"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

30 de mayo de 2011


El frente de la casa de Ricardo Barreda fue pintado ayer de violeta por un grupo de militantes feministas que reclama el cumplimiento de la Ley de atención a las víctimas de la violencia de género, denuncia el machismo que festeja los asesinatos cometidos por el odontólogo y exige a los hombres un papel de compañero en la denuncia de la violencia que ejercen contra las mujeres. La casa de Barreda es, ahora, del color del feminismo.
Los militantes se reunieron a las 15.30 en 48 entre 10 y 11, donde organizaron un rápido operativo que incluyó la limpieza del frente de la casa, tapado con carteles políticos y sindicales. Luego, mezclaron la pintura y pusieron manos a la obra. En poco más de media hora habían alcanzado su objetivo y se retiraron rápidamente, ante la vista de un par de vecinos que observaron curiosos sus movimientos.
La intención era pintar todo el frente, incluso la planta alta, para lo que llevaron una escalera, pero en el lugar advirtieron que quedarían muy expuestos a una incursión policial y pintaron sólo lo que pudieron. Con un aerosol amarillo, escribieron sobre el color violeta de la pared una de sus consignas: “Barreda asesino de mujeres. La sociedad te condena”.
“La libertad condicional que le otorgó la Justicia, incluso después de que hubiera violado la prisión domiciliaria, le permitirían hacerse de los bienes de las mujeres a las que asesinó, aunque hay una sobrina que se interpuso”, contó una de las jóvenes.
La intención de los militantes es relacionar la casa con la violencia de género y apropiarse del lugar, sobre todo ante la aparición del Instituto Nacional de Hombres contra el Machismo (INAHCOM), que reclamó a la legislatura bonaerense la expropiación de la casa en la que Barreda mató a escopetazos a sus hijas, su mujer y a su suegra, para que funcione allí un centro de referencia nacional e internacional que combata la violencia de género. “Está bueno que los hombres se hagan cargo de la violencia de género, y en nuestras organizaciones también hay compañeros varones, pero no hablan por nosotras, nos acompañan”, describió una militante.
“La casa tiene que ser de las organizaciones de mujeres y de ninguna manera puede ser cedida en un contexto electoralista”, advirtió otra de las feministas, que recordó el acto de la campaña “260 hombres contra el machismo”, al que asistió el intendente Pablo Bruera, entre otros varones de la ciudad, y con el que se recordó a las 260 mujeres asesinadas en 2010, según una estadística realizada a través de los casos aparecidos en la prensa.
La joven explicó que “los femicidios de Barreda fueron un acto de machismo programado” y criticó a quienes “ensalzan al asesino”, aunque destacó también que “hay espacios que entienden que la violencia de género no es un chiste”.
Según las portavoces del grupo, quienes resguardaron su identidad, “la casa tiene que ser expropiada, pero hay que ver para qué y quién se puede hacer cargo. Es un espacio que tendría que ser pensado por mujeres, para mujeres”.

Foto: Esteban Martirena

La campaña por el aborto legal en los carteles de los candidatos


Las organizaciones feministas de La Plata intervinieron los carteles de los candidatos políticos para las próximas elecciones con consignas a favor del aborto legal, seguro y gratuito, y convirtieron los afiches en viñetas. La acción militante duró apenas unas horas, porque la vorágine de la campaña electoral la pasó por arriba y los anuncios fueron tapados por pancartas del intendente Pablo Bruera, quien intentará ser reelecto. Ayer no quedaban rastros de los globos, pero las militantes advirtieron que volverán.
La acción se concretó el sábado a la madrugada y la idea era que los carteles quedaran con las consignas a favor del aborto durante todo el día, con motivo de celebrarse el “Día de Acción por la Salud de las Mujeres”.
Según explicaron las militantes a Diagonales, la intervención se produjo en el marco de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto legal, Seguro y Gratuito y fue concretada con la idea de recordarles a los candidatos de todos los niveles y de todos los partidos que el tema del “aborto es un problema social y una deuda de la democracia”.
“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, le hicieron decir por unas horas al cartel de Cristina Fernández. Daniel Scioli, Kibo Carlotto, Nora de Lucía, Santiago Martorelli, Julio Garro, Ricardo Alfonsín y Victoria Donda fueron algunos de los candidatos sobre los que pegaron los globos, que son un indicador fonético que se utiliza en historietas y caricaturas para que los personajes puedan tener diálogos o, en algunos casos, mostrar sus pensamientos.
“La campaña fue totalmente silenciada y tapada con carteles del intendente Bruera, pero tenemos más globos y vamos a volver a pegarlos sobre los afiches”, advirtieron las feministas.

