"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

19 de noviembre de 2009

Ayer y hoy


Una fachada en vías de extinción. El edificio en donde funcionó Los Campeones será reemplazado por una construcción moderna de la Caja de previsión y seguro médico

Los cambios que la construcción impuso a la ciudad en los últimos años fueron registrados por dos arquitectas platenses en un estudio fotográfico que cuenta con más de 2.000 imágenes. La ciudad perdida puede verse en las fotos que Sandra Balleiro compuso en equipo con Polly Sovinsky, en la que muestran la ciudad que es y que aún puede protegerse. "Hay pérdidas irrecuperables, pero también hay abandonos que pueden recuperarse, desidia que puede reaccionar, presencias que deben ser respetadas y necesidades que deben ser atendidas", explicó Sovinsky a Diagonales.
Sovinsky contó que en cada recorrido que hacen por la ciudad, cámara en mano, "hay vecinos que se nos acercan con la inquietud de averiguar cómo salvar su propiedad, cómo evitar ser seducido por un mercado que pretende canjear valor por precio".
La pareja trabaja en equipo. Se reúne a discutir los temas de las salidas y recorre la ciudad para retratar los contrastes entras las nuevas y las viejas construcciones, las molduras, las rejas o las puertas de las casas platenses.
Las dos coinciden en que sobrevalorar el objeto arquitectónico implica el riesgo de convertir la ciudad en un museo y que negar el crecimiento de la ciudad puede provocar un hecho injusto. Y tal vez por eso se embarcaron en un proyecto con el que pretenden generar preguntas y permitan arribar a un equilibrio.
Además, citan a Beatriz Sarlo: "La ciudad vive cuando sus habitantes sienten que pueden hacer mucho de lo que quieren, de lo que les gusta o de lo que necesitan. La ciudad se destruye cuando sólo obedece al mercado y permite cualquier cosa en cualquier lugar". Y se preguntan: "¿Puede la especulación decidir el cambio urbano? ¿Puede la ciudad ser tratada como mercancía? ¿Cómo defendernos de ese ataque? ¿Hay una solución posible?".
En busca de una respuesta a las verdaderas necesidades de la ciudad –de todos sus habitantes– y de la preservación del patrimonio es que abren el debate con las imágenes de una ciudad que es, que fue y que tal vez no siga siendo.


Emblemática. La esquina de 7 y 50 no podía estar ausente. Fue para mostrar los contrastes que hay en la ciudad. De un lado, la clásica propuesta del Banco Hipotecario y, del otro, el edificio de cemento


Más contrastes. La Casa de España en La Plata y el edificio de diagonal 79 entre 6 y 54 muestran las diferencias de estilos que hay en la ciudad con sólo levantar la vista y ver las fachadas


Meridiano V. Cerca de la Estación Provincial, hay dos puertas que alguna vez fueron iguales. “Gemelas”, dijeron las arquitectas. Y podrían haber dicho “siamesas”. Es una foto que parece preguntar: ¿Y usted, cuál prefiere abrir?



Detalle. Un trabajo de orfebrería en metal, en una puerta de una casa de 9 entre 49 y 50.


El peso. “Los leones soportan el peso del balcón y del deterioro”, describió Sovinky. La casa queda en 7 y 47 y forma parte de la serie que las arquitectas bautizaron como “balcones” y muestra las ornamentaciones que se usaban en otras épocas


histórico. El detalle de la construcción en la parte superior de la entrada principal del edificio del Banco Nación, en 7 y 48, es una clara muestra de perfección arquitectónica. Un edificio que, al menos por el momento, queda en pie

5 de noviembre de 2009

Matrimonio homosexual


Más igualdad y menos humillación
El análisis de Vilma Ibarra
Por primera vez en la Argentina el Congreso Nacional ha iniciado el debate para reconocer a las personas homosexuales el derecho a contraer matrimonio en iguales condiciones que los heterosexuales. Con los mismos derechos y con las mismas responsabilidades. Y también con el mismo nombre: matrimonio, porque se trata, esencialmente, de un tema de igualdad.
Los dos proyectos de ley que se están tratando, uno de autoría de la diputada socialista Silvia Ausburger, y otro de mi autoría, proponen una sencilla modificación del Código Civil. Sin embargo, esta modificación conlleva un enorme valor simbólico en materia de igualdad y derechos civiles y es además, una conquista real y efectiva para la vida cotidiana de miles de personas que hasta hoy no pueden institucionalizar sus vínculos familiares y se ven estigmatizadas y humilladas.
El matrimonio es una institución civil y laica que ha ido modificándose con el tiempo. Hasta hace poco más de dos décadas no existía el divorcio; las mujeres no podíamos trabajar sin autorización de nuestros maridos, no podíamos ejercer la patria potestad sobre nuestros hijos, y hace no mucho tampoco podíamos votar.
Ante cada uno de estos cambios legislativos se escucharon voces que auguraban el fin de la familia y del orden social. No obstante, incorporadas esas conquistas a nuestro sistema jurídico, han significado libertades que permitieron a las personas planificar sus vidas con mayor dignidad y respeto.
En siete provincias, todavía, la homosexualidad es una contravención. Cotidianamente se escuchan burlas a los gays, lesbianas y transexuales y muchas veces se los estigmatiza y se los lastima en su dignidad. En sus relaciones familiares no tienen derechos alimentarios, no pueden heredar, ni disponer del cuerpo de su pareja fallecida. Sus hijos tienen menos derechos que los de una pareja heterosexual.
Gran parte de la responsabilidad de que esto suceda es que el Parlamento argentino permite que la ley no los trate igual que al resto de las personas, sólo por su orientación sexual. El matrimonio de dos personas del mismo sexo no agravia a nadie, no restringe derechos de nadie, no es contra nadie. Sólo se trata de igualar y de respetar las decisiones que cada persona toma para planificar su vida privada. Y un Estado que iguala, siempre, siempre, es un Estado que gana en justicia y dignidad.
Diputada nacional - Presidenta de la Comisión de Legislación General

