"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

31 de octubre de 2011

Recuerdan a La Moma con un escrache a la ignorancia, el odio y la discriminación



Los amigos de la travesti que fue asesinada en La Plata hace dos semanas realizarán hoy al mediodía un escrache al odio, la ignorancia, la violencia, el miedo, el rechazo y la discriminación, y pedirán justicia por La Moma, en la esquina de 1 y 67, donde, sin más alternativas, se prostituía para parar la olla. “No sirve ya llorar, pero sí recordarla, y pedir justicia, e igualdad”, escribieron en sus muros de Facebook los amigos de Carolina, a quien todos llamaban La Moma.
Uno de sus mejores amigos la recordó en una extensa charla con Diagonales:
Carolina era una travesti atípica, que no exaltaba la femineidad, sino que jugaba con la ambigüedad que producía su figura. Medía más de un metro noventa y era muy llamativa porque se sentía una mujer. Además, a diferencia de las miles de travestis que sólo salen de noche, a ella le gustaba pasear por el barrio, ir al supermercado, charlar con los vecinos. De día, usaba un palazzo y una remera negra.
La Moma era una nena en un cuerpazo, zarpada de honesta, al punto de decir siempre lo que pensaba. Tenía 36 años y carecía de cierto sentido común, pero no tenía maldad. Era una persona totalmente feliz, dentro de su burbuja y pese a las condiciones económicas paupérrimas en las que tenía que vivir. Se reía de la tragedia, tenía un humor ácido. De puta. Y había logrado tejer relaciones de amistad genuinas.
Era platense, nieta de un juez, hija de padres separados y tenía dos hermanos varones. Se llevaba bien con todos en su familia, pese a que todavía la llamaban con su nombre de varón. El papá le pagaba el alquiler de su casa, pero no podía ayudarla más. En algún momento, intentaron poner un cyber para que pudiera trabajar, pero no pudo ser. Para comer, la prostitución era su única alternativa.
Aunque no hubiera sido una señora de su casa, con marido e hijos, sino tal vez, quién sabe, una travesti promiscua, libre, sufría cada vez que tenía que salir a la calle a trabajar. Para juntar fuerza, se tomaba uno o dos vasos de trago largo con licor Mariposa. Era esa la única vez que tomaba alcohol.
Tenía que estar muchas horas en la calle para ganar unos pocos pesos, aguantarse la violencia de los prostituyentes, tipos que se escapaban de su casa para ir a levantar a una esquina, que nunca querían pagar lo que les pedía, que iban borrachos o drogados. Era el único trabajo que ella podía tener.
La Moma pasó miles de situaciones de riesgo. La amenazaron con armas blancas y de fuego. Alguna vez, la obligaron a “atender” a una docena de tipos y, en Punta Lara, la dejaron desnuda.
A los 9 o 10 años sintió que no se correspondía con ella ese mandato de ser masculino, entonces, empezó a ir a los baños públicos de las estaciones de trenes, prostíbulos improvisados. Cuando empezó a vestirse de mujer le dio vergüenza entrar en los baños de los varones. Entonces empezó a salir a la calle. Tendría unos 20 años.
Paraba casi todos los días en la esquina de 1 y 67, aunque en los últimos años dejó de salir jueves y domingo para evitar a los motoqueros y sus novias, que son el terror de las travestis.
Había veces que, si no salía, no tenía para comer.
La Moma no tenía ningún tipo de dudas de que era una mujer, pero no se trucaba, no escondía sus genitales y no se había operado las tetas, aunque –cuando pensaba que para ser una travesti verdadera se tenía que hacer todo el cuerpo– se había inyectado aceite de avión esterilizado en la cola. Simplemente actuaba como mujer y era una mujer, aún estando desnuda.
Para sus amigos, la mataron por travesti, porque hay quienes se creen que tienen derechos sobre los cuerpos, el deseo y sobre la vida de las travestis.
El martes 19 de octubre los amigos y uno de sus hermanos la encontraron muerta en su departamento del barrio El Mondongo, junto a sus dos perros, Taylor y Pamela.
“La mató la desigualdad, la violencia continua en la que vivió siempre; porque una travesti en estos días no tiene otra opción que hacer la calle para sobrevivir. La recordamos bien, siempre riéndose y burlándose de las agresiones de los ignorantes que la insultaban y discriminaban por su género; mostrándose indiferente ante eso para poder seguir adelante”, recordaron sus amigos.
“No sirve ya llorar, pero si recordarla, y pedir justicia, e igualdad (…) porque la violencia no es solo matar y robar, sino agredir verbal, física y psicológicamente al otro; violencia es discriminar, despreciar, desconfiar, marginar. El hambre y la pobreza son violencia”, afirmaron los amigos, que organizan un acto, que realizarán hoy, en su memoria: “Para que esto no quede como un simple hecho, para que la gente pueda cambiar, para que podamos construir un pensamiento propio y critico, para no callarnos más. En memoria a ella, y exigiendo justicia, se va a realizar una intervención en 1 y 67, donde trabajaba. Invitamos a participar, entre amigos y amigas, organizaciones, música, stencileadas y escraches”.