lugar donde otros exiliados externos o internos se reconfortaban a pesar de la soledad y la distancia.
Nadie puede salir de esos recreos largos sin una marca profunda. Tanto en el anclaje afectivo como en la forma de acercarse al lector, en la manera de enfocar el análisis del entorno. Humo(r) es un gen. Aquellas tapas que ponían en escorzo a los superhombres (Menotti como San Martín; la junta como tres monos que no hablan ni miran ni oyen; la Justicia ciega en patineta; Galtieri conquistador a lo Mel Brooks); aquellas notas, aquellos reportajes que buscaban el subtexto. Es una marca en la forma de mirar.
El día de la muerte de Cascioli en TN lo mataron a Fabregat. Una joyita. Mientras el banner rápidamente anunciaba la noticia, arriba pasaban un video, sin sonido, en el que se veía al uruguayo Fabre. Una hora después lo corrigieron y pusieron al verdadero muerto. Y finalmente, Michael, el negro blanco, el Grassi del norte, se lo llevó del todo.
Cuando todo el sistema cultural mira derecho, sé –gracias a Humo(r)– que hay que inclinar un poco la cabeza o directamente poner todo patas para arriba. Como dijera Prodan en “Murciélagos”: “yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos”.

Esa ventana urgente y necesaria
Por Horacio Fiebelkorn
Escritor y periodista
Fotos superpuestas: Videla dando un discurso, diarios que callan el relato de la entrega y la masacre civil, y mi propia imagen de pibe de 21 años que empieza a publicar notas en la revista Humo(r), que funcionaba en dos departamentos de la calle Piedras, con un clima casi familiar, íntimo y bohemio: se cocinaba allí mismo a la hora de comer, se almorzaba en equipo sobre los escritorios. Toda una mística vital en tiempos desastrosos.
Sólo una cosa tenía clara aquel veinteañero: la vida cotidiana era una porquería sin par en esa cárcel de las emociones que era La Plata en esos años. Desde ese lugar escribía, y Humo(r) daba refugio. Era una ventana por donde respirar algo distinto de la palabra oficial y mediática de esos años, jugada al cretinismo, la mediocridad y la hipocresía.
La revista acompañó la bronca colectiva previa al retorno de la democracia, y en ese camino quebró la sintaxis clásica del periodismo, al promover una lengua sarcástica y una mirada implacable hacia una cotidianidad y un sentido común viciados por el fascismo. Se lucían las plumas de Fabregat, Dolina, Sanz, Saccomano, Sandra Russo o Gloria Guerrero, junto a los reportajes de Mona Moncalvillo, el arte de Cascioli o Nine, el despuntar de los jóvenes Langer, Rep y Daniel Paz, y los ya veteranos Viuti y Grondona White. Creo que ese fue su mayor aporte al periodismo: hoy muchos escriben como lo hacíamos en Humo(r), aunque la ironía, en los 90, dejó de ser un arma y pasó a engrosar el repertorio del cinismo vacío y seudo canchero. En cuanto a la gráfica, la revista revalorizó a las páginas de humor en los diarios: no hay medio que no tenga sus humoristas, más o menos ácidos, más o menos talentosos.
En la columna del “debe”, hay que computarle a Humo(r) haber hecho suya la idea alfonsinista de que todo reclamo era “desestabilizador”. Esta adhesión le quitó humor y la convirtió en una revista de opinión. En paralelo, el crecimiento de la editorial La Urraca encontró su techo en los ‘80: cierre de revistas como El periodista, rumores de vaciamiento nunca confirmados, y el estado fantasmal en que fue quedando el edificio de la calle Venezuela, con un Cascioli casi aislado y demasiado convencido de haber derrotado, él solo, a la dictadura. Aquella bohemia heroica de los primeros ‘80 ya estaba bajo tierra. Y los ‘90 terminaron de cargarse a la propia revista, que pese a todo hizo historia por no tratar de imbéciles a los lectores, y por abrir esa ventana urgente, necesaria, que a tantos nos permitió respirar en tiempos difíciles.

La marca del humorista
Por Genoveva Arcaute
Poeta y narradora, autora del blog www.revista-humor.blogspot.com
Permitirnos vivir en estado de escritura, que es un estado de gracia. Quincena a quincena, la incertidumbre de si sería o no publicada la nota que había sido penosamente acarreada en el Río de La Plata (Centenario y Calchaquí, Mitre de Avellaneda y subte en Constitución, previo licuado de banana para reponer energía) y cuya idea o plan estaba aprobado veinte o treinta días antes. Y no pensar en el teléfono para abreviar la agonía porque no lo tenía en casa, los públicos eran pocos y los que andaban, devoraban fichas que no se conseguían en ningún kiosco. Estamos hablando de los últimos revolcones de la dictadura y los primeros augurios de la democracia. Y claro, la vida pasaba por ahí, la única calle con luz.
Podían pasar dos cosas: A) La nota salía, entonces todo era alegría y fe en la propia escritura, se podía vivir tranquilo hasta la próxima, pensar con tiempo suficiente, desarrollar esa idea que ya estaba conversada y, sobre todo esto, saberse colaboradora de Humo(r), leída y disfrutada por quichicientos lectores hermanos. Sin contar que un artículo doble página era pagado más o menos como cuatro horas cátedra de secundaria (multiplicadas por cuatro semanas: dieciséis horas reales con un curso). Lo cual no es poco, si recuerdo que cuando vino Cortázar al San Martín a conversar con sus lectores, no pudimos ir a verlo por malaria, miseria, sequía, como quieran llamarlo. ¡Quién iba a decir que sería la última oportunidad! O B) La nota no salía, y entonces toda la negrura del fracaso caía sobre nosotros. ¿Acaso el Gordo Soriano había mandado algo a último momento? ¿O Malvinas terminaba con todos los rincones de la revista donde podía caber la notita de los platenses, costumbrista, con risas y ese tinte tan aquí-estamos-vivos-y-con-ganas-de-empezar? ¿O le tocaba a Santiago Varela, a Manolo da la Zarza, a la Wargon, que pulsaban la misma cuerda?
Entonces quedaba el consuelo: la Súper, la Sex o alguna otra, que nunca terminaban de definirse. Súperhumo(r), por ejemplo, empezó como muestrario de la nueva historieta, densa en lo intelectual, única en el dibujo, carísima de publicar. Después, entregados al radicalismo, Enrique Vázquez la dirigió unívocamente a lo político. ¡A ver esa ductilidad, señoras! Ese oficio de adaptarse a líneas e intenciones. Después la Sex se la tragó, valga la expresión y otra vez, a ensayar otro humor, otra temática. Lo bueno, lo grande, es que siempre estaba la oportunidad de demostrar que una podía, que para algo había elegido como oficio nada menos que la palabra.
Y aquí concluyo. La escritura de un escritor se hace en un aprendizaje lento e inconciente. Fuerzas que a una la moldean, la determinan y sólo se divisan con el correr del tiempo. Y si algo como escritores nos dejó esa década, fue sin duda la marca del humorista. La vocación de desnudar ese sesgo que la realidad se empeña en disimular, sacado a la luz en el verso, en la narración, en lo que, como entonces, se ponga por delante.

