"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

7 de abril de 2014

Tendederos, broches y papel secante contra la inundación: cómo se recuperó el archivo de Chicha Mariani


Foto: Helen Zout



El archivo que a lo largo de 36 años de lucha había atesorado la fundadora y ex presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel "Chicha" Chorobik de  Mariani, parecía perdido después de que quedara bajo el agua el último 2 de abril, cuando se inundó la ciudad de La Plata, pero fue recuperado luego de meses de trabajo voluntario. Tendederos, broches, papel secante y alcohol, fueron algunas de las herramientas usadas para el salvataje.

“No había mucha experiencia en el rescate de un archivo, incluso los especialistas creían que los hongos echaban todo a perder en 15 días, pero dos meses después de la inundación, alcohol mediante, fue posible recatar casi toda la documentación”, describió Lucía Abbattista, una de las coordinadoras del operativo de rescate de la documentación.
Chicha recordó el día de la trágica inundación, cuya cantidad de muertos es aún materia de discusión en los estrados judiciales, luego de una lluvia inédita que inundó gran parte de la ciudad.
Pese a que el agua entraba rápidamente a su casa de 47 entre 17 y 18, Chicha, con sus 90 años a cuestas y una ceguera progresiva que le impide ver nada definido, subía los papeles y recuerdos que guarda lo más alto posible: “en ningún momento tuve miedo, pero veía como se perdía todo”, describió.
Cuando no tuvo más alternativa, con el agua al pecho, cansada y con frío, aceptó que debía evacuar y, con ayuda de un vecino, subió a una casa en un primer piso. Entonces se vio a sí misma, con un camisón de verano, cubierta de hojas doradas, hojas del otoño. Le causó risa sentirse como una Venus.
El agua tardó más de doce horas en bajar. Y cuando regresó, Chicha se encontró con un panorama desolador. “La casa era un caos de barro. Estaba todo tirado y las cosas perdidas”, afirmó.
Sin embargo, un grupo de voluntarios puso manos a la obra, primero para limpiar la vivienda, y después para recuperar los papeles. “Tuve la solidaridad tremenda de cientos de personas, casi toda gente joven, casi toda desconocida, pero también funcionarios que pasaban por acá y agarraban una escoba para ponerse a limpiar”, contó Chicha.
Abbattista explicó a IPS cómo fue el trabajo: “El primer día fue bastante confuso, el segundo empezamos a limpiar la casa para poder circular por el lugar y a ver qué era lo que se había arruinado”.
Algo de alivio sintieron cuando confirmaron que la muestra de objetos y fotos familiares que cuenta la historia de Clara Anahí, la nieta de Chicha secuestrada por la dictadura cuando tenía tres meses, en noviembre de 1976, estaba de gira. No sólo se habían salvado algunas de las fotografías más preciadas, sino también las muñecas que la abuela le fue comprando a su nieta en cada viaje que hacía para pedir su restitución.
“Aquella tarde recibimos la visita de trabajadores del Archivo Nacional de la Memoria –especialistas en conservación-, quienes nos explicaron los procedimientos para salvar el papel. Aunque no había experiencia de rescatar material que estuvo bajo el agua más de diez horas y llevaba varios días húmedos, nos pusimos a trabajar”.
Lo primero fue valorar el material a rescatar: “había papeles con valor de prueba judicial, con valor histórico y con valor afectivo, documentación central y clave en lo que es la exigencia por sus hijos y todo aquello que Chicha ha guardado como tesoro para poder legarle a su nieta. Había material que podía volver a imprimirse y otro qué era original y había que salvarlo”, explicó Abbattista.
Las cartas familiares, las que Chicha y su hijo Daniel se escribían cuando él estaba de viaje, las que se mandaba con su marido durante los primeros años de búsqueda, fueron las primeras en ser rescatadas, aunque el trabajo sirvió para rescatar el 95 por ciento de la documentación reunida en los 36 años de lucha. Incluso las fotografías familiares.
“Eran miles de hojas”, contó Chicha, quien lamentó la pérdida de sus anotaciones en algunos papeles, como los registros de las sepulturas de personas no identificadas en el Cementerio de La Plata. “Fui perdiendo la vista, pero seguí escribiendo, primero con lapicera, después con fibrones, para que la letra sea más grande y visible, pero el agua borró todo eso”, contó.
La lluvia fue el martes, el agua bajó el miércoles, el jueves se empezó a difundir la situación del archivo y el viernes empezaron a llegar las primeras donaciones: hacían falta cajas, papel secante, tendederos, broches, alcohol y desinfectantes. Con las primeras cosas, también empezó a llegar la gente, “especialistas en conservación, pero también otras personas que fueron a dar una mano o que pasaban a saludar y se quedaban a colgar papeles”, describió Abbattista.
Con guantes y barbijos, para no ser afectados por los hongos, los voluntarios separaron las hojas con pinzas con mucho cuidado para que no se rompan, las rociaron con un desinfectante o las vaporizaron con una mezcla de 50% de agua limpia y 50% de alcohol y las pusieron luego sobre papel secante. Como había mucho material, algunas cosas fueron frezzadas, como las fotos y los libros, para ganar tiempo.
Cuando se secaron lo suficiente, como para que no se partan por el peso del agua, los papeles eran colgados en tendederos colocados en el garaje y el patio compartido de las cuatro casas del edificio en el que vive Chicha. De noche, eran vueltos a guardar entre papel secante, en habitaciones con deshumidificadores. Y así, hasta que estuvieron secos. Entonces, se guardaron en cajas, sin folios, separados con secantes, sin ganchos, que se oxidan si se humedecen.
Varias instituciones permitieron que sus trabajadores cumplieran sus horas laborales en la casa de Chicha. Así, especialistas en conservación de la Cámara de Diputados de la Nación o los empleados del archivo de la Comisión Provincial por la Memoria, especializado en rescatar el material audiovisual, pasaron varios días en la casa.
“Hubo que rescatar CD´s y algunas cintas de video VHS, en particular las del Juicio por la Verdad (un juicio no punitivo que comenzó antes de la derogación de las leyes de la impunidad) que la Fundación Clara Anahí filma desde el año 2000 por pedido de Chicha, quien era la única que tenía copia de ese material. Al final, por suerte, rescatamos las filmaciones de todos los juicios que se hicieron en La Plata”, contó Abbattista.
Los papeles que no pudieron ser rescatados, los que ya desde antes no estaban en buen estado y fueron ganados por los hongos, alcanzaron a ser fotocopiados.
“Conocíamos el material y la lógica con la que lo había guardado Chicha, eso también ayudó a salvar el archivo”, describió Abbattista. Y agregó: “era cada vez más riesgoso para nuestra salud y para la salud de Chicha, y aprendimos que es muy peligroso si un hongo se aloja en nuestros pulmones, pero nos cuidamos: usamos guantes y barbijos y pudimos rescatar todo el material”
La casa en donde vive Chicha está llena de los recuerdos que guardó desde que formó parte del grupo “Abuelas argentinas con nietitos desaparecidos”. Guarda la historia de su familia y la suya propia, una historia de lucha que la llevó a fundar y presidir Abuelas de Plaza de Mayo, hasta que renunció, en 1989. Allí funciona la Fundación Clara Anahí, una organización no gubernamental que creó para seguir en la búsqueda inclaudicable de su nieta y ayudar a todos aquellos que quieran dar con sus lazos biológicos.
Chicha acaba de cumplir 90 años y sobrevivió a la inundación casi indemne. “No me enfermé, aunque cuatro meses después me agarré asma. Y a veces me dan algunos achaques”, concedió.
El trabajo voluntario permitió que no se perdieran los papeles que guardó toda su vida y que llenaban carpetas, cajas y armarios. Los libros, algunos de ellos firmados por sus autores, permanecerán un año guardados en un frezzer, a la espera de ser secados y desinfectados, como hicieron con la partida de nacimiento de su papá, Juan Chorobik, de 1885, que Chicha guardó para que Clara Anahí conozca algo de su verdadera historia. Algo que todavía no ocurre.

