"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

25 de marzo de 2010

El siluetazo en Facebook


Miles de usuarios de Facebook retiraron las fotos de sus perfiles a modo de homenaje a las los 30.000 desaparecidos durante la última dictadura militar, repudiaron el golpe de estado del 24 de marzo de 1976 y formaron parte de un acto colectivo de valor simbólico que a algunos recordó El Siluetazo, que se realizó en Plaza de Mayo en 1983, aún en tiempos de dictadura.
La propuesta de sacar las fotos de los perfiles de Facebook con el objetivo de recordar a los desaparecidos circuló con rapidez entre los usuarios más activos y tuvo una aceptación impactante: “Este 24 de marzo saquemos nuestra foto del perfil para no olvidar que un día cualquiera durante la dictadura las personas podían desaparecer así: sin rastros, sin una palabra”, fue uno de los mensajes que circuló en la red social. “Saquemos nuestra foto del perfil, para que quienes todavía preguntan por qué ese día es feriado, vean como sería que muchos seres queridos se ausenten todos juntos, como pasó durante la dictadura”, pedía otra.
Entre los usuarios que adherían a la idea de “hacer algo” surgieron varias discusiones. Mientras que algunos querían simplemente sacar sus fotos, otros proponían dejar alguna consigna: entonces, aparecieron carteles de “nunca más” y siluetas con algunas leyendas o signos de pregunta.
Algunos querían que su manifestación quedara clara a los “muchos trasnochados que no entienden de qué se trata”. Para estos usuarios, quitar el perfil no sólo no sumaba “sino que trivializa(ba) la horrenda realidad de la desaparición forzada, de la tortura y el asesinato”. Y proponían “poner como foto de perfil la imagen de alguien torturado o asesinado”. Otros, en cambio, decían que los textos, “más que aclarar posiciones, quitaban fuerza a la manifestación” y preferían “perderse en el vacío, en la nada”.
La discusión entre quienes dejaron la silueta en blanco y los que pusieron alguna leyenda no conduce a ningún lugar, porque los dos tienen razón. Además, no tiene por qué haber una sola propuesta, ni una sola acción.
La silueta en blanco es, sin embargo, el símbolo que expresa de manera material ese algo que ocurrió antes: la desaparición forzada (La silueta en blanco es una representación que expresa en lo simbólico una ausencia en lo real causada por la desaparición forzada de personas).
Claro, los detractores dirán que el símbolo es polisémico y, por lo tanto, puede tener varias interpretaciones; además, de tener un valor comunicacional que escapa a las cuestiones ideológicas.
Sin embargo, el símbolo -la silueta en blanco-, dice de algo que todos aceptan y reconocen. Y es porque las caras vacías de los perfiles del Facebook están en relación simbólica con la desaparición de personas durante el terrorismo de estado.
Y por las discusiones que hubo en la red social, parece que este símbolo estaba cargado de contenido, que quitar la foto del perfil no era una mera cuestión formal. De alguna manera habla de la argentinidad, del ser social. La acción de quitar la propia foto del perfil habló de tomar posición, de proponer.
El debate sobre cómo representar la ausencia puede no quedar en este 24 de marzo de 2010, puede mutar y modificarse, porque todo lo que se pueda hacer hay que hacerlo, pero todo lo que sucedió es irreparable y, en definitiva, la ausencia real, la verdadera, la de los desaparecidos, es irrepresentable; ocurrió en el mundo real y en el mundo real la gente no vuelve de la muerte.
Entonces, lo que hay que continuar es el debate sobre cómo representar esa ausencia que no se puede clausurar, que no tiene fin, aquella ausencia que es patrimonio de la humanidad, que no se puede taponar con amnistías ni con leyes de punto final.
Por eso, tal vez haya que aprovechar la experiencia de este 24 de marzo para armar, el año que viene, una movida más parecida a aquel recordado Siluetazo del 21 de septiembre de 1983.
El Siluetazo fue uno de los hechos artísticos más fuertes que se produjeron en la Argentina durante el siglo XX. Y, además, valiente, porque comenzó a realizarse durante la III Marcha de la Resistencia convocada por las Madres de Plaza de Mayo, aún en tiempos de dictadura.
La idea y la puesta en marcha del proyecto fue responsabilidad de los artistas Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel, pero su uso se expandió espontáneamente por las calles de Buenos Aires, que pronto empezaron a interrogar a los interrogadores, a los torturadores, a los asesinos: ¿Dónde están los desaparecidos?
Con plantillas o dibujando sobre papel el contorno de personas que se ofrecían como voluntarios, los artistas, primero, y la gente, después, dibujaron miles de siluetas de hombres, mujeres (algunas embarazadas) y niños.
Como ocurrió ahora con algunos que dejaron mensajes en las silueta del Facebook, en aquel septiembre de 1983 las Madres de la Plaza salían de la ronda y le otorgaban, espontáneamente, un nombre, una consigna o una fecha a cada una de las siluetas, que luego se pegaron de pie en las inmediaciones de la Plaza, sobre los edificios, columnas, kioscos, cabinas de teléfonos, árboles, columnas.
Ahora las siluetas fueron virtuales, algunas quedaron vacías y otras reprodujeron alguna consigna, un signo de pregunta. Tal vez, por qué no, el año que viene cada usuario pueda poner en su perfil la foto de un desaparecido de su barrio y contar su historia. Mientras tanto, tendremos que tomar posición, proponer y entrar en la acción para conducir nuestro destino.