Nuestras obligaciones
Por Carlos Pinto (autor de la obra que ilustra esta serie de notas)
Ilustrador y humorista gráfico
Cuando tenía seis años dibujaba con mi amigo Marito, en Avellaneda, mientras tomábamos la merienda y veíamos El zorro o Meteoro en un enorme televisor blanco y negro. Eramos felices dibujando historietas. Luego crecimos, vino la dictadura militar, mi familia se mudó a Necochea y me alejé de mi amigo. Desde la tranquilidad de la playa, sin procedimientos militares ni persecuciones a la vista, viví una adolescencia feliz. Parecía estar en una costa ajena a todo lo que sucedía en el país. Pero pasaban cosas. Llegó a mis manos la revista Humo(r), con las inolvidables tapas del Tano Cascioli y sus necesarias denuncias. Más tarde llegaron Sexhumo(r), Superhumo(r) y Fierro. Mi vida cambió con esa constelación de revistas creadas por Cascioli y sus implacables monstruos del dibujo. Me abrieron un mundo. Me animaron a estudiar. Llegó la democracia, vine a La Plata y me recibí de profesor. A mediados de los ‘80, en la galería de arte Praxis, en calle 49, se hizo una muestra de todas las luminarias de la revista y conocí a Raúl Fortín, un artista platense con una trayectoria impresionante. Él me acercó a Humo(r).
Terminaba agónicamente el gobierno de Raúl Alfonsín, los tiempos habían cambiado, gobernaba Carlos Menem y Ediciones de La Urraca no tenía el auge de antaño, pero yo no quería perderme la ilusión de publicar allí: Era coronar un sueño que había empezado en las tardes de merienda con mi amigo. Armé una carpeta y fui, sin pensar que podría encontrarme con mi amigo de la infancia. Ahí estaba Marito, era uno de los jefes de dibujantes de la editorial. Hacía 19 años que no nos veíamos. Y empecé a publicar, era la época de los chistes de Menem: la Ferrari, la avispa, “el quincho”. Pero con el correr de los meses, los grandes dibujantes e intelectuales que habían germinado junto a Cascioli, Humo(r) y sus satélites, abandonaron la editorial, la mayoría enojados con el Tano.
No lo conocí personalmente, pero sin saberlo, ese Tano me cambió la vida. Me mostró que se podía ser profesional del dibujo, que se podía hacer una revista, que con un lápiz se podía hacerle burla a los poderosos.
Admiro su enorme obra, no es fácil en un país como el nuestro y en el contexto que lo hizo, ser creativo, dibujar como los dioses, armar una editorial, reunir a los mejores y hacer éxitos que desafiaran a una dictadura.
El Tano Cascioli, Raúl Fortín, y tantos otros de aquel glorioso staff, tienen ganado un enorme lugar en la historia del periodismo gráfico, y el del humor gráfico argentino. Desde las facultades de arte, desde las escuelas, desde los medios de comunicación, desde nuestra memoria como ciudadanos, tenemos la obligación de revisar sus obras como ejercicio de valoración artística, de la memoria y de estudio de nuestra historia.

28 de junio de 2009

Vivir encarcelado


Ana Cacopardo y Andrés Irigoyen, los directores del documental que muestra la realidad de los detenidos y su difícil reinserción en una sociedad que prefiere ignorarlos

