"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

22 de junio de 2011

Talleres textiles clandestinos


La mujer lloraba al pie de la escalera cuando sonó su teléfono celular. “Hola”, dijo, entre lágrimas, antes de empezar a conversar en voz aborigen: tal vez Quechua, tal vez Aymará. Alguien trataba de tranquilizarla del otro lado de la línea. Ella se agarraba la cabeza. Cuando cortó, levantó la vista, vio su casa llena de policías y volvió a llorar. “A mí no me gustaba la costura. Yo quería volver a mi país, pero mi marido quería quedarse”, explicó, mientras subía a la planta alta, a su casa de 27 bis entre 512 y 513, a medio terminar, donde vive, hacinada, con su familia.
–¿Tenían empleados?
–Todos familiares.
–Encontraron unas 35 máquinas y sólo 15 personas.
–Es que no todas las máquinas se usan para lo mismo, hay que ir pasando la prenda de una máquina a otra, porque hay que hacer las costuras, los ojales, pegar los botones…
–Dicen que los trabajadores no estaban registrados.
–Yo no sabía –dijo entre lágrimas– lo que había que hacer. Me quería ir… Yo quería volver a mi país...

La precariedad de la construcción en la que vivían los dueños de una de las viviendas en las que fueron descubiertos los talleres clandestinos se profundizaba en los galpones o habitaciones de madera en la que la ropa era manufacturada, en 104 máquinas de costura industriales prácticamente nuevas.
“El baño es sólo hacer pis”, decía un cartel colgado de una puerta. En el galpón principal las paredes estaban sin revocar y los cables de la electricidad colgaban de cualquier parte, pero en la vivienda de al lado, donde las divisiones eran de chapa y madera, la situación era peor.
En ninguna de las dependencias había matafuegos, ni puerta de emergencia, ni ninguna precaución en caso de que pudiera ocurrir una emergencia que requiriera una rápida evacuación del lugar.
“Ya sabíamos que había un taller de costura, pero pensamos que era en ese galpón y no en todas las casas”, revelaron, sorprendidos, un par de vecinos que se acercó a curiosear.
–¿Daban trabajo?
–No. Si había trabajo sería para ellos –explicó Ariel.
–¿Quiénes?
–Los bolivianos. Trabajan en familia –agregó Florencia.
Kevin, de 9 años, reclamaba alguno de los pantalones que “salen como 500 pesos”.

EL OPERATIVO. Ropa de las marcas Boss, Levi´s, CyC, Tiza, Tucci, Industry, Rapsodia, Wanama, Neutro, Lolis, Geotex y Gótico se amontonaban ayer en el piso de algunas de las diez viviendas allanadas, según informaron fuentes judiciales y policiales. También había buzos bordados del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) y uniformes del Colegio Católico San Cayetano, de 44 entre 29 y 30.
El operativo que permitió el hallazgo del galpón y las dependencias de las casas vecinas habría surgido de una investigación a cargo de personal de la comisaría Primera, según fuentes judiciales, que trabajó encubierto para llegar al lugar.
Aunque el fiscal Marcelo Romero pidió nueve allanamientos, cuando llegó ayer 27 bis entre 512 y 513 con los efectivos policiales advirtió que había otra vivienda en la que se confeccionaba ropa. El titular del juzgado de garantías Nº 6, Fernando Mateos, autorizó a que se la inspeccionara.
Romero calificó el caso como “reducción a la servidumbre”, por lo que es probable que en unos días le pase la instrucción al fiscal Fernando Cartasegna, quien lleva adelante una mega causa por tráfico de personas.
La Policía Federal estuvo presente para investigar el posible delito de trata, mientras que la AFIP analizó el tema administrativo y el pago de impuestos. El ministerio de Trabajo de la provincia de Buenos Aires, en tanto, corroboró las condiciones de trabajo.
“Se trata de varias viviendas precarias donde secuestramos máquinas textiles y gran cantidad de ropa, y hallamos gente, la mayoría extranjeros, en condiciones de hacinamiento y reducción a la servidumbre que trabajaban en estos talleres clandestinos”, informó Romero. Existía un “gran peligro debido a las conexiones clandestinas de electricidad”, agregó.
En la cuadra, había al menos 17 personas entre adultos y menores, que vivían hacinados y trabajaban en condiciones de esclavitud, dijeron las fuentes. El fiscal dispuso la aprehensión de nueve hombres, seis de los cuales fueron acusados de “reducción a la servidumbre”, mientras que otros tres, que llegaron a buscar pedidos, quedaron bajo la mira de la justicia por “encubrimiento agravado”.
Romero les tomará declaración indagatoria hoy y luego decidirá su situación.
Fueron secuestradas 104 máquinas industriales de costura recta y remalladoras con banco y porta rollos, unas 33 mil prendas –la mayoría jeans– terminadas y embaladas para ser distribuidas, 22 mil prendas en corte sin unir –listas para coser–, 36 rollos de tela enteros, 38 mil etiquetas para coser y 16 bolsas con miles de botones metálicos para vaqueros, además de una innumerable cantidad de cierres metálicos.

