"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

8 de marzo de 2008

De la villa al Plan Federal

Vivían en precarias y diminutas casas de material, en el mejor de los casos, o en las más comunes y más precarias casillas de chapa y madera. Chupaban frío todos los inviernos y se cocinaban de calor en verano. Sus barrios eran laberínticos, cerrados, con calles y veredas de barro, que generaban miedo a los de afuera. Y a los de adentro.
“Yo crié a mi hijo mayor encerrado en mi casa”, cuenta Yané a Diagonales, apuntando a la vereda, donde muchos chicos y chicas de menos de 10 años juegan con mangueras, como en carnaval. En esta parte del barrio las calles están limpias, tanto como en cualquier otro barrio de la ciudad, porque la mayoría de los cartoneros que vivían en la villa se adjudicaron las casas de la primera etapa del Plan Federal de Viviendas, del otro lado de la calle 527, divididas por las vías del tren.
El barrio que antes era pura miseria y ahora se levanta orgulloso está revolucionado este miércoles 27 de febrero. La Policía irrumpió en sus calles y en algunas de sus casas a las 4 de la mañana y hay muchos vecinos mal dormidos. Además, el referente más importante del barrio está demorado en los Tribunales Penales de La Plata.
“Hubo un problemita”, dice Miguel: Cristian Camilieri, alias “El volador”, ex referente de la barra brava de Gimnasia, fue sorprendido mientras dormía junto a su mujer y sus dos hijos y está declarando ante el fiscal de turno.

Antes y después. Yané vive en una de las casas del Plan y vivió, antes, en la villa La bajada. Allí crió a su hijo mayor, que ahora tiene 8 años, y aquí cría a sus hijos menores, una nena de 4 años y un nene de un año y ocho meses; por lo que conoce las diferencias de vivir en uno y otro sitio, aunque los vecinos sean casi los mismos y sólo hayan cambiado las formas de sus casas.
En rigor, la densidad de población de la villa miseria era mucho mayor al actual barrio del Plan Federal, por lo que algunos de los vecinos de Yané terminaron del otro lado de las vías, beneficiados con las viviendas que se entregaron en la primera etapa.
“Antes había inseguridad, te robaban y tenía miedo de que le pudiera pasar algo al nene. Ahora todos los chicos juegan en la vereda y no hay problemas”, afirma Yané. “Ahora, esto es un barrio. Antes no podías entrar con el taxi; ahora nos integramos, porque nos dieron una ayuda para poder progresar”, agrega Arielo, su pareja.
Los dos comprenden que tener una casa propia les hubiera resultado imposible. “Mi mamá es Policía y aunque trabaje 16 horas por día no podría tener una casa como ésta”, describe Yané, sentada en un comedor que no derrocha nada y es más bien sencillo, austero, tiene piso de cemento alisado y el cielo raso es la loza de la planta alta, donde tienen las tres habitaciones, dos para los niños y una para ellos.
El nació en la Favela y ella en el barrio del Cementerio. Y no lo dudaron cuando hace cuatro años tuvieron la posibilidad de mudarse a la villa, a una casa de material que compraron por unos pocos pesos. Ahora, viven en una de las casas del Plan, aquellas que miran hacia la autopista La Plata - Buenos Aires. El trabaja de taxista y ella hace la leche en el muy tripero comedor del barrio, que organizó El Volador.
“Yo entiendo a la gente que se molesta porque nos regalaron la casa, pero de otra manera no hubiéramos llegado nunca a tener lo que tenemos. Tal vez se hubiera podido hacer algún plan para que paguemos por las viviendas o un censo para que le den la casa a quien trabaja, pero así lo hizo el gobierno, estamos agradecidos y tenemos que aprovecharlo”, admite Arielo.

Lógicos e ilógicos. Hace 17 años que Miguel vive en el barrio que antes fue villa miseria y ahora tiene casas de material y asfalto. “A nosotros nos cambió la vida, aunque no todo el mundo lo aprovechó de la misma manera”, afirma. Como Presidente de la Cooperativa del Barrio, tiene a su cargo a 16 vecinos que ayudan a tener el lugar limpio. “Hay que ver cómo trabajan las mujeres”, destaca.
“Nosotros tratamos de aprovechar la posibilidad que nos dieron con la construcción del barrio. Hicimos una cooperativa y mantenemos el lugar limpio, vamos a hacer una plaza en la zona que quedó sin construir, hasta el alambrado de la autopista”, cuenta Miguel, que espera la concreción de otros proyectos que considera fundamentales, como la salita de salud que pueda atender a las embarazadas y la urgente desratización de las zanjas, donde habitan miles las ratas de agua.
Miguel es de los que saben de la venta de grifería. Y puede dar testimonio de otras ofertas extravagantes: “pedían 10 pesos por un aparador. Ni siquiera tiene lógica. Muebles, cocinas, canillas, vendían todo”, advierte.
En las manzanas que van de 120 a 122 y de 527 a 528 los vecinos aseguran que están decididos a encarar la vida de otra manera. Se organizaron para hacer de su barrio un sitio digno, en el que los acuerdos sean moneda corriente: “Pusimos un tope de horario para escuchar música alta y todos lo respetan. Nuestro vecino vino el día del cumpleaños a pedir disculpas porque estaba escuchando música a todo volumen, aunque estaba de festejos”, cuentan Arielo y Yané, agradecidos.
Entre los acuerdos que hicieron los vecinos está el de cuidar entre todos a los chicos más chicos, sus hijos. Y vivir con un mínimo de respeto. La influencia de El Volador sobre la hinchada de Gimnasia, por ejemplo, hizo que el lugar fuera elegido como base para el traslado de hinchas. Sin embargo, como había algunos que se emborrachaban o hacían pis en cualquier lado, decidieron organizar el traslado en otra zona.
Y también está el tema de la droga. “Droga hay en todos lados, pero acá nadie se droga en la calle, como era en la villa. Los chicos no aprenden eso. Si alguien se droga lo hace en privado, escondido, en su casa”, aseguró Miguel, quien trabaja para en que los vecinos tomen conciencia del ejemplo que le dan a sus hijos.
“De este lado del plan quedamos los que queríamos progresar. Del otro lado fueron todos los que estaban apurados por tener la casa. Nosotros decidimos esperar y nos organizamos para vivir mejor. No digo que no tengamos nuestras cosas malas, pero acá puede entrar el sodero, el gasista, los remises, y no pasa nada”, describe Miguel.

Antecedentes. Los vecinos de La Bajada vivieron una experiencia que no contaba con antecedentes en Argentina. El Gobierno no les mandó una topadora. No derribó sus casas ni los quiso echar. En su misma manzana, o en la de al lado, les construyó una vivienda, un barrio, aunque claro, todavía viven con muchas necesidades.

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