"Acá no se puede filmar", dice la voz oficial. El que tiene la cámara quiere registrar una inspección del Comité contra la tortura de la Comisión por la Memoria en una cárcel bonaerense. "No se puede filmar", manda, ordena, la voz oficial. Pero el camarógrafo filma igual. La cámara registra y la cárcel igual se ve.
A aquellas primeras imágenes recolectadas con la sola intención de documentar las inspecciones se sumaron otras, buscadas, planificadas, para contar lo cotidiano tras las rejas. Y así fue que surgió Ojos que no ven: una película documental en la que se cuentan el viaje de Luisa para ir a visitar a su hijo preso y las historias de Ramón, Adela y David, una sórdida radiografía del universo carcelario.
Producida por la Comisión por la Memoria, la película acaba de ser considerada como mejor largometraje en la competencia oficial del XI Festival de Cine y Derechos Humanos, además de ganar en la categoría "Cárceles", que contó con un jurado integrado por mujeres detenidas, y obtener el premio del público, que encontró en aquella cámara sus propios ojos para ver las celdas, los pabellones, las ranchadas y los calabozos de castigo de las cárceles bonaerenses.
Dirigido por Ana Cacopardo y Andrés Irigoyen, el documental contó con la producción periodística de Mariana Martínez y fue co-guionado por Cacopardo y Martín Ladd, equipo de producción que conversó con Diagonales sobre eso que registró, eso que está sucediendo ahora y sobre esos personajes que existen también fuera de su película –antes y después de su película–, en las cárceles y comisarías bonaerenses.
–¿Qué buscaban cuándo empezaron con las filmaciones?
Ana Cacopardo: –El trabajo surgió como un registro documental de las inspecciones que el Comité contra la tortura empezó a hacer en 2005. Hay videos que, incluso, sirvieron como respaldo para denuncias penales. La película nació después de la conmoción que nos causó a todos el contacto con el mundo carcelario.
Andrés Irigoyen: –Nosotros íbamos con las cámaras como apoyo, pero después de un tiempo vimos el material y surgió la idea de hacer la película. Entonces empezamos a buscar las historias.
–¿Y ahí cambió el objetivo?
A.C.: –Queríamos documentar qué es la cárcel marcando una diferencia con la televisión, sin banalizar situaciones que en verdad son la vida o la muerte para una persona, sin el vouyerismo de la clase media, que se asoma sobre el universo marginal tumbero desde el espectáculo.
Mariana Martínez: –Trabajamos en mirar, escuchar y permitir al otro la comunicación. Fueron muchas horas de filmación, porque cada uno de los cuatro personajes tiene al menos tres años de seguimiento.
Martín Ladd: –La película se estructura con los personajes que dan pie para que vayamos a mostrar las inspecciones, el adentro. Y también algunas pinceladas de algunos otros detenidos que viven en las mismas realidades que los personajes principales. La película transcurre en dos canales que se cruzan todo el tiempo.
–¿Con qué se encontraron en la cárcel?
A.I.: –Con un problema muy amplio que empieza en la desproporción que hay entre la cantidad de detenidos y la cantidad de guardiacárceles. En una de las cárceles, por ejemplo, había 1800 internos y 23 guardias. Esa desproporción obliga a los guardias a necesitar la colaboración de algunos internos. Y ahí se permite la portación de armas, ahí aparecen los tipos que reprimen a sus pares a cambio de favores que van desde visitas íntimas a drogas. Eso es lo que se ve muy claro en la película.
A.C.: –Las cárceles reciclan violencia, no hay resocialización, en ellas la sociedad segrega y neutraliza a los que sobran y nosotros queríamos interpelar a la sociedad que naturaliza la existencia de esta población que se queda afuera de todo. Que sepa que puede apuntar a construir una sociedad democrática, que incluya a todos, o una sociedad para pocos en la que muchos queden afuera. El encierro es el último eslabón de exclusión.
–¿Cómo lo cuentan?
A.I.: –Por un lado están las imágenes que tomamos en las inspecciones y por el otro las historias de los cuatro personajes que buscamos para el documental. Estas dos partes se cruzan todo el tiempo. Quisimos que la cámara sea el ojo de la gente, el ojo que está mirando para mostrar lo que está pasando ahí dentro, para que surgieran preguntas.
M.M.: –Preguntas, preguntas. ¿Cuál es el papel de la justicia? ¿Cuál es el rol del Estado? ¿Cómo es posible que se permita semejante estado de indignidad?
M.L.: –Además hay un concepto en el tratamiento de la cámara para darle una mirada humanizada a la situación, se muestran las condiciones de vida y la falta de posibilidades para la resocialización, la postergación permanente. Porque por más que hayan robado o matado, son seres humanos y sus historias se repiten.
A.I.: –La pobreza y la drogadicción son el ingreso a la delincuencia. Salen a robar porque necesitan tener plata. Por eso nos basamos en la humanidad de estos personajes para contar la situación carcelaria.
A.C.: –Las cárceles son un depósito de personas que no tienen nada que ver con un proceso de resocialización. Son campos de concentración. Toda la película es una denuncia.
–¿Preguntaron a los entrevistados por qué estaban presos?
A.I.: –No preguntamos qué es lo que habían hecho, pero Ramón lo dice a la cámara. Es un tipo grande, que no tiene la edad promedio de los presos, que entró a los 15 años por robar una vaca en el medio del campo, pero estando preso le pasó de todo: lo quisieron violar y mató al tipo. Después hizo todo lo que se te ocurra como socio del Servicio Penitenciario.
–¿Por qué no dan a conocer datos estadísticos?
M.M.: –No hay estadísticas, pero aparecen números. En esa búsqueda de la cámara para tratar de documentar lo que pasa dentro de la cárcel, se ve un cartel en el hall de la cárcel de Batán con el número de detenidos condenados y procesados. Eso está unido a los testimonios, uno de los chicos que llevaba siete años detenido no sabía ni el nombre de su abogado.
–¿Creen que logran hacer sentir el encierro?
M.L.: –Sí. Trabajamos particularmente con algunos planos del sonido que dan la sensación de encierro. Y también hay algunos primeros planos, algunas pieles.
–¿Qué esperan provocar?
A.C.: Que el espectador, si no emite juicio de valor, al menos se pregunte qué está pasando. La película dispara interpelaciones para todos y también para cada uno de nosotros: cuáles son los controles sociales sobre lo que ocurre en el sistema carcelario, qué políticas de seguridad queremos, qué pasa que hay impunidad para los poderosos. Y también nos deja ver cómo nos mienten los oportunistas y demagogos cuando nos prometen más mano dura y más cárceles. Porque no se pueden pensar políticas de seguridad sin repensar la exclusión y recapacitar sobre el clima de legitimación de lo que pasa en las cárceles. Aunque no te importen los Derechos Humanos, hay que entender que la mano dura y las cárceles no son ni siquiera una salida efectiva para mejorar la seguridad. La película nos deja ver cómo nos mienten esos que prometen atajos y simplifican el discurso.
–Las propuestas para bajar la edad de imputabilidad, ¿podrían ser otro ejemplo sobre cómo se simplifican los discursos?
A.C.: –La niñez en situación de calle es un tema sólo cuando los chicos nos amenazan. Entonces, aparecen los que dicen: "discutamos a qué edad el sistema carcelario se hacen cargo de ellos". Pero no nos preguntamos dónde empezaron la violencia y la inseguridad, qué pasa con los cien mil pibes que no estudian. Hay que hacer algo para que los pibes no lleguen a la cárcel. Una vez que estás ahí es imposible salir porque no hay oportunidades. Nada, ninguna, ni la más mínima posibilidad de salir.

Una mirada a las verdades que golpean
Por Miguel Russo
Hay un cine que refleja qué es (y por qué es así) la sociedad argentina. Es el cine que no tiene grandes espacios en las páginas de espectáculo porque no es un espectáculo. Es el cine que no hace estallar la taquilla de las boleterías porque ni siquiera lo busca. Es el cine que se prefiere ignorar, olvidar, guardar para mejor oportunidad o, mejor dicho, para nunca. Ojos que no ven es ese cine. No se trata, como se puede suponer, de un documental de denuncia. O sí, quién sabe. Lo fundamental es mirar. Mirar, en el estricto sentido que aplica al término uno que conoce y mucho sobre el tema, John Berger: reconocerse (cómplice, culpable, o al menos nunca inocente) como parte fundamental de lo mirado. Por eso los detenidos (los personajes centrales y las decenas y decenas que gritan su nombre, miran a cámara, levantan una mano o se cubren el rostro) y los familiares (la madre, claro, pero todas las madres y todos los padres y todos los hijos y todos) son tan dolorosos. Porque son una parte (y fundamental) de ese que los ve. Y esa parte golpea donde golpean todas las verdades: en la vergüenza, en el medio del pecho, como la angustia. Y no es que se va al cerrar los ojos o al terminar el film. La angustia, la vergüenza y el dolor siguen creciendo. Una angustia, una vergüenza y un dolor que se instalan con toda su furia. Como dicen sus realizadores: huele a cárcel. No a las de Hollywood, esas que el cine prefiere mostrar, sino a las bonaerenses, esas que el cine prefiere ocultar. Y ese olor lastima. Tanto como las imágenes, como las palabras de los detenidos. Y, peor, tanto como sus silencios.
Editor de la sección Cultura del diario Diagonales