Foto: Matías Adhemar

15 de junio de 2011

Cartoneros



–Ponete a pensar –pidió Luis–, nos quieren sacar los carros pero no se dan cuenta que atrás nuestro hay una familia.
–Trabajamos con lluvia, con frío –agregó Mónica.
–A la noche, los chicos me están esperando para ver qué les traje de comer. Por ahí no tengo plata para el pan, pero, en la calle, consigo –dijo él.
–Tal cual –reafirmó ella.

Para Luis y para Mónica esta semana empezó más difícil que de costumbre. La Municipalidad de La Plata colgó en el centro carteles con los que recuerda la prohibición de la tracción a sangre y realizó una razia con la que secuestró carros y caballos. Los cartoneros reaccionaron con una movilización solidaria y lograron que les devuelvan sus herramientas de trabajo. Tres temas quedaron planteados y serán motivo de debate entre las partes durante los próximos días: los horarios de recolección (que pretenden restringir), la presencia de niños en los carros (y su consecuente trabajo infantil) y la tracción a sangre (con la violencia que significa para los animales).

Víctor y Marisa son los jefes de una familia numerosa que cartonea. Tienen ocho hijos y once nietos, de entre 8 meses y 11 años. Viven en una casa del Plan Federal en 122 y 521 y tienen tres carros: uno tirado por un caballo, otro tirado a mano y un tercero que tiran con una moto de 110 centímetro cúbicos. Mónica está casada con Alejando, uno de los hijos de la pareja, y fue la encargada de contar a Diagonales cómo es un día de trabajo de la familia.
A la mañana, los chicos van al colegio y al jardín, Víctor sale a cartonear hasta el mediodía y los otros adultos se encargan de separar los residuos que recolectaron el día anterior y acopiar cartones, plásticos, botellas y papeles, según sus características. También guardan chatarras en un espacio cerrado con una puerta con candado, para que los chicos no se lastimen. Ocupan un terreno frente a su casa, donde los objetos se amontonan 10 ó 15 días, tal vez un mes, hasta ser vendidos, de acuerdo a las necesidades familiares. Cada 100 kilos de cartón, cobran 60 pesos.
El dinero que ganan se reparte en partes iguales para cada una de las familias, mientras que los que tienen chicos cobran también la asignación universal por hijo y dos de los adultos tienen un plan de 150 pesos por mes, por atender el comedor de los carreros, construido con objetos hallados en la calle, en el que jueves y vienes dan la cena a 60 chicos y los sábados sirven una copa de leche.
La separación de residuos termina al mediodía y la familia se toma la tarde libre. A las 17.30 vuelven a poner manos a la obra. Víctor sale en el carro tirado por un caballo junto a dos de sus nietos, alguno de los que tienen 10 años y el de 11 lo acompañan casi siempre. Marisa, una de sus hijas y Mónica van en el carro tirado a mano, mientras que sus otras dos hijas salen con el nene de 9 años en la moto que tira de una enorme bolsa amarilla que llenan hasta el tope.
–¿Salen todos los días?
–De lunes a lunes.
–¿Aunque llueva?
–También, porque tenemos muchos chicos.
–¿Qué encuentran los domingos?
–Los domingos la gente tira más cosas. Podés encontrar una estufa o hasta un televisor, pero también cartón y papel.
–¿Sacan todos los meses más o menos el mismo dinero?
–Hay meses más complicados. En invierno se trabaja menos.