26 de mayo de 2011

El lector crítico

Llamó por teléfono al mediodía y dijo ser un lector de Diagonales. Llamaba, afirmó, para hacer una crítica. De entrada nomás, el tipo tiró un dato contundente que corroboraba no sólo que se tratara de un lector sino que era uno de los buenos.
"Ustedes en algún momento tomaron la decisión de no poner la publicidad de casas de citas", dijo. Y claro, fue una sorpresa porque eso ocurrió en mayo de 2010 y no es una noticia nueva, por lo que el hombre se presentaba como un verdadero lector.
Sin embargo, siguió, “eso de levantar los clasificados es algo discutible, porque hay un montón de chicas que ejercen la prostitución por propia voluntad y ustedes le coartan la necesidad de publicitar su trabajo”, disparó.
Este cronista, que se quejaba habitualmente de los clasificados y festejó que fueran levantados, iba a empezar a decir que la explotación sexual y la prostitución son actos de violencia contra la dignidad humana cuando el lector le aclaró que su crítica era algo irónica, algo graciosa. Entonces, concedió el oído.
“Ahora… un diario como Diagonales, que tiene una clara tendencia progresista, cómo va a publicar la publicidad del PRO. Me pongo a leer como todos los días y me encuentro con una foto de De Narváez. Eso es peor que publicar la publicidad de las chicas que ejercen como meretrices”, se quejó.

13 de mayo de 2011

Un nombre para un aula, por la memoria


Julián Axat fue al Colegio Nacional de La Plata para participar de la presentación de un libro sobre deportistas desaparecidos. Fue porque su papá fue jugador de rugby y está desaparecido. Julián es un hijo de desaparecidos. Aquel día, hace poco más de un mes, el 22 de marzo, en la presentación de Deporte y Dictadura, de Gustavo Veiga, Julián hablaba con la rectora del colegio, María José Arias Mercader, sobre su papá, un ex alumno secuestrado y desaparecido por la última dictadura cívico militar. Así fue, contó, que surgió la idea de bautizar una de las aulas del segundo piso, en el sector de Lengua y Literatura, con el nombre de su papá: Rodolfo Jorge Axat.
El acto fue ayer al mediodía en el marco de una política del colegio por mantener viva la memoria, la verdad y la justicia, que aborda críticamente la dictadura, sus causas y consecuencias, y que incluye bautizar las aulas con los nombres de los ex alumnos desaparecidos.
Julián aprovechó para contar la historia de su papá, un joven hombre al que un grupo de tareas secuestró el 12 de abril de 1977, cuando tenía 30 años. “Yo hoy tengo 34 años, 4 más que él”, dijo. Y, en la primera línea nomás, se salió del libreto que se había armado para decir una de las cosas que más impactaría entre los alumnos: “mi papá es más chico que yo. Siempre tiene 30 años”.
“No conocí a mi papá porque desapareció cuando yo tenía 7 meses”, dijo Julián, y contó que Rodolfo Jorge Axat cursó sus estudios en la escuela Anexa y en el Colegio Nacional entre 1959 a 1964, fue Jugador de Rugby de La Plata RC hasta los 18 años, hizo la colimba –Servicio Militar Obligatorio– en 1965 y estudió medicina y filosofía, pese a la preocupación de su papá, el abuelo de Julián, al que le parecía muy complicado que siguiera dos carreras.
Dijo Julián que su papá conoció a su mamá, Ana Inés Della Croce, también desaparecida, en 1972, cuando tenían 25 y 21 años, y juntos incursionaron en el Movimiento Humanista y eran seguidores de su fundador, Silo, quien daba conferencias sobre “la no violencia” a los pies de la cordillera de los Andes, en Mendoza; hicieron retiros en el Valle del Yala, en Jujuy, y ascensos a la montaña del Chañie; hasta que en 1973 leyeron a John William Cooke y se convencieron: “la lucha de clases y la revolución socialista no era posible sin Perón”, decía Cooke, recordó Julián.