Es lo que pensamos con Laura: http://teatrodecerca.blogspot.com (en el blog hay más textos que se acercan a este tema y en particular sobre Shoa y representación)

22 de marzo de 2010

42 meses sin López



Unas 42 personas, que en algún momento pudieron ser 45 ó 46, integrantes de la Multisectorial La Plata, Berisso y Ensenada; jóvenes militantes del Partido Obrero (PO) y el Partido de los Trabajadores Socialista (PTS); se reunieron ayer en la esquina de 7 y 50 para recordar los 42 meses que se cumplieron de la desaparición forzada de Jorge Julio López. Exigieron “juicio y castigo a los responsables de su secuestro” y escucharon un discurso de Nilda Eloy. “En algo fallamos: No logramos que esta sociedad se entere de que López no nos falta a algunos, nos falta a todos”, afirmó.
Una mesa del PO y algunos pocos militantes que repartían Prensa Obrera y el Manifiesto del Partido Obrero a los trabajadores, el pueblo y la juventud de la provincia de Buenos Aires, eran todo lo que había en la esquina a las 17. Hora en que había sido citada la manifestación. Los militantes del PTS conversaban a unos pocos metros, cruzaban a la plaza y volvían a la esquina, con sus altas banderas apoyadas en el piso.
Media hora después, una camioneta llegó con los equipos de sonido y un hombre y su hija armaron rápidamente los equipos para que Eloy pudiera dar un breve pero contundente discurso no exento de autocrítica.
Los militantes levantaron sus banderas y la ex detenida desaparecida, que pasó por al menos seis centros clandestinos de detención, recordó al micrófono que se cumplían ayer “tres años y medio de falta, de injusticias, de bronca”. Y contó que el martes a la noche, los militantes de Justicia ya! le preguntaron a los abogados que trabajan en la causa por la desaparición de López, ocurrida el 18 de septiembre de 2006, qué podían decir en el acto. ¿Y la causa?, preguntaron. “El silencio fue rotundo”, recordó Eloy.
“Hoy no podemos decir que la causa está paralizada. No. Ahora se hacen cosas inconducentes, cosas que se deberían haber hecho hace tres años y medio y no se hicieron. Ahora tratan de reconstruir todo lo no hecho, todo lo que se dejó de forma muy adrede en manos de una burocracia judicial y eso es imposible”, explicó, al ver el afuera.
Pero Eloy también miró para adentro e hizo una autocrítica: “Evidentemente en algo fallamos: No logramos que esta sociedad se entere de que Jorge Julio López no nos falta a algunos, nos falta a todos. No logramos que esta sociedad se entere de que los represores que debían estar presos siguen en libertad”. Y agregó que “paralelamente a la impunidad de los años '70 vienen con el verso de la inseguridad, con la intención de convencernos de que es bueno reprimir, que es saludable la tortura. Y por eso insisten con el maldito código contravencional”.
La ex detenida desaparecida les pidió a los militantes que multipliquen su mensaje y lamentó no tener nada más para decir, porque -dijo- “seguimos con distintos procesos represivos y de impunidad mientras hay una judicialización para quienes luchan por una vida digna”.
Después de los aplausos, los militantes volvieron a tomar los micrófonos para leer sus consignas: “a 42 meses de la desaparición de jorge julio lópez seguimos en las calles, como desde el primer día, luchando, denunciado y exigiendo al gobierno su Aparición con Vida. Juicio y castigo a los responsables de su secuestro y desaparición”.