Luis Pio vive a pocos metros de la esquina de 122 y 521 y, aunque cartonea solo, tiene dos carros y dos caballos. Nació en Capital, se crió en Cañuelas y hace 12 años se mudó a La Plata en un carro: 92 kilómetros por la ruta Provincial 6.
Tiene un hijo varón de 18 años que trabaja en una fábrica y en las horas libres sale a cartonear porque acaba de formar una familia y tiene un hijo al que no quiere que le falte nada. Casado, tiene otros tres hijos que viven con él en la casita del Plan Federal a la que invita a Diagonales, para mostrar las bolsas de avena con las que alimenta al petizo que tiene atado a la ventana del frente.
Dice que peleará a muerte por el carro y que, como los demás, sale a trabajar todos los días, haga frío o calor, llueva o truene. A diferencia de la familia de Víctor y Marisa, Luis acopia lo que junta en el frente de su casa durante algunos días, hasta que necesita dinero.
–¿No le gustaría tener una moto para reemplazar al caballo?
–Los que nos quieren dar una moto no tienen ni idea de nuestro trabajo. Si me encuentro una heladera o un ropero, con mi carro y mi caballo los podría cargar sin problema, con una moto no.
Además, ¿y si se rompe y no hay plata?
–Claro. También habría que ponerle nafta. ¿Cuánto dinero necesita para mantener al caballo?
–Ahora compré unas bolsas de avena y maíz. Gasté 70 pesos y me dura tres días. Dicen que el caballo tiene que estar gordo, pero tenemos los bolsillos flacos. Ponete a pensar –pidió Luis–, nos quieren sacar los carros pero no se dan cuenta que atrás nuestro hay una familia.
–Trabajamos con lluvia, con frío –agregó Mónica.
–A la noche, los chicos me están esperando para ver qué les traje de comer. Por ahí no tengo plata para el pan, pero, en la calle, consigo –dijo él.
–Tal cual –reafirmó ella.



Un oficio
El cartoneo es un oficio que consiste en recolectar cartón, papel y objetos reciclables por las calles de las ciudades, productos de los residuos urbanos, utilizados luego para el reciclaje.

Una respuesta

El cartoneo creció en Buenos Aires y el Conurbano luego de la profundización de la crisis económica y social desde 1999 hasta 2002, como respuesta al desempleo y la pobreza extrema.

Prohibido
La tracción a sangre fue prohibida en la ciudad de La Plata en 1969 por la Ordenanza 7280. Además, el artículo 32 del Código de Tránsito que rige en la Provincia de Buenos Aires permite la tracción a sangre sólo en el caso de vehículos de “carácter histórico y folklórico”, “por vías públicas pavimentadas con carácter excepcional y previa autorización emitida por autoridad municipal y/o policial”.



Una costumbre: nadie, nunca, nada
Graciela Fernández es presidenta de la Unión de Cartoneros Platenses. Hace años que pide un censo que permita saber con exactitud cuántos son los cartoneros que trabajan en La Plata y es capaz de resumir la actitud de las autoridades con una frase contundente: “Nadie nos escucha”.
“Debemos ser unas 5 mil personas cartoneando, pero no tenemos estadísticas porque hace cuatro años que pedimos un censo pero no nos hicieron caso. Necesitamos saber cuántos somos, si tenemos planes sociales, cuál es la situación de los caballos –si pueden salir o si les pueden dar otra cosa–, y cuántos niños tenemos. Con toda esa información podríamos hacer una buena ordenanza”, describió.
Fernández aseguró que todos los cartoneros saben que “la tracción a sangre está prohibida, pero es el único recurso que tenemos para darle de comer a nuestros hijos. El Estado tiene que tomar conciencia de lo que hacemos y bajar recursos, porque lo que pedimos es un trabajo digno”.
Para la dirigente, hay experiencias que se podrían copiar, como la guardería que se implementó en el Bajo Flores, donde los cartoneros porteños pueden dejar a sus hijos mientras recorren la ciudad y que nació como una práctica de autogestión.
“Salimos con nuestros hijos porque dejarlos en nuestras casas es más peligroso. Ya nos ha pasado que nos vamos a hacer algo y cuando volvemos se nos prendió fuego la casa y nos encontramos con nuestros hijos muertos”, describió.
Según Fernández, la mejor experiencia es la brasilera, donde los gobiernos crean direcciones que analizan la particularidad de la problemática y ofrece trabajos en blanco. “Tienen que entender que si no estuviéramos nosotros se enterraría más basura”, afirmó.