24 de junio de 2009

Cuestiones electorales y voto testimonial

Meta dengue, inseguridad, gripe porcina o influenza. Retenciones. Candidaturas testimoniales, inseguridad. Otro libro de Marcos Aguinis –argentinos ignorantes anagrama mediante–. Cobos: “Mi voto es no positivo. Inseguridad. “0 a 6 con Bolivia. Vergüenza les tendría que dar”. ¡Qué mal juega el tridente delantero! Inseguridad. Y meta reaggeton, reaggeton, reaggeton. Este país siempre ha sido así.
Y se vienen las elecciones, se vienen. “Yo tengo un plan”, “Síganme”, “El cambio es posible”, “Se puede”, “El cambio seguro”, “Vamos por más”, “Nosotros hacemos”.
Y habrá quien vote en contra. Y quien vote “al menos peor”. O “al mal menor”. Algunos están confundidos por los candidatos que estaban acá y ahora están allá. Y es posible que a algún trasnochado se le ocurra subir a los peones a una camioneta para obligarlos a votar por el partido de su conveniencia. Voto calificado que le dicen ¿vió? Calificados los patrones descalificados los peones. ¿Y si se instala un tomógrafo cerebral en la puerta del cuarto oscuro para ver cuánto usa elector y cuánto permanece inactivo?
Y hay quienes, disfrazados de ciudadanos independientes, invitan a elegir con libertad –¡qué obviedad!–, pero aseguran que tener madurez y conciencia cívica es cortar boleta. Y si cortar boleta es tener madurez y conciencia cívica ¿votar la lista completa, entonces, qué es? ¿Inmadurez e inconciencia? Recomiendan los responsables ciudadanos que hay que informarse bien y conocer a los candidatos y sus propuestas. Y claro bolú… sino ¿cómo es?
¿Vota contra el autoritarismo el autoritario? ¿Y los ignorantes: votan contra sus intereses? ¿Y las víctimas, a quiénes votan las víctimas? ¿Votará contra la demagogia el charlatán embaucador? ¿Y los indiferentes, votan por el que va ganando?

No voto. Si lo hiciera, hoy sería un indeciso. Mi voto testimonial duda entre Sabbatella y Kirchner.

23 de junio de 2009

¿No tenés una moneda?

El tipo subió al micro con los auriculares puestos y la música al palo, puso pausa para pedir el boleto y volvió a poner play en el mp3 mientras buscaba asiento. El micro estaba prácticamente vacío y casi sin querer llegó al último asiento de dos lugares. Ahí se sentó.
En los asientos de uno, a su misma altura, había un pibe, tal vez un estudiante universitario, que hablaba con un chiquito que iba un asiento más allá, arrodillado y con el pecho contra el respaldo; la mochila escolar a la espalda. Pensó que eran hermanos, pero se olvidó enseguida. El tipo escuchaba música y miraba por la ventana, sus ojos eran como una cámara en traveling sobre las casas y los negocios. Iba como en un videoclip. Colgado.
De pronto, el nene estaba sentado delante suyo, el torso de costado hacia la ventana, la cara apenas levantada, los ojos hacia arriba, un poco avergonzados, y un apenas perceptible movimiento en los labios. Stop.
–No escuché nada. ¿Me hablabas?
–Sí
–¿Qué pasa?
–¿Tenés una moneda?
–¿Para qué querés una moneda?
–Es que no comí nada y me quiero comprar un sánguche.
El tipo buscó entre sus monedas la más chiquita y encontró una de diez centavos. Se la dio.
–¿Te sirve?
–Todo suma. El otro también me dio 10 centavos, pero hay gente mala que no te da nada.
–Bueno, habrá gente que no tiene para darte una moneda. O tiene, pero no puede darte.
–El otro día un señor me dijo que no daba monedas a nadie.
–Y sí, puede ser. También hay gente mala. O tonta. ¿Cuántos años tenés?
–10
–¿Cómo te llamás?
–Martín
–¿Dónde vivís Martín?
–Y… por 7 y 90
–¿Y adónde vas?
–Voy a mi casa, pero no hay para comer. Mi mamá trabaja cuidando chicos pero no le pagan por día. Hay para comer a la noche, pero de día no.
–¿Y tu papá?
–Mi papá no vive con nosotros.
–¿Con quién vivís?
–Tengo cinco hermanos ¿No tenés una moneda más grande?
–¿Cómo te va en la escuela?-, preguntó el tipo, mientras sacaba 25 centavos.
–Bien, pero repetí, porque iba a la mañana y no me podía levantar. Pero ahora me levanto.
–¡Qué bueno! ¿Y tus hermanos van a la escuela?
–No, ya son grandes, tienen 20, 21… ellos trabajan, pero les pagan poco. Diez pesos por día.
–¿Por qué no vas a un comedor?
–En la escuela no hay.
–Bueno, preguntá en tu barrio y pedí que te lleven al comedor del Padre Cajade. ¿Te vas a acordar?
–Sí.
–¿Seguro?
–Sí, es ese que lleva a los chicos al colegio en un colectivo y ayuda a las madres que las golpean y tienen problemas.
–Sí, el mismo: Padre Cajade. Acordate. A vos también te pueden ayudar-, le dijo el tipo. Y le dio unos pesos, como para que al menos se pueda comprar un sanwich que le permita tirar hasta la noche.

22 de junio de 2009

Un casting para cubrir vacantes en un clásico del teatro nacional


El Taller de Teatro de la Universidad Nacional de La Plata llamó a audición para cubrir personajes de la obra Babilonia de Armando Discépolo, que montará con dirección de Norberto Barruti. La convocatoria, que es para a “todos aquellos interesados con o sin experiencia teatral previa, mayores de 30 años” y permanecerá abierta hasta el 26 de junio, ya es un clásico para la institución, que monta la mayoría de sus obras a partir de llamadas públicas.
La dramaturga e investigadora teatral Maricel Beltrán, asistente de dirección de Barrutti en Babilonia, aseguró a Diagonales que “el casting es la zona más legítima para armar un elenco y una de las maneras en las que trabajamos en el taller desde su fundación”.
Cuando en 2006 se montó la obra El proceso, de Franz Kafka, por ejemplo, el taller seleccionó un elenco de 18 personas a través de sus audiciones. Luego, algunos de sus actores fueron llamados a participar de El Organito, una obra de los hermanos Discépolo que aún está en cartel. En esta obra, los personajes de Payasito, Nicolás y Mamma Mía fueron cubiertos a través de la convocatoria pública.
La invitación a sumarse al nuevo elenco es para personas “con o sin experiencia previa” teatral. Según explicó Beltrán, “por su método de trabajo, el director puede montar la obra con gente que no tiene experiencia. En este caso tiene que conformar el elenco de Babilonia, que le pide tener los característicos de inmigrantes europeos –españoles, italianos, alemanes–, por lo que finalmente la elección es arbitraria y subjetiva”.
Los aspirantes reciben parlamentos de su característico tomados del texto de la obra y se hace una audición pública ante el director y sus colaboradores. A Beltrán le gusta hacer una comparación con el fútbol: “como un equipo, el director tiene que ir poniendo los jugadores en cada puesto. Por ahí tiene dos o tres que le dan para jugar de arquero, pero atajar, ataja uno sólo. Y acá por ahí vienen dos o tres que dan para el mismo personaje y no viene nadie para otro personaje. De todas maneras, más o menos como en el fútbol, recién se sabe lo que puede dar el jugador después de dos meses de entrenamiento”.
–¿Este sistema de trabajo es una copia del que se hacía antaño?
–No, porque los actores de aquellos años, digamos de entre el ´15 y el ´35, ya tenían los tonos. Era así. Estaba organizado porque casi todos los textos tenían estos personajes característicos de inmigrante. Había trabajo, había industria y la gente se formaba de esa manera. Estaba el que hacía de galán, el que hacía de gallego o el italiano. Las compañías ya estaban armadas o lo pedían.
–¿Cómo suplen esa falta?
–Nosotros tenemos que tomarnos más tiempo para encontrar a las personas que en escena den con la música de cada uno de los idiomas, porque ahora no hay costumbre, ni uso, ni mercado, ni gente que requiera este tipo de obras, las hace el estado o instituciones como la nuestra, por eso sabemos que si no alcanzamos a completar el elenco con los 20 días de la convocatoria, nos tenemos que tomar otros 20 más.
–¿Qué beneficio tiene para el actor realizar un casting?
–Es la posibilidad de mostrarse ante un director, tal vez tu tipo no es para esta obra, pero al menos te mostraste, es como la soga de saltar para el boxeador, lo mantiene en forma, es un ejercicio para estar en cuerpo y alma, con su voz a punto para ser tocada. Ir a los casting te permite estar entrenado en cantar, bailar y cuidarte para estar listo a la hora de que se te presente la oportunidad.
–¿Qué ocurre una vez que tienen el elenco?
–Son dos meses y medio de ensayo y se estrena.