El papá y la mamá de Julián, que todavía no había nacido, se metieron en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y empezaron a hacer militancia barrial, pasaron a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y de ahí a Montoneros. “Estoy hablando de 1974”, dijo Julián al auditorio. Y contó cómo el día del regreso definitivo a la Argentina de Juan Domingo Perón, luego de casi 18 años de exilio, el 20 de junio de 1973, su papá fue herido en una pierna por un disparo de los activistas que estaban en el palco –militantes de la derecha peronista–, lo que lo marcaría en su militancia.
Sin eufemismos, Julián contó que su papá era un soldado que que realizó tareas de inteligencia y logística, que se casó con su mamá en 1974 y que vivieron en la clandestinidad en un edificio de 36 entre 10 y 11 hasta finales de 1975, cuando discutió la política militarista de Montoneros con sus superiores, fue juzgado y degradado por tener “desvíos pequeñoburgueses” y condenado a salir de la clandestinidad y entrar como obrero al Frigorífico Swift, en Berisso, donde debía hacer tareas de agitación y propaganda. “En agosto de 1976 nazco yo”, dijo Julián.
Rodolfo y Ana alquilaron una casa en Ringuelet, donde vivieron hasta el 12 de abril de 1977. En el frigorífico, que estaba intervenido por los militares, había inspecciones y delaciones. Varios trabajadores habían sido desaparecidos. Su papá sería uno de ellos. “Alguien lo canta”, contó Julián.
Un día antes de secuestrar a la pareja, un grupo paramilitar se presentó en la inmobiliaria en la que habían alquilado su casa y pidió información sobre Rodolfo Jorge Axat. El dueño accedió, pero cuando los militares se fueron llamó por teléfono al abuelo de Julián, para advertirle sobre lo que había ocurrido. Esa noche, Rodolfo y Ana decidieron resguardarse en la casa de los padres de ella. Después de dar vuelta de arriba abajo la casa de Ringuelet, a las 3 de la madrugada, del día 12 de abril de 1977, los asesinos tocaron el timbre de la casa de los abuelos de Julián y se llevaron a sus padres.
“Con el tiempo fui encontrándome con sobrevivientes que me contaron que los vieron dentro del Centro Clandestino conocido como ‘La Cacha’, que funcionaba en la cárcel de Olmos. Me dijeron que mi papá ayudaba, conversaba bajito, daba fuerza. Alguien me contó alguna vez que mi papá animaba a los compañeros tabicados, que les pedía que tararearan con él una canción. Según me contaron, muchos de los que estaban secuestrados junto con él lo seguían y cantaban. A veces fuerte, a veces bajito. Esa canción era de un famoso cantautor italiano de los ‘60: Doménico Moduño. Es una canción de despedida: El título: ‘El hombre en frack’”, dijo Julián. Y agregó: “El último sobreviviente que los vio a mi mamá y a mi papá fue en julio de 1977”.
“Me gustaría terminar este encuentro con esa canción porque esa es la manera que encontré para recordarlo. Por suerte la canción no es un golpe bajo. No se asusten, es medio bizarra, pero vale”, dijo Julián, con una sonrisa.
Arias Mercader les recordó a los alumnos que aquellos jóvenes como el papá de Julián tuvieron una existencia real, que quisieron hacer una patria mejor para todos y aseguró que hoy está trabajando para que aquellos sueños se cumplan. Entonces, agradeció el relato y dio paso a la música, que los chicos recibieron con aplausos, aunque a algunos les dio vergüenza y se retiraron más rápido del salón de actos.
“El tipo cantaba para poner algo de felicidad al campo de concentración. Por eso aplaudimos”, explicaba a sus amigas una alumna de cuarto año.

