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"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.
2 de abril de 2008
Malvinas
Soy de la generación que mandó cartas con chocolates a los soldados que peleaban en Malvinas. "Hoy le escribí una carta / a mi querido hermano, / le dije que lo extraño / y que lo quiero mucho. / Mamá me ha contado / que él es un buen soldado / que cuida las fronteras de la Patria", cantaba una niña en aquella canción propaganda de la dictadura. También vi Las 24 horas de las Malvinas Argentinas que condujeron Pinky y Cacho Fontana. Y pinté de amarillo los cordones que guiarían a los vecinos ante un hipotético bombardeo a mi ciudad natal, Necochea. Y participé en cada uno de los simulacros de evacuación de la escuela. Me creí eso de que "Vamos ganando".
–¿Por qué llorás si vamos ganando? –me preguntó mi maestra de 4º B.
–Porque los ingleses también son personas, señorita.
Para mí era verdad aquello de "Seguimos ganando", pero igual lloraba. Yo no quería ganar, no quería jugar a la guerra. Todavía no había cumplido 10 años el 2 de abril de 1982. Y la verdad es que entendía pocas cosas, pero ya tenía a mis héroes en aquellos pibes que habían ido a Malvinas.
Con los años quedaron al descubierto los secuestros, la tortura y la muerte sembrada por los militares durante la dictadura, las protestas obreras que jaqueaban al gobierno de facto a principios de 1982 y la necesidad ficticia de "recuperar" por la fuerza las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.
Con los años quedó al descubierto que aquellos héroes míos habían sido, además, también víctimas de esa dictadura. Y la estatura de los héroes se agigantó en la imagen de Alejando, el pibe que vivía a pocas cuadras de casa y que volvió de Malvinas irreconocible aún para su madre, por lo delgado que había quedado después de una temporada en el frente, antes de la derrota y el olvido.
Y la estatura de los héroes se agranda hoy cada vez que escucho el relato de los soldados de La Plata que la noche del 11 de junio de 1982 pelearon en una inferioridad de 3 a 1 la batalla más sangrienta del conflicto armado que Argentina tuvo con Gran Bretaña, en Monte Longdon, contra un ejército pertrechado con equipos de visión infrarroja.
No les mandé ninguna carta cuando estaban en Malvinas, pero siento que no es tarde, porque aún están luchando hoy, cuando son negadas y silenciadas sus denuncias sobre la cobardía de sus jefes, sus denuncias sobre la tortura a la que muchos de ellos fueron sometidos. Y porque aún les duele Malvinas.
Hoy mis héroes son esos que reivindican la soberanía de Malvinas, pero le dicen no a la guerra y no la dictadura. Son esos ex soldados que quieren una discusión crítica, constructiva y con respeto, para llegar a la verdad y para que aunque sea ahora, comiencen a sanar las heridas.
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