"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

30 de enero de 2011

El drama y la esperanza de los padres frente al Hospital de Niños de La Plata


Nerea tiene tres años. Se cayó en una olla con agua hirviendo y se quemó. Sus papás son de Daireaux y en estos días acamparon en Parque Saavedra para estar cerca de la nena. Los echaron. Malena nació hace dos semanas con la columna vertebral y el conducto raquídeo abiertos. Fue operada y ahora hay que esperar. Sus abuelos y su mamá viajan todas las madrugadas desde Morón y pasan el día en el hospital, o en el parque, atentos, expectantes. Amparo no crece. A los tres años le descubrieron un retraso de crecimiento. Sus papás van y vienen en una combi desde San Pedro, donde viven, para que la nena pueda ser atendida en La Plata. Alexis es un bebé de 10 meses que tiene todo el cuerpo manchado. Su enfermedad se llama mastocitosis y le están buscando un tratamiento. Viaja con su mamá desde Ayacucho. Delfina nació hace un mes y medio en Laprida con un angioma y se le desató un tumor. La operaron a los tres días y ahora le realizan controles con la esperanza de que el tumor desaparezca. Son historias de gente común, en la puerta del hospital de Niños Sor María Ludovica.
Esta semana, dos familias instalaron carpas en el Parque Saavedra. Eran padres que querían estar cerca de sus hijos, pero acampar está prohibido y tuvieron que irse. “Nos queremos quedar porque nuestra bebé está grave”, le dijeron a Diagonales Fernanda (25) y Maximiliano (23), dos jóvenes humildes que viven en Quilmes y hace tres meses perdieron una nena de un año afectada por meningitis. Ahora tienen internada a una beba que nació el 20 de enero.
Jorge Torres (25) estuvo dos noches sin dormir después de ser expulsado del parque. Se pudo quedar en el hospital, pero con la condición de que no se durmiera. Pese a no tener ahorros, este camionero de Daireaux y su mujer, Thelma (27), quisieron viajar a La Plata para acompañar a Nerea, de tres añitos, que se quemó con agua caliente. “Yo estaba pelando un lechón y tenía una olla en el piso… Ella se la chocó y se cayó adentro”, lamentó el papá. “Se quemó la cola y las piernas”, agregó. El hospital sólo tiene lugar para que la mamá acompañe a su hija.
Pero la solidaridad existe. El patrón de Thelma llamó para tener noticias y, enterado de la situación, viajó a La Plata, donde viven sus padres, y ahora Jorge tiene una habitación de huésped en la cual poder dormir mientras su hija se recupera.
Con apenas dos semanas de vida, Malena ya fue operada y su familia confía en que pueda recuperarse. Sus abuelos Adriana y Marcos y su mamá Elena se levantan a las 4 de la mañana para viajar en auto hasta La Plata, donde pasaron los últimos días, sin importarles la lluvia, el viento o la ola de calor.
Malena nació con un mielomeningocele que le fue corregido con cirugía en el hospital, pero todavía no se sabe si sufrirá daño neurológico, lo que suele ser irreversible. “Tenemos que esperar, porque la enfermedad viene con hidrocefalia. Pero los médicos nos dieron esperanzas de que esté en el 11% de los que salen bien”, dijo el abuelo.
La familia prefiere ir y volver porque Malena tiene un hermanito de 4 años al que también tienen que cuidar: “pregunta cómo es posible que la hermanita tenga problemas si él nació bien –contó la abuela–, nosotros todavía no lo entendemos”.

Marcelo Ramírez es chofer de una combi Renault Master del servicio social de la Municipalidad de San Pedro. De lunes a jueves recorre los 230 kilómetros a La Plata y también va a Buenos Aires con 12 pacientes. Romina (24) y Raúl (42), que es no vidente, vinieron en el último viaje. Tienen una nena con problemas de crecimiento. Amparo, que tiene tres años, tiene un retraso y, aunque está en el peso correcto, los médicos creen que tendría que ser un poco más alta. El diagnóstico, de todas maneras, no está firme. En el hospital platense recibió estimulación y deben hacerle algunas pruebas más.
Rodrigo Penedo maneja una Ford Transit desde Presidente Perón con hasta 12 pacientes. También pasa por el Evita, en Lanús, y a veces va al Gutiérrez o al San Martín, en La Plata. Guillermo Díaz viaja desde Arrecifes, a 280 kilómetros, en una Mercedes Sprinter; vehículo que también utilizan el servicio social de Malvinas Argentinas y el de Florencio Varela.