Foto: Matías Adhemar

10 de marzo de 2010

“No puedo ni debo esperar más”



"A mis 86 años, no puedo ni debo esperar más", dijo Chicha. Y se puso manos a la obra. Entonces, empezó a trabajar para hacer una muestra fotográfica y documental que la exceda y la supere. Un testimonio que pueda servir para buscar a una nieta que hace 33 años vive con su identidad suprimida. El resultado de ese trabajo se vio en La Plata el año pasado y comienza una itinerancia hoy, con su inauguración en el Hall Central de Canal 7, a las 18.
La muestra lleva el título de "Clara Anahí Mariani, 33 años buscándola" y da cuenta de la búsqueda de una niña secuestrada en 1976 (ver recuadro). "Fue pensada con el fin de extender la búsqueda más allá de nosotros, para que la gente pueda colaborar", contó María Isabel Chorobik de Mariani, la abuela Chicha, a Diagonales.
Además de hacer un recorrido histórico sobre cómo fue que su abuela la buscó por todo el país y el mundo, la exposición muestra fotos de las familias materna y paterna, con la intención de que los parecidos puedan sembrar alguna duda a partir de las comparaciones.
"Todo está enmarcado dentro de la búsqueda", describió Chicha.
El material que se expondrá hasta el 12 de abril y se inicia con el ataque a la casa paterna de Clara Anahí en La Plata, sus habitantes y la entonces bebita. Luego, permite a los visitantes ver cómo realizó Chicha la búsqueda, que comenzó en 1976 y se extiende a hoy. Chicha sospecha que Marcela Noble, adoptada de manera irregular por Ernestina Herrera de Noble, dueña del diario Clarín, puede ser su nieta.
En la muestra se expondrán fotografías, documentos y objetos relacionados con la niña y sus padres, se dejan ver, además, como uno de los ejemplos más emblemáticos de la brutalidad del accionar del Terrorismo de Estado.
–¿Qué expectativas tiene con los exámenes que le harán a Marcela Noble?
–Estoy esperando los resultados, pero sin ninguna esperanza. Por más que Marcela y Felipe (Noble) hayan dado su sangre, no tengo ninguna esperanza en cuanto a los resultados porque no se siguieron los mecanismos que corresponden. No tengo garantías de que no se hayan cambiado las muestras. Los análisis de ADN deben realizarse a través del Banco Nacional de Datos Genéticos.
–¿Por qué sospecha que Marcela podría ser su nieta?
–A mis 86 años, no puedo ni debo esperar más. Aunque no tengo ninguna expectativa de los resultados de los análisis de ADN, mantengo la esperanza de que se sepa la verdad. Vengo siguiendo el caso desde el '77 y a lo largo de todos estos años siempre tuve datos que parecían que me iban a llevar a mi nieta y luego se desvirtuaban. Tuve dudas, pero eso fue hasta que (el ex juez Roberto) Marquevich contó cómo la señora de Noble había falseado toda la documentación de la adopción. Después, me presenté ante (el juez platense Arnaldo) Corazza, que le pasó el expediente a (Conrado) Bergesio.
–¿Cómo podrían ayudar las fotos familiares que se exhibirán en el 7?
–El parecido familiar no es definitorio, pero pude servir para allanar el camino y aportar para tratar de solucionar este horror de los adultos sin identidad verdadera.
–¿Qué siente cuando encuentran un nieto?
–Hace varios años que renuncié a la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, pero me alegro muchísimo porque cada nieto recuperado es un poco más de justicia sobre la tierra, lo merecen los chicos y los padres, que aunque están muertos no deben tener descanso.

Chicha estará presente hoy, a las 18, en la inauguración de la muestra, declarada de interés nacional por la Presidencia de la Nación, junto al titular de Canal 7, el cineasta Tristan Bauer.

Foto: Matías Adhemar

Aquel 24 de noviembre del año ‘76
El 24 de noviembre de 1976, unos 150 policías al mando de Ramón Camps arrasaron la casa de la calle 30 Nº 1134 de La Plata, donde vivían los militantes Daniel Mariani y Diana Teruggi, con su hija Clara Anahí, que tenía tres meses. La dictadura militar quería destruir una imprenta de Montoneros que funcionaba en el fondo de la vivienda, en una doble pared. Allí se había impreso, pocos días antes, el último número de la revista "Evita Montonera", que daba cuenta de las desapariciones y del funcionamiento de un centro clandestino en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), transformada hoy en un Espacio para la Memoria.
Aquel 24 de noviembre, el gobierno militar montó un operativo de fuerzas conjuntas con el Ejército y la Policía Bonaerense, conducidos por Ramón Camps y Miguel Osvaldo Etchecolatz, que duró cuatro horas. El tiroteo fue desparejo y feroz. Su magnitud aún puede verse en las paredes de la casa, hoy resguardada como museo, y en el Citroën familiar, acribillado por las balas de las ametralladoras, el fuego de mortero y las bombas de fósforo.
Diana y sus compañeros de militancia Roberto César Porfidio, Juan Carlos Peiris y Daniel Mendiburu Elizalde murieron en el enfrentamiento. Clara Anahí sobrevivió por milagro, pero se la robaron. Daniel permaneció en la clandestinidad hasta que fue asesinado el primero de agosto de 1977.
Chicha se entregó entonces a una búsqueda inclaudicable que aún no termina, fue registrada en la película documental "Chicha, esperanza y dolor" y en una muestra fotográfica que ya se vio en La Plata y que hoy inicia una itinerancia en el Canal 7.