Foto: Experiencia. El año pasado, Barruti montó Babilonia con un elenco de Comedia de la Provincia

19 de junio de 2009

Pan de cada día


Después de ganar el Festival Provincial de Teatro 2008 y obtener una mención en la Fiesta Nacional de Teatro que se realizó en Chaco este año, la obra Pan de cada día se presenta hoy en la sala Armando Discépolo (12 entre 62 y 63). Serán apenas cuatro funciones, que comenzarán este fin de semana y continuará el próximo, siempre a las 21.
Pan de cada día es el resultado de un trabajo realizado por el grupo de teatro independiente La Compasiva, de Temperley, que cuenta con la dirección de Alfredo Badelamenti y las actuaciones de Mario Marino y Gabriela Pagés.
Sin palabras, la obra se nutre de la plástica y el teatro de acción, con las imágenes como recurso, para contar la historia de una pareja, desde el primer contacto hasta la vejez. Así, una masa de harina y agua sirve para que tengan un hijo, que moldean a su semejanza, lo hornean y… “tratamos de contar todo lo que ocurre en una familia, que se resignifica en cada uno de los espectadores gracias a que la obra no tiene palabras y cada uno tiene la posibilidad de hacer una lectura a partir de lo que es, de manera muy abierta, porque hay palabras no dichas”, explicó Badelamenti a Diagonales.
“La obra tiene varias capas y es tanto para gente que prefiere las cosas simples como para los que quieren hacer lecturas más complejas”, agregó el director, que trabajó sobre una serie de sketchs que los actores ya tenían armados.
–¿Cómo fue el proceso creativo?
–Los actores trabajaban por su parte en algunos números performáticos cortos y me vinieron a ver para que los ayudara a encontrarles lo que tenían en común, para saber de qué estaban hablando, que tomaran sentido como totalidad y nos permitieran encontrar un argumento y una forma de contar que permitiera un espectador activo. Me los mostraron con la idea de armar una obra a partir de ellos y fueron el disparador de Pan de cada día, a partir de haber encontrado nuevos sentidos y dimensiones a aquel trabajo inicial, del que quedaron, con algunas modificaciones, unos 20 minutos.
–¿Que la obra no tenga palabras fue el resultado de aquella búsqueda de un espectador activo?
–Teníamos historias, acciones e imágenes con las que contar un texto, pero en ningún momento hubo prejuicio de cómo debía ser, nos dejamos llevar por el planteo inicial generando una historia que resultó no dar lugar a la palabra y salió que hicimos un teatro de acción, con las imágenes como recurso.
–¿Qué particularidades tiene la pareja de la obra?
–Viven pagando las consecuencias de sus errores y buscan reinventarse para seguir con el otro, lo que tal vez recién logren al final de la obra, cuando vuelven al juego del cariño y parece que triunfara el amor. Aunque hay mucha gente que cuestiona que sigan juntos. Es que cada uno puede hacer su lectura y mucha gente se pregunta si tendrían que haber seguido juntos o no.
Badelamenti –dueño del Teatro de Las Nobles Bestias, de Temperley– contó que la pieza cuenta con un lenguaje cambiante, que va del expresionismo alemán al cine mudo y luego a una actuación más realista; valiéndose de algunos artilugios más o menos modernos, como un proyector, y de objetos que se transforman para tomar nuevos valores y resignificarse.
–¿Cómo es hacer teatro en el conurbano sur?
–Supongo que tan dificultoso como en todos lados, aunque con la contra de que en 20 minutos de tren estás en Capital. Hay gente que valoriza estar cerca de Buenos Aires y no el teatro que se hace en su localidad, pero también hay de la otra, que defiende a sus lugares y a sus espectáculos. Supongo que mucho no dista de los problemas que tiene el teatro independiente en otros lugares. Con Pan de cada día pasó que en el tiempo tuvo un espiral ascendente de público, corrió de boca en boca.
–¿El boca en boca es porque no hay medios de prensa interesados en la cultura local?
–Cuando salió el Clarín zonal todos los medios locales desaparecieron y también desapareció la mirada especializada, de crítica, que había sobre la producción local; pero la gente quiere saber y se entera igual.

14 de junio de 2009

Policiales, anoche

Una pelea familiar terminó en una tragedia con un muerto y un herido grave. Intervinieron en el hecho dos hombres: padre e hijo, ambos policías. Y una mujer, hija y hermana. Al parecer, los hombres mantenían una discusión cuando se trenzaron en un forcejeo del que salieron a los tiros. El joven murió en el lugar y el hombre intentaba suicidarse cuando su hija entró en escena para dispararle y dejarlo gravemente herido. Los hechos se produjeron al cierre de esta edición en una casa de 161 entre 519 y 520 con la policía en la vereda, llamada poco antes a atender la pelea familiar.

12 de junio de 2009

Estelares en el Notorius de La Plata

En un día enteramente platense, Estelares tocará a las 15 en “Cueva de Ogros” por FM Universidad 107.5 y a las 17 firma ejemplares de “Una Temporada en el Amor” en Notorius (Pasaje Rodrigo, 1er piso | Av 51 entre 4 y 5, La Plata).