Mariana (25) tiene un nene de cinco años que la espera en Ayacucho y un bebé de 10 meses con mastocistosis sistémica y cutánea. El miércoles estuvo en La Plata pero como se rompió el tomógrafo del hospital de Niños el chofer del municipio la llevó hasta el Víctor Larraín, de Berisso. Alexis tiene manchas en la piel y dos órganos –el vaso y el hígado– más grandes. “Lo tienen que seguir evaluando para saber si hay tratamiento, porque tiene problemas para cicatrizar, no permite anestesia, ni sedantes, y no le pueden hacer ningún tipo de operación”.

Delfina nació hace un mes y medio con un angioma y se le declaró un tumor. Su abuela Beatriz y su mamá Samantha la traen desde Laprida. La enfermedad es congénita, hereditaria y está medicada desde su tercer día de vida. Esta semana le aumentaron la dosis con la esperanza de que el tumor desaparezca.
Son las historias de gente común, en la puerta del hospital de Niños Sor María Ludovica de La Plata.

RECUADRO
El hospital fue fundado en 1889 para atender la demanda de atención pediátrica en una ciudad recién fundada y ha sido cuna de maestros ilustres de la pediatría, cirugía y neonatología nacional e internacional. Experimentó una gran transformación a partir de 1968, con la creación de las residencias de clínica pediátrica y el desarrollo de subespecialidades pediátricas clínicas y quirúrgicas que se afianzaron en el tiempo. Hoy funcionan tres servicios de Terapia Intensiva: Neonatal, Pediátrica y Cardiovascular, y 2 servicios de terapia intermedia: clínica y quirúrgica.

20 de enero de 2011

Los pibes en la esquina: alentando la fantasía de estar en otro mundo



En el barrio donde vive el chico de 15 años detenido el martes por la mañana, acusado de haber asesinado de un tiro a Fabián Enrique Esquibel, los pibes se juntan en la esquina a ver pasar el día, alentando la fantasía de estar en otro mundo.
La casa del chico queda a pocos pasos de esa esquina. Se entra por un pasillo que tiene una puerta de chapa y hay que caminar unos 30 o 40 metros hasta el centro de la manzana, donde fue levantada hace unos 30 años. Aunque humilde, es de material y por eso se destaca de sus vecinas de madera, más precarias y recientes.
Diagonales fue a buscar a la mamá del chico acusado para intentar conocer su historia, para intentar comprender qué le pasó el martes por la mañana. No había nadie, pero afuera, paradas en la mitad de la calle, dos mujeres y una chica miraban con recelo. Eran la abuela, una tía, mamá del otro adolescente buscado por la policía, y una prima.
–¿Qué vienen a buscar? –preguntó la mujer más joven.
–Buscamos a la mamá del chico detenido por el crimen.
–No está. Le fue a dar de comer a los perros de sus patrones.
–Queremos saber de su hijo y los chicos que se juntan en la esquina.
–¿Y qué quieren saber de los chicos? Los chicos no hacen nada ¿Por qué no hablan de la policía? Esos degenerados vienen a molestarlos, a amenazarlos, a decirles que van a matarlos.
–La Justicia dice que el chico es peligroso. Que es peligroso para los demás, pero también para sí mismo.
–¿Peligroso? Es mentira –intervino la señora mayor, que resultó ser la abuela del chico acusado.
–Aunque… cuando toman pastillas se pierden. No reconocen ni a los de su familia –aceptó la más joven, que, entonces, se presentó como una prima.
–¿Qué toman?
–Clonazepan. Rivotril –reconocieron las mujeres.
–¿Dónde lo compran?
–En la farmacia.
–¿Una farmacia clandestina?
–No. Es una farmacia común y corriente –aclararon.
–De eso tienen que hablar –intervino la mujer más joven–. De eso y de los transas que le venden droga a los chicos, pero la policía no ve nada. La policía pasa por acá y los amenaza: “gato”, “puto”, “te queda poco”, les dicen… los apuntan… “con ésta te la vamos a dar”.

