"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

31 de marzo de 2008

Matar no cuesta nada

No se dio vuelta cuando empezó en monólogo su relato. El hablaba y hablaba, un poco porque nada tenía yo para responder, ya que me dejaba sin palabras. Estaba nervioso, como si hubiera visto a un fantasma. O a su verdugo, según me pareció luego…
Subí al auto cerca de la Terminal, en diagonal 74, y apenas tenía que hacer unas cuadras para llegar, por 1, a la casa de un amigo en Tolosa. Iba vacío, sin pensar en nada en particular y sentí de inmediato la irrupción violenta del conductor. Pensé que era un pesado y que exageraba cuando empezó a hablar de la inseguridad. Le pregunté si lo habían asaltado muchas veces: "17 veces" me respondió. Y sin más, levantó su mano izquierda y me mostró, como si hiciera fuck you para atrás, el dedo mayor mocho, con evidencias de un tendón cortado. "Consecuencia de un robo", aseguró mientras guiaba el auto por sobre los badenes de 2 y 39.
Iba a decirle algo cuando me contó que una piba que entonces tenía 15 y ahora tiene 18 le puso un cuchillo en el cuello y que él manoteó la hoja para evitar un corte. Dijo que ella tiró hacia atrás y quitó el arma como si desenfundara de su mano, abriendo un profundo surco sobre la palma.
El chofer contó que, en la lucha, la chica lo apuñaló por la espalda, a la altura de un pulmón, que le dejó agujereado. El no sabía cómo (o yo no sé cómo contarlo), pero pudo agarrarla de los pelos y bajarla del auto. Dijo que la golpeó, la golpeó y la golpeó… "no sabés como la dejé", me dijo… y dijo: "no pude matarla porque me ahogaba. No podía respirar porque me agujereó un pulmón ¿sabés?... no podía respirar, que sino la mato a golpes, la cargo en el auto y la tiro por ahí, que no cuesta nada", dijo.
Y me dijo que de vez en cuando la ve. La cruza por ahí cuando pasa por Plaza Italia, donde la piba para en barra.
No me contó que estuvo internado por las heridas. Me dijo que estuvo preso:
- Nueve meses pasé esposado a una cama del hospital San Martín.
- ¿Y la chica?, pregunté, para saber si también estuvo grave.
- La chica era menor. Entró por una puerta y salió por la otra, respondió.
Ahora creo que él la vio justo antes de que yo subiera al taxi, cuando estaba por tomar la diagonal 74 y pasó con el auto por Plaza Italia. Ella ni se dio cuenta, pero para él fue como si lo señalara, como si ella hubiera tomado la dimensión del monumento, se hubiera montado al aguila y lo persiguiera por las calles más oscuras.

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