6 de mayo de 2011

Troilo, Salgán y Pugliese también van a la escuela


Lo que recibí de otros, lo tengo que pasar a otros, afirma el bandoneonista Rodolfo Mederos, y sube al escenario para participar de una peña escolar, una acción comunitaria, colectiva, nada superficial, no para que lo aplaudan, sino para transmitir un saber, un gusto; para compartir el hecho vital que significa tocar tango: la música clásica nacional, sostiene. Debajo, los alumnos de la Escuela de Educación Primaria N° 84 del barrio Villa Elvira lo miran con desconfianza, se sorprenden, le tocan la espalda a un compañero y miran para otro lado, bostezan, se ríen, ven bailar a una pareja, escuchan a sus compañeros más grandes cantar a coro y descubren un instrumento que se llama bandoneón, del que el invitado especial, ese hombre vestido de negro, saca sonidos musicales. Mederos siembra de manera muy austera, con la esperanza de generar un entusiasmo, una necesidad.
“Ningún pueblo tendrá futuro si no tiene memoria”, dice, sentado en el aula de primer grado de la escuela que ayer lo tuvo como protagonista, después de pasar el día en el salón de actos, en el marco del ciclo “Escuela, Tango, Club” que puso en marcha la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, destinado a los chicos que cursan el nivel de enseñanza primaria.
El evento contó con la participación de los alumnos de 4º y 5º grado, que cantaron para los más chicos, y hubo dos parejas de baile. Los docentes estuvieron representados por Antonella Bruschi en baile y Marcela Rodríguez en canto; mientras que los músicos locales –invitados por la Municipalidad de La Plata–, subieron al escenario a mostrar su arte y pudieron tocar acompañados por el maestro en el bandoneón. Decí por Dios que me has dado / que estoy tan cambiado / no sé más quién soy…
De alguna manera, Mederos intenta presentarle el tango a la tercera o cuarta generación de argentinos “huérfanos” de aquella música popular que supo bailarse en el club del barrio, “desaparecidos” ambos después de la “década infame” que significó la última dictadura cívico militar. “Porque no hubo sólo 30 mil desaparecidos –dice–, sino también una cultura desaparecida: la dictadura y sus socios las multinacionales obligaban a borrar las cintas y las matrices de la música popular argentina, porque había que hacer lugar a la ‘nueva ola’”, entre los que podrían citarse a Palito Ortega, Johnny Tedesco, Jolly Land y Violeta Rivas, máximos exponentes del Club del Clan que se popularizó en los ‘60 y ‘70.
“Nos orientaron hacia otros gustos, más anglosajones. No es que sea un Bin Laden de la música, pero quisimos creer que inventamos una nueva categoría musical y la llamamos rock nacional, pero la música expresa una forma de ser, un lugar, no puede ser igual en todos lados. Y el rock es anglosajón”, opina.
Dice Mederos que los argentinos compramos y el tango, que había llegado a un nivel de perfección que todavía no ha sido superado, dejó de ser la música popular que era. “Los muchachos de hoy se encuentran con un panorama bastante estéril y, aunque siempre estoy esperanzado, estamos transcurriendo un momento muy crítico en el que hay que ahondar mucho en el pasado para poder aprender. El camino que tienen que hacer los jóvenes es una locura. Antes no era así. Yo aprendí con la orquesta, aprendí como se aprende a hablar. Hoy los chicos no tienen con quién tocar, de quién aprender”, afirma.
Y se queja: “pareciera que tenemos vocación de esclavos, de sometidos. Si queremos hacer algo de alto nivel, algo importante, lo llamamos a Plácido Domingo, cuando el tango es nuestra música clásica”.
Además de tocar en los turnos mañana y tarde en el colegio, a la nochecita los músicos locales y el maestro armaron una milonga en el Club Circunvalación, en 7 entre 77 y 78.
Pese al panorama desolador que presenta, con toda la música atravesada por el rock, para Mederos hay esperanza, lejos del bullicio y del ruido, porque todavía hay quien necesita mirar hacia su interior y profundizar. Cuando la virtud deje de ser la rapidez y sean el tiempo y la confianza, sostiene Mederos; cuando sea importante detenerse en un parque a ver los árboles, a escuchar los pájaros, entonces, podrán ser recuperados los Troilo, los Salgán, los Pugliese, nuestros Beethovens, nuestros Mozarts. “Me honra venir a las escuelas a tratar de recuperar la esencia del tango y desparramarla un poco, porque sino, terminaremos siendo nada. Como ya sabemos: no hay pueblo sin historia”, dice Mederos.