10 de junio de 2009

Es la cultura, idiota

En La Plata ocurren cosas extrañas. No, no es por el trazado de diagonales, ni los tilos o las plazas, sino por la cultura. Es posible un viernes ir a ver una obra de teatro y que no haya nadie más que los actores. Y que la obra se dé igual para la pareja que ni siquiera pagará la entrada, invitada a la función. Es cierto, como ocurrió hace 40 años en el Once, en algunos recitales los del público son todos músicos. Y más bien muy poquitos.
La noche del lunes, el grupo La cuarta pared aprovechaba la visita de sus amigos del grupo ecuatoriano Malayerba para invitarlos a dar una función en el Pasaje Dardo Rocha, en un acto al que convertirían en la presentación del IV Festival Internacional de Teatro, que se realizará en septiembre.
El dramaturgo, actor y director argentino Arístides Vargas y el actor ecuatoriano Gerson Guerra se calzarían las ropas de prisioneros para presentar La razón blindada, una obra basada en El Quijote, de Miguel de Cervantes; La verdadera historia de Sancho Panza, de Franz Kafka; y el relato que Vargas rescató de su hermano Chicho, detenido por su militancia política desde 1976 a 1984 en el penal de Rawson. Con esas fuentes, no sería difícil de imaginar un espectáculo lleno de humor y sabiduría, al mismo tiempo oscuro y luminoso.
Después de las presentaciones del grupo en el Celcit, en Buenos Aires, la de La Plata sería la única oportunidad para ver la obra: lunes, a las 21 en la sala A del Pasaje.
Gustavo Delfino y sus compañeros de La cuarta pared corrían de un lado a otro antes de las 21, mientras una larga fila se formaba en los pasillos del segundo piso del Pasaje. “Es lunes, pero vamos a incendiar la sala”, anunció el artista platense, en su rol de productor.
Poco después, casi 300 personas colmaban la sala. Y algunos espectadores aceptaban sentarse en el piso, mientras los organizadores preferían quedarse de pie, apoyados en la pared, felices por la obra que el público festejaría con risas y aplausos, felices por confirmar que ocurren cosas extrañas. Y que es la cultura la que hace andar a la ciudad. Son los artistas que hacen y no se dan por vencidos.

9 de junio de 2009

Una Tocate mil



La cantautora platense Laura Citarella presenta mañana a las 21 su primer crío musical, que lleva su nombre, con un concierto en vivo en Ciudad Vieja y con una banda especialmente armada para la ocasión. Miro y su fabulosa orquesta de juguete la antecederá en el escenario del bar, ubicado en la esquina de 17 y 71.
Nacida en La Plata, pero con una actualidad más porteña, relacionada a su paso por la Universidad del Cine y su trabajo en la productora El Pampero Cine junto a Mariano Llinás, Alejo Moguillasnky y Agustín Mendilaharzu; Citarella está hoy conectada a La Plata a través de la música, herencia que le transmite su padre y que comparte con su hermano Pablo.
El disco que ahora llevará al escenario fue grabado en 2008, pero recién ahora ve la luz en una edición limitada a mil copias y producida de manera totalmente independiente junto a los integrantes de Tocate Mil, un colectivo de cantautores platenses que integra desde su fundación.
"Hay un disco. Se llama como yo. No sé bien por qué. Quizás es como esos primeros hijos a los que uno no puede más que llamarlos como a uno mismo. Algunas de sus canciones ya casi no me pertenecen de tan lejanas y viejas; otras a veces me recuperan; otras les gustan mucho a mis amigos, y otras no importan", confesó la artista, que comenzó a hacer música como intérprete y luego se acercó a la experiencia de ser autora.
En Tocate Mil Citarella se encontró con Miro y su fabulosa orquesta de juguete, y los cantautores Pablo Vidal y Lautaro Barceló, quienes mostrarán su compromiso acompañándola en el escenario. Miró hará las veces de banda soporte, mientras que Vidal y Barceló (en guitarras) formarán parte de su banda, que se completa con su hermano Pablo (en teclados) y Martín Casado (en batería).
"Este disco aparece como resultado de una suma de cosas que se iniciaron hace un tiempo. Me encuentra agotada y exhausta. Con varios años de movimiento incesante, en todos los sentidos posibles. Con más películas, con más años, con más amigos, con una ruptura amorosa importante, y con una serie de vaivenes económicos que, una y otra vez, fueron dilatando el momento de su aparición. En fin… el tiempo, los dolores y los viajes me trajeron hasta acá", explicó ella.
Y agregó: "es quizás como el primer hijo, al que uno quiere formar y controlar a su gusto, para que luego se escape de esas manos creadoras iniciando su propio camino y dejándolo a uno abandonado, con la sensación de algo que pasó tan rápido que parece no haber existido".
La metafora del hijo, explicó la cantautora, está vinculada a los largos tiempos gestacionales que tuvo el material que ahora presenta en el disco. Y también con la sensación de aquel día en que fue hasta Ciudadela, en el gran Buenos Aires, a buscar las mil copias del material que acaban de grabar.
Su disco atraviesa varios géneros y va de la bossa al blues, pero con una unidad que logró en el sonido de su voz, gracias a la participación de Juan Stewart (ex Jaime sin tierra) en la producción. Sus canciones hablan, sin buscarlo, de historias de amor y encuentros de una mujer.

8 de junio de 2009

¡Felicidades!

El fin de semana festejamos el día del periodista, que fue ayer. Feliz día de acá y feliz día de allá, pasó el fin de semana. Fiesta en la revista, fiesta en el sindicato, fiesta en el centro cultural. Si hasta los de la promoción 82 se juntaron a cenar en El Pueblito.
El fin de semana, le expliqué a Lucía que no hace falta tener el título para ser periodista, porque el periodismo es un oficio que se construye todos los días. Y le aclaré que mejor son los periodistas formados que los que no lo están. Y por eso, dale: ponete las pilas con la facultad, pero ya sos periodista, porque trabajás de periodista, así que feliz día piba, disfrutalo.
A los otros chicos que están en el final de la carrera y empiezan a buscar su primer trabajo les dije que no dejaran de hacer lo que quisieran, que aprovecharan la posibilidad de publicar en internet, en un blog, personal o colectivo, que lo hicieran, que se transformaran en directores de su propio medio, que no necesitan mimeógrafo, ni papel prensa, ni las rotativas del grupo Clarín para publicar.
El fin de semana, a los que me preguntaron si me gusta escribir en Cultura les dije que era un privilegio trabajar en una sección que tiene tantas buenas noticias para dar todos los días, como Cultura en Diagonales. Y es que en La Plata ocurren cosas, les conté...
Este fin de semana tratamos de reflexionar sobre este oficio, ejercido algunas veces en medios negativos, depresivos o amarillistas, o presumida y falsamente imparciales. Muchos nos encontramos y nos reconocimos en los otros. Nos reconocimos en esos compañeros que trabajan para mantener la calidad del trabajo de los periodistas, aquellos que de verdad intermedian entre el hecho y el ciudadano, en los “journaliste”, los que analizan el día, los que se dejan atravesar por el acontecimiento y luego ponen manos a la obra para contarlo. ¡Feliz día!, atrasado, pero ¡feliz día!