6 de junio de 2011

Reciclan ataúdes para sepultar a los pobres


El Cementerio de La Plata recicla ataúdes para poder cumplir con los sepelios sociales gratuitos: recupera los cajones de las bóvedas y nichos vencidos, los repara y se los entrega a los vecinos que no pueden pagar un servicio privado.
El reciclado de ataúdes fue reconocido a Diagonales por el director general del Cementerio, Pablo Ma-ssola, quien explicó que se hace ante la falta de stock de cajones nuevos y para poder cumplir con una necesidad “social y humanitaria”.
“De cada diez personas que vienen a reclamar el servicio gratuito, sólo una o dos es realmente un indigente y la ordenanza sólo exige la gratuidad en casos de indigencia. De todas maneras, entregamos cajones a mucha gente pobre que no puede encarar un sepelio de 3.000 o 4.000 pesos”, describió. Y afirmó: “también hay mucha gente que sabe que está el servicio y no quiere pagar”.
En un despacho con mobiliario de los años ‘70, en el que se destacaban el sillón de Massola –lo único nuevo–, una foto de Evita y dos gigantografías de Pablo Bruera, el funcionario afirmó que “en 2007 hubo 120 servicios gratuitos, mientras que ahora hay unos 450 por año”. Dijo, además, que “durante la gestión anterior el servicio estuvo escondido” y hasta habló por altavoz con un empleado que confirmó sus datos estadísticos actuales.
Otra empleada, con 30 años de antigüedad, lo desmintió. En una entrevista que realizó con FM Resistencia (103.9), la mujer afirmó: “vamos para casi dos años que no tenemos cajones. Lo único... a veces hacemos un reciclado. Es un cajón que se recupera de traslados de cuerpos de nicho (a tierra). Es decir, es un ataúd usado” (ver aparte).
La mujer explicó que la dirección había resuelto varios conflictos, porque un cajón económico puede costar unos 600 pesos. Y aseguró que también se puede pedir ayuda a las delegaciones.
Además, según la empleada, el Cementerio no brinda el servicio de ambulancia desde fines del año pasado. “Hace tres meses que se nos fundió el motor de la camioneta –reconoció Massola–, pero tratamos de usar la ambulancia de Defensa Civil o Control Urbano. A veces le pedimos a la gente que contrate un servicio privado, que puede costar 150 o 200 pesos”.
En la entrevista con la empleada del cementerio, el periodista de la radio barrial quiso saber si podía trasladar a un deudo en un auto particular:
–Si es un chiquito, sí. Si es un mayor, no.
–¿Por tamaño?
–Claro. Exacto.
–En 30 años de trabajo ¿lo has visto?
–No. Es la primera vez.

Abandono. “De acá se afanan todo: los caños, las canillas y una vez un tipo salió con un inodoro al hombro, como si nada. No hay presupuesto; arreglan las plazas del casco urbano y ponen florcitas por todos lados, pero para el Cementerio no hay ni un centavo”, describió a Diagonales un empleado del lugar que prefirió resguardar su identidad.

El procedimiento de reciclado

El director general del Cementerio de La Plata, Pablo Massola, explicó a Diagonales que los ataúdes reciclados que se les ofrece a los pobres e indigentes son los de los nichos o bóvedas que fueron arrendados “a perpetuidad”, que se vencieron y no fueron renovados.
El sistema de arrendamiento nació con el cementerio, en 1887, y fue reformado un siglo después, pero sólo en la cantidad de años del contrato, que en el caso de las bóvedas podría ser de hasta 99 años, mientras que en los nichos puede ser de 5, 10 o 15 años.
Según afirmó el funcionario, una vez vencido el arrendamiento y luego de que el cementerio haya fracasado en sus intentos por contactar a los deudos, se retira el cajón y lo que queda del cuerpo es sepultado en la tierra, donde queda durante seis años a la espera de que algún familiar lo pase a reclamar. Vencido ese plazo, se lo envía a la fosa común, también llamada osario.
Al ataúd, en tanto, si está en buenas condiciones, es reciclado para que pueda volver a ser usado por alguna persona que reclame el servicio gratuito que ofrece el cementerio local a las familias que no pueden pagar.