8 de marzo de 2010

Oficios terrestres



En una casa de 11 y 68 un hombre guarda los recortes de su vida. Contra una pared, colgados unos sobre otros, Pedro Alberto Peroni, de 84 por cumplir, puso los moldes de las polleras, los pantalones, las camisas y los blazers que hizo cuando era un joven emprendedor que aprovechaba su oficio de sastre para comenzar a vestir a los colegios platenses.
–¿Cómo fue que empezó a vestir a los estudiantes?
–Me vino a buscar el sacerdote del colegio Padre Castañeda (13 entre 68 y 69). Usaban blazer color bordó y no se conseguía en confección. Yo lo cortaba, lo hilvanaba, lo probaba y, si había que hacerle alguna corrección, lo afinaba. Al otro día lo entregaba. Las chicas usaban boina.
–¿Trabajaba solo?
–Era capaz de levantarme a las cuatro de la mañana para cortar un molde, pero no trabajaba solo. Tuve una compañera buenísima en mi mujer y también un oficial de primera. Un hombre que también trabajaba con su esposa.
–¿Qué hacía su mujer?
–Ella se encargaba de la administración y de las empleadas. Ordenaba las ventas.
En la pequeña habitación en donde Peroni guarda moldes de camisas, jumpers y polleras evasé, también resguarda una máquina en la que todavía se sienta a coser, a veces para su mujer y compañera de toda la vida, Carmen Fiscarelli, y otras para alguno de sus nietos.

Don Peroni empezó en el oficio de sastre en Junín, aunque fue en La Plata donde terminó de formarse.
Tenía 14 años cuando comenzó a trabajar. El primer año en la sastrería no cobró un centavo. El papá había acordado con el sastre que le enseñara el oficio al mayor de sus hijos varones (en total fueron siete hermanos). Algo que se acostumbraba, tanto que en el negocio había otro aprendiz de la misma edad, también enviado por sus padres.
En aquel entonces, Peroni hacía de todo. “Limpiaba los vidrios y hacía los mandados. Era así porque también me enseñaba un oficio”, recordó.
Cuando empezaba el segundo año en la sastrería, el dueño se apiadó de sus aprendices y comenzó a pagarles unos 120 pesos mensuales. Sin embargo, el papá de Peroni no tuvo mejor idea que hacerse un traje a medida y con lo que costaba el traje dejó a su hijo con otro año sin paga.
Cuando tenía 16 años su familia se trasladó a La Plata con la idea de quedarse. “Mi papá había conseguido trabajo en la Dirección de Escuelas y a mí me llevó a una sastrería de 11 y 59. La fachada del edificio está igual, aunque ahora funciona una carnicería”, contó Peroni.
Una cosa llevó a la otra. El hombre conoció a un sastre platense de apellido Rucci y trabajó para la casa Delmar, hasta que un día de 1948 se decidió a armar el taller en el patio de la casa de sus padres, en 68 entre 10 y 11, con su propia máquina de coser. “Si ponés el lomo Dios te ayuda”, revela: el vecino de la esquina de su casa le ofreció un local en el que podría trabajar. Y a los pocos meses de haberse mudado, otro vecino le alquiló un salón con luz y gas, para que, además de confeccionar o arreglar ropa, pudiera exhibirla para la venta. En 1950 tenía abierto un negocio que ya no debía compartir con nadie en la esquina de 11 y 68, ahí donde hoy vive. No tenía cocina ni baño, sino apenas un salón y tres habitaciones que reformó en pocos meses.
Al tiempo llegaron los primeros uniformes del Castañeda y luego de todos los colegios privados de La Plata. Los moldes aún están guardados en su casa, junto al caballete, el pascalote y la media luna.
–¿Por qué guarda los moldes?
–Algunos se pueden usar. Mis hijos tienen algunas cosas que usan, pero… además… lo que pasa es que me da lástima. Me ha pasado que tiré algo y después lo ando buscando.
Los moldes de Peroni son recortes en los que se puede leer la historia de la ropa de los colegios platenses. Sus tres hijos tuvieron sus propias inquietudes y, aunque dos de ellos siguen con el negocio familiar, heredaron el bordó e impusieron el escocés. Y fueron de la camisa, el blazer y la corbata a la chomba.

Foto: Alberto Direnzo