1 de mayo de 2011

Un actor, un trabajador de la cultura


En los ‘70 trabajó en Quebracho y participó en La Patagonia rebelde. Estuvo prohibido durante la dictadura y volvió a actuar en democracia. Hizo teatro, cine y televisión, pero también fue militante gremial y llegó a ser secretario general de la Asociación Argentina de Actores, a principios de los ‘90. Es el actor nacional que más cortos filmó y acaba de protagonizar El Fausto Criollo, la película de Fernando Birri basada en el cuento de Estanislao Del Campo. Se llama Omar Fanucci y hoy estrena en La Plata He visto a Dios, un clásico del teatro nacional escrito en 1930 por Francisco Defilippis Novoa, que será dirigido por Norberto Barruti en la sala Armando Discépolo de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires.
“Ahora los días se me hacen más largos, un poco pesados. La gente está trabajando y yo ya me estudié la letra”, revela a Diagonales, un poco ansioso ya, sentado en la mesa del patio de la sala del taller de teatro de la Universidad Nacional de La Plata, donde se instaló el 7 de febrero, para empezar con los ensayos de la obra que estará en la cartelera del teatro de la provincia durante los próximos dos meses. “La relación con la gente del teatro ha sido muy fuerte”, sostiene.
Fanucci y Barruti se conocieron desde hace años en el Encuentro de teatro de Teodolina, que se realiza desde 1993 en Santa Fe, aunque fue recién el año pasado que al director platense se le ocurrió que podría hacer una obra con el actor santafesino. Poco después del último festival en el que se vieron, Barruti lo llamó para tentarlo. ¿Vos conocés He visto a Dios?, le preguntó. “Claro que la conocía: una obra bárbara”, dice Fanucci. Hubo otro llamado a los dos días. Venite a ver Babilonia, invitó el director, que desde marzo de 2010 tiene en cartelera la obra de Armando Discépolo, originalmente estrenada en 1925.
Fanucci viajó a La Plata a ver Babilonia y quedó enganchado. “Muy enganchado”, corrige. “La puesta me parece una obra maestra. Una obra de arte: todo el juego de las idas y venidas hacen de la obra una opereta musical, pero sin sonido. Enseguida me interesó la posibilidad de trabajar con él”, afirma. Barruti ya tenía todo preparado y lo invitó a ir a un hotel. Fanucci no quiso. “Pedí quedarme en el teatro. Vine el 7 de febrero y el 9 ya estábamos ensayando”.
“Estoy muy contento porque es la primera vez que hago grotesco y me encontré con un maestro del género. Es impresionante lo que sabe de esto. Al menos de esto. Además, me relacioné muy bien con el elenco y la obra es maravillosa. A la noche me acuesto pensando en el personaje”, describe.
Aunque tenía la posibilidad de ir a un hotel, Fanucci decidió quedarse en el teatro. “En este mundo de silencio y fantasmas. Porque hay fantasmas”, ríe. Y fue allí que trabajó camino al estreno, que consideró como la cima de una montaña. “Una vez que estás arriba ves todo el panorama.
Entonces, el público te da la energía necesaria para continuar con la creación, una energía que va y que viene y al actor le pega en la cara. Porque el teatro es el actor y el público, el otro”, asegura.
LA OBRA. Fanucci vio He visto a Dios dos veces. Una versión para televisión y una vez en teatro, en Teodolina. Sin embargo, cuando ensayaba para la puesta que lo tendrá como Carmelo Salandra, inmigrante italiano, joyero y relojero que acumula dinero para su hijo, sentía que todo era nuevo. “No me acordaba de algunas escenas, porque, aunque podrían ser muy importantes para la obra, en aquellas puestas habían sido intrascendentes”, cuenta.
Con el correr de los ensayos, Fanucci tuvo la certeza de trabajar en una obra a la que describe como “teatral hasta la médula, con el conflicto presente a flor de piel en todas las escenas”.
Además, explica, en la obra de Defilippis Novoa hay “una cosa que no pasa en las otras obras de principios de siglo pasado: la tragedia está en la mitad de la historia. No al final. Hay algo, en la mitad de la historia, que cambia la vida de este hombre”.
Salvando las distancias, sin comparar la situación política sino la personal, el actor distinguió lo que le sucede su personaje con lo que le ocurrió a las Madres de Plaza de Mayo. “Lo atraviesa la tragedia y va en búsqueda de la verdad”, dice.
DIVIDIDO EN DOS. Dice Fanucci que dividió su vida en dos. Una parte fue la actoral y la otra el compromiso social. Estudió actuación con Carlos Gandolfo, Raúl Serrano y Juan Carlos Gené; hizo obras de teatro contemporáneo, absurdo, realismo y de investigación. Trabajó con Hilda Ledesma y Alejandra Boero y hacía en televisión Teatro como en el teatro, con Rodolfo Ranni y Julio De Grazia, cuando fue el golpe de estado de 1976. Y aunque estuvo prohibido, no abandonó la labor sindical en actores.
En el ‘83 volvió a hacer cine, dirigió teatro de la oscuridad y ganó un Martín Fierro por Los cuentos del Capitán, que se transmitía por cable. Entre sus últimas películas recordó La Esperanza, que se estrenó en 2003 y lo tuvo como protagonista junto a Ulises Dumont; y El Piano Mudo, dirigida con Zuhair Jury, el hermano de Leonardo Fabio, y protagonizada por el pianista Miguel Angel Estrella.
De su vida militante, trajo al presente Ford Falcon buen estado se vende, un cortometraje muy famoso, que lo llevó a recorrer el país en los años ‘80. Y su vida sindical. “Los trabajadores tienen que estar unidos en alguna parte. Y los actores somos trabajadores de la cultura, así que siempre trabajé -ad honorem- en la Asociación Argentina de Actores. Pensar en los otros fue lo mejor que me pasó en la vida. Ahora, ya pienso que cumplí”, afirma.
Los días en La Plata son para Fanucci siempre parecidos. Se levanta temprano a estudiar, toma unos mates y sale a caminar. Durante la semana va a Plaza Moreno. Los domingos le gusta ir a ver a la gente en Plaza Italia. "Soy un trabajador de la cultura y me gusta lo popular", dice.