Como la Ley de la gravedad
La opinión de Mónica del Río
Cuando arrojamos una pelota hacia arriba cae, porque existe una ley física que es la ley de gravedad. Cuando un animal advierte el peligro huye, porque dentro de las leyes biológicas está el instinto de supervivencia. Y cuando un hombre mata, sabe que está haciendo algo malo, aunque es libre y puede desoír su conciencia. Lo sabe porque hay una ley grabada en su corazón que le permite discernir entre el bien y el mal.
Hay leyes propias de la naturaleza humana. La unión conyugal surge de la naturaleza social del hombre y de la inclinación natural a propagar la vida humana.
El matrimonio tiene fines naturales -el bien de los esposos y la generación y educación de los hijos-, esos fines reclaman que en él se unan una persona-hombre y una persona-mujer. Dos personas del mismo sexo no pueden procrear y no pueden complementarse -ni en lo sexual, ni en lo psicológico.
Particularmente grave es la adopción por parte de parejas homosexuales, equivale a la cosificación del hijo. No existe el derecho al hijo, existe el derecho del niño a crecer en el seno de una familia. La persona es siempre un fin en sí mismo, nunca un medio. Ni el medio para curar a otro, ni el medio para satisfacer el deseo de ser padres. En el caso de las parejas infecundas -heterosexuales u homosexuales- debería privilegiarse siempre el bien del niño, que reclama llegar al mundo como lo hemos hecho la mayoría de los mortales, engendrados naturalmente por su papá y su mamá, o contar en su defecto con padres adoptivos que puedan ser identificados como un papá y una mamá.
Es imprescindible para que el niño reconozca y acepte su sexualidad que cuente con modelos claros y valorables de varón y mujer. Los niños criados por homosexuales tienen problemas de socialización, ese niño se preguntará, inevitablemente, por qué él no tiene un papá y una mamá como el resto de sus amigos.
El hombre tiene que aceptar que tiene una naturaleza. Naturaleza que le fue dada y que él no puede elegir porque no la construye. Del mismo modo que acepta otras cosas sin sentir por eso que limitan su libertad. No elegimos la patria, no elegimos a nuestros padres, no elegimos nuestra raza y no elegimos nuestro sexo. No elegimos comer por la boca, no elegimos caminar en lugar de volar y no elegimos la forma de relacionarnos sexualmente.
Directora del portal Notivida

Una lucha más
La opinión de Leopoldo Dameno
Los homosexuales son biológicamente normales, lo que no es normal es el ejercicio de la homosexualidad." Con esa seguridad se expresa un sitio pro-vida (?) católico en internet. Cuántos personajes Capussotto podrían elaborar a partir de esta frasecita. Pero no vamos a analizar aquí estas ideas que no sorprenden, sino la violencia encubierta (y no tanto) en ellas.
La gran pregunta es: ¿hasta cuándo cierto sector de la Iglesia sacará a relucir su batería de leyes universales impuestas violentamente cuando -ellos suponen- que otros los atacan? Y esos otros siempre representan perversión, desviación, son minoría y… ¡un atentado a la familia! ¿A qué familia? ¿Cómo se compone una familia? ¿Quién detenta la verdad en eso? Mientras ese modelo en apariencia único sigue sosteniéndose, aparecen por lo bajo, invisibles y sin ningún resguardo legal, muchas otras familias. ¿Por qué esas uniones no son también familias? El modelo heterosexista reproductivo es claramente la familia hegemónica, eso no es novedad. Pero las otras familias tampoco son novedad: su visibilidad es el elemento vital que está faltando hace tiempo y que este proyecto de ley que permite casarse a cualquier persona (independientemente de su orientación sexual) viene a iluminar lo que todavía no se quiere ver. Creo fuertemente que sólo es un punto más en la lucha por la visibilidad, y no el camino de llegada. Y espero, quizá ingenuamente, que el final del recorrido sea el cese de la violencia contra lesbianas, gays y las travestis que sigue ocurriendo día a día. La lucha por el matrimonio debe verse como un elemento más para alcanzar la igualdad jurídica sin acaparar la discusión central de las reivindicaciones de las organizaciones LGTB.
Sino serviría también para aportar a la cultura "gay friendly" que supone que la Argentina es un país amistoso hacia quienes no son heterosexuales.
La violencia de la frase pro-vida es el problema, esa de la cual no se reflexiona nunca a nivel masivo. Esa misma violencia justifica la invasión de la Iglesia en los cuerpos de todos y todas, y perpetúa su perverso manejo de la información. Mejor terminar con otra frase, en las antípodas de aquella, que da título a la película del cineasta alemán Rosa von Praunheim: "No es perverso ser homosexual, perverso es el sistema".
Espacio Queer, La Plata.