Sobre la inundación
Sergio Liscia, director de la carrera Ingeniería Hidráulica de la facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata, explicó a IPS que “381 milímetros cayeron en tres horas”, una cantidad de agua imposible de evacuar para una ciudad que habitualmente recibe precipitaciones con un promedio de 40 milímetros.
“Al margen de que no están actualizados los sistemas de drenaje, fue una lluvia de carácter extraordinario, que casi ninguna ciudad resistiría”, describió. Y agregó: “lo grave es que no hay un plan de contingencia, algo que habría que tener en cuenta porque la ciudad fue fundada sobre dos arroyos”.
La falta de un plan de contingencia, que les permitiera a los vecinos saber si se tenían que quedar en sus casas –como hizo Chicha- o era mejor evacuar, provocó una tragedia de un alcance desconocido: la cantidad de vecinos muertos es aún materia de debate judicial.
Apenas 72 horas después de la lluvia, y cuando la ciudad estaba devastada, el gobierno de la provincia de Buenos Aires informó que habían fallecido 51 personas. Las dudas de los vecinos no se hicieron esperar y la justicia administrativa comenzó a investigar si se habían falsificado certificados de defunción para ocultar la verdadera magnitud de la catástrofe.
El fiscal penal Jorge Paolini, quien investiga las responsabilidades por los fallecimientos, informó que la cantidad de muertos era de 67.
El juez Luis Federico Arias, a cargo del caso, constató un total de 89 muertes –y otros 17 casos dudosos- por la inundación y detectó severas irregularidades en la operatoria de la morgue local y en las defunciones anotadas en el Registro de las Personas bonaerense, por lo que condenó al gobierno bonaerense a rectificar las cifras oficiales de víctimas mortales.