Apenas una función en La Plata para conocer a Arístides Vargas


El prestigioso dramaturgo, actor y director argentino ecuatoriano Arístides Vargas presentará hoy en La Plata su obra La razón blindada, que lo tiene en escena junto al actor Gerson Guerra. La obra forma parte del repertorio de la compañía teatral Malayerba, reconocida como una de las más emblemáticas del teatro contemporáneo latinoamericano, creada y dirigida por Vargas y su esposa, la actriz y directora española Charo Frances. Los artistas llegan a La Plata después de varias funciones en Buenos Aires invitados por el grupo local La cuarta pared y como adelanto de lo que será, en septiembre, el 4º Festival Internacional de Teatro y Danza.
Hace dos meses que Vargas salió de Quito en su auto junto a su compañera. “Fue un viaje extraordinario”, dijo a Diagonales, y contó: “nos pareció que era una manera muy directa de conocer la realidad de América Latina. Decidimos que era mejor verlo desde la ventanilla del auto que desde el Discovery Channel y vinimos parando en lugares emblemáticos, como Nazca o el Machu Pichu. Además, también paramos para hacer teatro, no la obra que vamos a presentar en La Plata, que es con Gerson, sino con Nuestra señora de las nubes. Nos demoramos tres semanas”.
Hijo de campesinos que pasaron del campo a la ciudad y se transformaron en obreros, Vargas nació en Córdoba, pero desde muy chico su familia se mudó a Mendoza, donde creció y tuvo sus primeros contactos con el teatro. Perseguido en la Argentina de los ´70 como si fuera un peligroso delincuente, aunque sólo era un militante de la Juventud Universitaria Peronista que no hacía otra cosa más que teatro, a los 21 años Vargas se exilió en Ecuador, donde fundó Malayerba. Ya había hecho un año de teatro en la Universidad de Cuyo, en Mendoza, pero fue en Quito donde aprendió de maestros como el uruguayo Atahualpa del Chopo, el colombiano Santiago García –del grupo La candelaria–, y la argentina María Escudero. “Ellos me inculcaron el amor por el teatro latinoamericano”, contó el artista.
La razón blindada está basada en El Quijote, de Miguel de Cervantes; La verdadera historia de Sancho Panza, de Franz Kafka; y el relato que Vargas rescató de su hermano Chicho, detenido desde 1976 a 1984 en el penal de Rawson, donde cada domingo los presos por razones políticas dejaban sus celdas de aislación y compartian un rato con otros internos. En esas circunstancias tan particulares, los detenidos tenían una forma muy peculiar de hacer teatro. Dos reclusos improvisaban sobre obras que intentaban recordar y otros dos, sentados sobre una mesa, representaban al público.
Conmovido por “la posibilidad de ser libre que se habían dado a través de la imaginación”, Vargas viajó con su hermano a Rawson, donde se entrevistaron con otros ex presos sobre esa manera de escapar de tan dura realidad. “Lo hacíamos para reírnos y porque nos ayudaba para estar ahí dentro de ese infierno”, le dijeron los ex detenidos. Esas conversaciones y las obras de Cervantes y Kafka le sirvieron a Vargas de “trampolín para la realización de La razón blindada”.
En la obra, los dos personajes se encuentran una vez a la semana en un lugar no explicitado pero de extrema dureza, donde el encierro y la privación de la libertad se hacen presentes, para contarse la historia de Don Quijote y Sancho Panza. Según las críticas, se trata de una obra cargada de humor y sabiduría, en la que Vargas y Guerra despliegan un deslumbrante ejercicio interpretativo, aún privados de recursos físicos, puesto que no se levantan de sus sillas.
Aunque viene todo los años a ver a su madre, radicada en Mendoza, no fueron muchas las obras que Vargas presentó en la Argentina. Recién en los ´90 el público local lo conoció a través de su obra Nuestra señora de las nubes, que se dio en el Cervantes. Ahora, estuvo en el CELCIT y hoy llega a la sala A del Pasaje Dardo Rocha (50 entre 6 y 7), para presentarse a las 21.
–¿Qué es lo que se menciona cuando se habla de teatro latinoamericano?
–Se menciona una ética y una idea en la que el cómo decir es más importantes que los réditos comerciales qué pueda tener la obra. Se habla no sólo de una forma teatral sino de una manera de producir teatro, del trabajo de grupo, del colectivo; del teatro como un ejercicio de reflexión sobre la vida.

7 de junio de 2009

La historia del teatro vista desde la cárcel



Detenidas en la Unidad 33 de Los Hornos presentan una obra en la UNLP

Un acontecimiento extraordinario ocurrirá hoy en el Taller de Teatro de la Universidad Nacional de La Plata, cuando quince actrices suban a escena para protagonizar Brevísima e incierta historia del teatro. Las chicas habrán llegado poco antes, esposadas y cada una de ellas acompañada por un guardia de seguridad, que las escoltará de la Unidad Penitenciaria Nº 33 hasta la casa teatral, donde presentarán una obra en la que trabajan desde hace dos años, privadas de la libertad.
“Gracias por seguir encaminando nuestras vidas”, dice un cartel en el patio del centro educativo de la prisión en el que las internas ensayaban ayer la obra que hoy mostrarán en el centro platense. Hay una cartulina con las efemérides que recuerdan algunas fechas importantes de junio, como la muerte de Miguel de Güemes y el día de la ancianidad. En una pared hay un cartel con una frase de Paulo Freire, el alfabetizador brasileño.
El patio podría ser un patio de una escuela cualquiera, ubicado entre algunas pocas y pequeñas aulas y unas oficinas administrativas. Pero es el patio del centro educativo de la Unidad 33, allí no sólo hacen teatro las internas, sino que también recuperan años de estudio. Angela, de 56 años, no sólo va a las clases de teatro, sino que también se inscribió para hacer la secundaria. Y María, de 35, terminó el colegio el año pasado y ahora acaba de aprobar el ingreso a Derecho.
–¿Tiene pensado seguir estudiando abogacía cuando salga?
–No. Yo quiero ser técnica radióloga.
–¿Y entonces, por qué Derecho?
–Es lo que hay.
Como su nombre lo indica, la obra de teatro que presentarán hoy las internas de la U33 describe una breve historia del teatro. En escenas deliciosas –o desopilantes–, las actrices despliegan lo que aprendieron desde que en diciembre de 2006 comenzaron con los talleres a cargo del profesor Miguel Di Benedetto, para ir de siglo V antes de Cristo al teatro contemporáneo.
Algunas veces, son ellas mismas en el escenario, en un monólogo en primera persona se cuentan y piden un reconocimiento. Dicen que están tratando de mejorar. Después, salen cuatro para un lado y otras dos del otro lado escoltan a una mujer a la que dejan caer de rodillas. Es la mujer pecadora y el Cristo que dice: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Con la intervención del tallerista, autor y director Di Benedetto, las chicas navegan y bucean por todos los estilos posibles, van de la pantomima a Shakespeare, para inaugurar luego escenas del circo criollo, actuar a Pepino el 88 y su ayudante Polvorita, y se animan al Martín Fierro y eso de que “los hermanos sean unidos”. Ellas se emocionan. Y se divierten. Y entretienen.
En las intervenciones en solitario, cuando es una la que se encuentra cara a cara con el público, hablan de la vida en prisión y le reconocen al profesor de teatro haberles dado una energía para sobrevivir. Después, otras compañeras se unen para hacer una doble función radioteatro que se vuelve desopilante cuando los textos y personajes de una y otra obra se unen en una.
Sobre el final, el diálogo entre dos señoras con alto compromiso ecológico muestra un evidente desprecio por la vida de una pobre señora que pide unas monedas. Y cuando el profesor está por despedir la obra aparece un tal Walter Chorreti, político de profesión, que tienen hinchada propia para su mitin político.
María dice que no se hubiera imaginado nunca delante de la gente, actuando. Recuerda que era muy introvertida y agradece: “la cárcel te saca tu identidad y uno se encierra en sí mismo, pero el teatro te pone en otro lugar”. Celia contó que “el teatro nos fue sacando lo mejor que teníamos. Incluso cosas que nosotras ignorábamos que teníamos. A veces veníamos sin ganas, pero Miguel nos levantaba el ánimo, nos hacía chistes. Ahora podemos decir que estamos orgullosas del profesor que tenemos”. Y prometió: “cuando salga, que será este año, voy a seguir apoyando al profe desde afuera, para que las chicas que quieran, puedan seguirlo en su delirio”.

