"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

1 de mayo de 2011

Un actor, un trabajador de la cultura


En los ‘70 trabajó en Quebracho y participó en La Patagonia rebelde. Estuvo prohibido durante la dictadura y volvió a actuar en democracia. Hizo teatro, cine y televisión, pero también fue militante gremial y llegó a ser secretario general de la Asociación Argentina de Actores, a principios de los ‘90. Es el actor nacional que más cortos filmó y acaba de protagonizar El Fausto Criollo, la película de Fernando Birri basada en el cuento de Estanislao Del Campo. Se llama Omar Fanucci y hoy estrena en La Plata He visto a Dios, un clásico del teatro nacional escrito en 1930 por Francisco Defilippis Novoa, que será dirigido por Norberto Barruti en la sala Armando Discépolo de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires.
“Ahora los días se me hacen más largos, un poco pesados. La gente está trabajando y yo ya me estudié la letra”, revela a Diagonales, un poco ansioso ya, sentado en la mesa del patio de la sala del taller de teatro de la Universidad Nacional de La Plata, donde se instaló el 7 de febrero, para empezar con los ensayos de la obra que estará en la cartelera del teatro de la provincia durante los próximos dos meses. “La relación con la gente del teatro ha sido muy fuerte”, sostiene.
Fanucci y Barruti se conocieron desde hace años en el Encuentro de teatro de Teodolina, que se realiza desde 1993 en Santa Fe, aunque fue recién el año pasado que al director platense se le ocurrió que podría hacer una obra con el actor santafesino. Poco después del último festival en el que se vieron, Barruti lo llamó para tentarlo. ¿Vos conocés He visto a Dios?, le preguntó. “Claro que la conocía: una obra bárbara”, dice Fanucci. Hubo otro llamado a los dos días. Venite a ver Babilonia, invitó el director, que desde marzo de 2010 tiene en cartelera la obra de Armando Discépolo, originalmente estrenada en 1925.
Fanucci viajó a La Plata a ver Babilonia y quedó enganchado. “Muy enganchado”, corrige. “La puesta me parece una obra maestra. Una obra de arte: todo el juego de las idas y venidas hacen de la obra una opereta musical, pero sin sonido. Enseguida me interesó la posibilidad de trabajar con él”, afirma. Barruti ya tenía todo preparado y lo invitó a ir a un hotel. Fanucci no quiso. “Pedí quedarme en el teatro. Vine el 7 de febrero y el 9 ya estábamos ensayando”.
“Estoy muy contento porque es la primera vez que hago grotesco y me encontré con un maestro del género. Es impresionante lo que sabe de esto. Al menos de esto. Además, me relacioné muy bien con el elenco y la obra es maravillosa. A la noche me acuesto pensando en el personaje”, describe.
Aunque tenía la posibilidad de ir a un hotel, Fanucci decidió quedarse en el teatro. “En este mundo de silencio y fantasmas. Porque hay fantasmas”, ríe. Y fue allí que trabajó camino al estreno, que consideró como la cima de una montaña. “Una vez que estás arriba ves todo el panorama.
Entonces, el público te da la energía necesaria para continuar con la creación, una energía que va y que viene y al actor le pega en la cara. Porque el teatro es el actor y el público, el otro”, asegura.
LA OBRA. Fanucci vio He visto a Dios dos veces. Una versión para televisión y una vez en teatro, en Teodolina. Sin embargo, cuando ensayaba para la puesta que lo tendrá como Carmelo Salandra, inmigrante italiano, joyero y relojero que acumula dinero para su hijo, sentía que todo era nuevo. “No me acordaba de algunas escenas, porque, aunque podrían ser muy importantes para la obra, en aquellas puestas habían sido intrascendentes”, cuenta.
Con el correr de los ensayos, Fanucci tuvo la certeza de trabajar en una obra a la que describe como “teatral hasta la médula, con el conflicto presente a flor de piel en todas las escenas”.
Además, explica, en la obra de Defilippis Novoa hay “una cosa que no pasa en las otras obras de principios de siglo pasado: la tragedia está en la mitad de la historia. No al final. Hay algo, en la mitad de la historia, que cambia la vida de este hombre”.
Salvando las distancias, sin comparar la situación política sino la personal, el actor distinguió lo que le sucede su personaje con lo que le ocurrió a las Madres de Plaza de Mayo. “Lo atraviesa la tragedia y va en búsqueda de la verdad”, dice.
DIVIDIDO EN DOS. Dice Fanucci que dividió su vida en dos. Una parte fue la actoral y la otra el compromiso social. Estudió actuación con Carlos Gandolfo, Raúl Serrano y Juan Carlos Gené; hizo obras de teatro contemporáneo, absurdo, realismo y de investigación. Trabajó con Hilda Ledesma y Alejandra Boero y hacía en televisión Teatro como en el teatro, con Rodolfo Ranni y Julio De Grazia, cuando fue el golpe de estado de 1976. Y aunque estuvo prohibido, no abandonó la labor sindical en actores.
En el ‘83 volvió a hacer cine, dirigió teatro de la oscuridad y ganó un Martín Fierro por Los cuentos del Capitán, que se transmitía por cable. Entre sus últimas películas recordó La Esperanza, que se estrenó en 2003 y lo tuvo como protagonista junto a Ulises Dumont; y El Piano Mudo, dirigida con Zuhair Jury, el hermano de Leonardo Fabio, y protagonizada por el pianista Miguel Angel Estrella.
De su vida militante, trajo al presente Ford Falcon buen estado se vende, un cortometraje muy famoso, que lo llevó a recorrer el país en los años ‘80. Y su vida sindical. “Los trabajadores tienen que estar unidos en alguna parte. Y los actores somos trabajadores de la cultura, así que siempre trabajé -ad honorem- en la Asociación Argentina de Actores. Pensar en los otros fue lo mejor que me pasó en la vida. Ahora, ya pienso que cumplí”, afirma.
Los días en La Plata son para Fanucci siempre parecidos. Se levanta temprano a estudiar, toma unos mates y sale a caminar. Durante la semana va a Plaza Moreno. Los domingos le gusta ir a ver a la gente en Plaza Italia. "Soy un trabajador de la cultura y me gusta lo popular", dice.

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