Yo no me quiero casar, ¿y usted?
El análisis de Ariel Álvarez
Hay cosas que sencillamente desbordan mi capacidad de razonamiento. Que dos personas que se aman (o por el motivo que sea) decidan unirse en matrimonio y no puedan hacerlo por ser del mismo sexo, es incomprensible. O tendría que serlo. No existe un argumento en contra que no incluya términos como: perversión, Dios, pecado, alma, enfermedad. Todos temas de discusión filosófica que nada tienen que ver con los derechos individuales. Lo que sí es una realidad es que una sociedad no se vuelve tolerante de un día para el otro, sobre todo cuando se trata de reconocer los derechos de personas que pertenecemos a una minoría que trastorna el orden social vigente. Un orden que establece al binomio "Hombre/ Mujer" como una realidad verdadera y natural y a la heterosexualidad como la única manera de relacionarnos.
El reciente debate en el Parlamento acerca del matrimonio de parejas homosexuales es, sin duda alguna, un hecho histórico en la lucha por la igualdad de derechos. Un debate que enmarca no solo las obvias posturas "a favor" y "en contra", sino que también pone de manifiesto cuestiones que, para algunos gays y lesbianas, todavía es necesario discutir dentro de la misma comunidad. Para algunos de nosotros la sociedad no acepta, sino que absorbe e incorpora con sus propios códigos: "Los homosexuales lentamente empezaron a querer adoptar todos los códigos de la sociedad que los rechazó", dice Manuel diseñador gráfico, y agrega: "La repetición de modelos héteros a mí no me interesa. No quiero casarme o adoptar hijos. No porque crea que eso está mal. Creo que no podemos generalizar. Es una cuestión que tiene que ver con las decisiones personales y yo elijo decir ‘no’ a lo que para mí forma parte del control y la asimilación a la que, de a poco, los gays y lesbianas somos sometidos".
Marcelo toca el bajo en Sr Tomate, una de las bandas más reconocidas de la escena local y forma parte de otros proyectos musicales como la banda platense Maricas Malas, programadas para el mal y Actor fetiche y los Sobreadaptados. Pese al nombre de su grupo, Marcelo siente que el matrimonio es una adaptación, una manera de decir ‘somos tan normales como ustedes’: "El matrimonio es como una trampa del sistema para continuar su dominación. Yo apoyo y celebro todos los logros obtenidos en nuestra lucha, pero creo que gran parte de la comunidad reivindica valores tradicionales como la familia. Yo no creo en el matrimonio, sea hétero o no y eso nada tiene que ver con mi identidad sexual".
La cuestión aquí no pasa por restar la importancia enorme que tiene la obtención de un derecho, cualquiera sea este. Simplemente se trata de exponer que, para algunos, en las agendas de las minorías sexuales existen desfasajes: "A mí me molesta que se le dé tanta importancia al matrimonio cuando todavía existen cuestiones más básicas sin resolver como la problemática de las travestis" dice Federica, diseñadora de indumentaria de la marca blu*. "Muchas son asesinadas por la Policía y eso no trasciende en las noticias. No me parece que se tenga que discutir cosas tales como, por ejemplo, la aceptación de los gays en el ejército. Yo no quiero hacer militancia con una lesbiana que quiere ser capitana. Odio el ejército. En ese caso el hecho de que a las dos nos gusten las mujeres es intrascendente", sigue y agrega: "No me parece mal que se nos otorguen derechos como la unión civil, que me permite visitar a mi pareja en una sala de terapia intensiva. Lo que me parece mal es tener que pelear por eso, aceptar una norma patriarcal que dice que para poder hacerlo me tengo que casar. Esta es la triste realidad en la que no se piensa, en que estamos convirtiéndonos en víctimas de una transacción que para mí es nefasta: la aceptación de normas de control a cambio de un derecho".
Periodista