Un hombre con buzo de gimnasia rojo que trataba de escuchar la conversación a unos metros se hartó de entender a medias y caminó hasta la esquina. Se sentó junto al Gauchito Gil y llamó a la chica a su lado. Las mujeres siguieron la conversación.
–¿Los que se juntan en esta esquina son todos de 15 años?
–Son de 15. Y más chicos también hay –explicó la mujer más joven, que resultó ser la mamá de uno de los menores buscados por la policía, tía del detenido el martes.
–¿Es cierto que el papá está preso por homicidio?
–Nada que ver
–¿Y un hermano?
–No, tampoco.
–El papá de los chicos se come un garrón –concedió la abuela.
–¿Cómo van a hacer para que los pibes no se droguen más?
–Los vamos a mandar a un centro de rehabilitación que nos dijo el defensor oficial (Ricardo Berenguer).
–¿Y tienen que tener cuidado de que no vuelvan a caer? Porque pueden reincidir.
–Eso le pasó a un hijo mío –dijo la abuela.
–¿El chico detenido está muy mal con la droga?
–Nunca lo habíamos visto como ayer (por el martes), cuando lo agarró la policía –describieron–.
Lo tenían esposado, justo en esta esquina, y tuvimos que pedirles que dejaran de pegarle. Le salía espuma por la boca. Espuma blanca.

Los vecinos de Tolosa que viven asustados por los robos dicen que los chicos se juntan en la esquina a tomar cerveza que mezclan con pastillas. Según dicen, los taxis no pueden pasar por la zona porque son obligados a pagar peaje y los robos de los que se los acusa pueden ocurrir a cualquier hora y con una violencia insólita, desproporcionada.
La mamá del chico acusado de matar a su vecino en un intento de robo y que luego se tiroteó con la policía tiene un trabajo con el que logra mantener a su familia mientras su marido está preso.
Además del chico de 15 años que ahora está en boca de quienes quieren bajar la edad de imputabilidad, tiene otros tres hijos, uno de 10 y dos chicas de entre 16 y 18 años.
Los pibes que se juntan en la esquina, justo frente al altar al Gauchito Gil, en 16 y 530, donde se toman unas cervezas y, si pueden, se clavan un Rivotril o un Rophinol que compran en la farmacia como si tal cosa, ven pasar el día, alentando la fantasía de estar en otro mundo.

RECUADROs
El menor acusado del crimen es no imputable, pero fue internado
El adolescente de 15 años detenido el martes y sindicado como presunto autor material del asesinato de Fabián Esquivel frente a su hijo de 11 años en la localidad bonaerense de Tolosa es considerado por la Justicia de Responsabilidad Penal Juvenil como no imputable y será internado en una comunidad terapéutica marplatense.
La Ley 13298 de promoción y protección integral de los derechos de los niños vigente en la Provincia no atribuye responsabilidad penal a menores de 16 años, quienes, según lo disponga el juez actuante, pueden ser derivados a centros de tratamiento, como en este caso que se dispuso la internación del joven en una comunidad terapéutica de Mar del Plata por su adicción a las drogas.
El juez de Garantías Fabián Cacivio quien hizo lugar a un recurso de hábeas corpus que interpuso el defensor oficial Ricardo Berenguer, quien consideró “inconstitucional” la medida restrictiva de la libertad para un menor no punible. Y el juez del Fuero de Familia de La Plata, José Luis Bombelli, dispuso la internación del chico en una comunidad terapéutica, para que sea tratado por ser adicto a las drogas.

RECUADRO
Que lo rehabiliten para que no mate más
La madre de Fabián Esquibel, asesinado el martes delante de su hijo de 11 años en Tolosa, pidió que “alguien se haga cargo” del tratamiento de los menores que asesinaron a su hijo y que no los envíen a la cárcel.
“No quiero que los delincuentes vayan a la cárcel, sino que alguien se haga cargo de tratarlos, porque son personas enfermas que deben estar internadas”, dijo Adela Aranda, la madre de Esquibel.
Ñata, como la conocen, agregó que no pide que el adolescente detenido “se pudra en la cárcel, sino que sea rehabilitado porque es un ser humano”, y analizó que, caso contrario, “mañana puede hacerle lo mismo a otra persona”.
“(El detenido) vive a pocos metros de mi casa”, afirmó Ñata, quien se mostró temerosa al plantear que “para hacer los mandados tengo que pasar siempre por su casa”. Y pidió que los padres de los menores “se pongan en el lugar de las madres que estamos sufriendo” y que “colaboren en la rehabilitación de sus hijos”.
Aranda contó que se estaba en su casa, lindera a la de su hijo, cuando ayer escuchó “un ruido, como un cohete” y que no se imaginó “que podía ser un tiro. Al rato abrí la puerta de mi ventana que da hacia la calle y observé que pasaba la policía” y precisó que “en ese momento, mi nieto me dijo: ‘abuela mataron a papá’. No lo podía creer”.