Entrada: un alimento no perecedero o pañales

4 de junio de 2009

fok, no patova


Si alguien lo viera antes de que comience la fiesta, podría confundirlo con uno de los musculosos de la seguridad del lugar, tomando el batido de proteínas que siempre lleva en su mochila o acaso comiendo su vianda de arroz con atún. Pero no. El musculoso de metro setenta y cinco será el artista más zarpado y bizarro de la noche, con la presentación de algunos de los temas de sus dos discos –grabados de manera independiente y artesanal– y los adelantos de sus sarcásticos hits “Sos tan fácil”, “Tengo Onda” y “Fiesta Negra”, todos del disco en preparación Karaoke artesanal. El tipo, de nombre artístico Fok Electrochongo, terminará su show semidesnudo y con un estuche de vino tinto a modo de sombrero, en la cabeza.
El artista en cuestión se presentará este sábado (en realidad lo hará a las 4 de la madrugada del domingo) en la fiesta L.O.V.E. que se realizará en La casa del pueblo (49 e/ 9 y 10), convertida en una vecindad de diferentes estilos y ambientes de la música electrónica. La celebración es organizada por un colectivo de artistas platenses, a los que se sumarán Fok Electrochongo y Mugre, de Buenos Aires, y Dintun, de Bariloche, entre muchos otros.
Los organizadores contaron que “en la L.O.V.E. interviene gente de distintas disciplinas artísticas, que ven la fiesta como una intalación a la que se suman con una gran libertad creativa, pero con una fuerza mayor que nos contiene”. El tecladista, cantante, DJ y fisicoculturista Juan Pablo Malvasio es invitado al evento. Tomará una de las pistas por asalto durante una hora con su Fok Electrochongo para presentar sus canciones “entre mordaces e irónicas con música electrónica bailable ochentosa, 8 bit e industrial. Electrochongo produce su propia música y letras, e interviene en la puesta en escena de sus shows, mezclando una estética de lucha libre con glam rock e industrial en igual medida, con algo de contenido erótico”, según dice su promoción.
“Ehhh… puede que haya algún contenido erótico, pero es más bien grotesco”, aclaró el artista a Diagonales. Y agregó: “Sería erótico grotesco y hasta un poco infantil, porque yo no hago calentar a nadie. Tenemos algunas visuales con cosas porno que pusimos a propósito y en algún momento jugué con tener bailarines, pero eso es sólo en algunas ocasiones”.
Profesor de musculación y personal trainer, en algún momento le hicieron sentir que había una contradicción entre el deporte y la noche, pero él se las arregló para que los prejuicios no lo afectaran. “Puede ser que la gente me vea como algo raro, algo freak, pero cada uno es como es… trato de dejar en claro eso”, advirtió.
Nacido en los ‘80, Fok empezó a tocar teclados en bandas de tecno pop, de rock barrial, y hasta en un tributo a Soda Stereo, a finales de los ‘90. Aunque de a poco llegó al electro pop. Hoy, Fok Electrochongo es uno de los artistas que más deambulan la escena underground de Buenos Aires y toca en muchas fiestas en las que se hace un culto de la diversidad sexual. Le gusta, explicó, tocar para “un público dispuesto a divertirse, que no esté en pose ni tenga prejuicios”.

2 de junio de 2009

¡Yo también!

Dice Galeano que hablan las paredes. Y recuerda que, aunque para el diccionario los grafitis sean “de carácter popular y ocasional, sin trascendencia”, el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani condenó a los peligrosos autores de palabras y dibujitos, porque “ensuciando las paredes revelan una conducta protocriminal”.
Tal vez un día haya que invitarlo a La Plata a Galeano, para mostrarle una ciudad con paredes que tiempo atrás quisieron ser silenciadas, no sólo blancas puras e impolutas, sino con pintadas de un proyecto de Ciudad Limpia, descarada propaganda política oficial y preelectoral. Aquella idea de explicarles a los vecinos las más elementales normas de conductas, enseñanzas de preescolar, tal como que no debe arrojar un papel a la vía pública, fue la excusa que encontraron desde el oficialismo municipal para censurar a todos los partidos políticos opositores.
Ahora, aunque los concejales aún no derogaron la famosa ordenanza censora, represiva, el gobierno municipal no sale cual policía a callar a las paredes. Y es una suerte, como dice Galeano, porque “ellas no siempre se sienten violadas por las manos que las escriben o las dibujan. En muchos casos, están agradecidas. Gracias a esos mensajes, ellas hablan y se divierten”.
En las paredes platenses se pelean los de Gimnasia con los de Estudiantes y los de Estudiantes con los de Gimnasia, un chico declara su amor a una chica y se invita a un escrache contra un represor. Hay, también mensajes que desafían a una diversidad sexual, que invitan a un acto, sindicatos que llaman a la lucha y partidos políticos que piden votos. Preguntan por Julio López las paredes. Y hay una “Banda de Perón” que toma posición en el conflicto del campo, milita y exige: “asado y vino con precios argentinos”. Y un grafitero sincero, que escribe: “¡Me quiero!”.