"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

14 de marzo de 2012

Golpean a una Madre de Plaza de Mayo



Estaba en la cocina, pelando unas verduras, cuando sintió que le pasaban un cordón por el cuello. Pensó que su nieto le hacía alguna broma pesada.

–Joaquín, dejate de joder–, dijo.

Joaquín había salido.

Nora Centeno fue brutalmente golpeada en su casa de Villa Castells por dos hombres que entraron a robar. No hicieron ningún comentario sobre los juicios por los crímenes de lesa humanidad, pero se ensañaron con ella cuando les dijo que era una Madre de Plaza de Mayo.

El robo, que recién trascendió hoy, ocurrió el sábado entre las 15 y las 16 en la casa de Centeno, en 13 entre 488 y 489, frente a las vías del ferrocarril Roca. También estaban la ex compañera de su hijo, con su nueva pareja y su hija de dos años, pero a ellos apenas los golpearon.

Hoy, cuando fue a peinarse y por primera vez se vio al espejo, Nora decidió que tenía que saberse.

–Los compañeros tienen que saber lo que pasó–, explicó.

El hombre que estaba sobre sus espaldas le pegó un culatazo en la cabeza y la tiró al piso. Le ató las manos a la espalda y la arrastró hasta el quincho, donde habían sido encerradas en el baño su ex nuera y su hija de dos años. El nuevo compañero de su nuera estaba tirado en el piso, boca abajo.

Los ladrones empezaron a tirar todo, a gritar y a golpearlos. Centeno trató de que pararan y les dijo que era Madre de Plaza de Mayo. Uno de los asaltantes comenzó a golpearla con más saña.

–Dame la plata.
–No tengo.
–Cómo no vas a tener plata. Decime dónde hay plata.
–En el cajón del estudio hay 500 pesos.
–¿Dónde es eso?
–Adentro.

De los pelos, arrastrándola por el piso, el ladrón llevó a Centeno hasta el escritorio, pero no encontraba nada. Uno de los perros, llamado Obama, ladraba desde el patio.

–Decime dónde está la plata o le pego un tiro.
–¿Vas a matar a un animal? –preguntó ella, y se dio cuenta que tenía la plata en el bolsillo:
–Tomá. Acá tenés.
–Ahora te vamos a matar a vos –advirtió el ladrón.
–Bueno, flaco, hacelo de una vez. Así terminamos –retrucó ella.

La llevó hasta la cocina y le pidió unos bolsos.
–Si ya revolviste todo. Buscalos vos. Seguí revisando –le dijo.

Los ladrones cargaron un plasma, una computadora, le sacaron la cadenita de oro a la nuera y también los anillos. Todos le dieron el efectivo que llevaban y sus teléfonos celulares. Después de una hora, encerraron a Nora en el baño y se fueron.

–Cuando escuché que ya no estaban me desaté, que fue bastante difícil porque todavía tenía los guantes de cocina puestos, y salí a ver cómo estaban los demás–, contó.

Después, mientras repasaba lo que había pasado, se dio cuenta que habían entrado por la casa vecina, de la que está separada por un alambrado. Y le sonó sospechoso que a la única que hubieran golpeado fuera a ella.

–El que me golpeó no estaba dopado. Ni era un pibe de 20 años, ni un marginal. Además, se quedaron por lo menos una hora.

Nora se reivindica como una militante política, pero no tiene ninguna certeza para unir el robo con una agresión que pueda estar relacionada con la defensa de los derechos humanos. El único hecho raro fue que se ensañaran con ella y que apenas golpearan a la pareja de su nuera, un hombre de unos 50 años.

El tiempo que usaron los ladrones también le resulta sospechoso, pero tanto la policía local, como varios funcionarios se acercaron a ver cómo estaba. Ella exigió saber quién fue. Y si los mandó alguien.

Foto: Alberto Direnzo.
Original publicada en el Diagonales.com