Cuando Laura entró por primera vez al hall inmenso al que desembocan las aulas de la Facultad de Humanidades de la UNLP se topó con un enorme cartel que decía, claramente: Ni olvido ni Perdón. Aparición con vida de los 30.000 desaparecidos.
Fue en 1984 y aquel era su primer día de clases, recuerda Laura. Y recuerda el estupor que le provocó el enorme cartel y la inmensidad de la cifra que mencionaba… 30.000 desaparecidos.
Lo primero que pensó Laura fue en extraterrestres secuestrando gente en naves espaciales. Pero descartó la imagen por la cifra descomunal del letrero… 30.000 desaparecidos.
“No, qué salame, tiene que haber sido una catástrofe natural”, se dijo. Ésa fue la respuesta inmediata que creyó más coherente, aunque la exigencia de resucitar a los muertos de la supuesta catástrofe le pareció un exceso.
Laura, que no sabía eso de que el silencio es salud pero se había convertido en su víctima, tuvo que preguntar. Y lo que los demás le dijeron acerca del cartel la sacó de la ignorancia. Fue la primera vez que escuchó hablar de los desaparecidos, de la tortura. En su casa de City Bell no se hablaba de esos temas, que también callaban la radio, los diarios y la tele.
Laura es Laura Lago: actriz, artista plástica y coordinadora de los talleres de arte de la Casa de Pre Alta del Hospital Alejandro Korn. Contó su historia en el marco del VI Congreso Arte y Salud Mental, organizado por las Madres de Plaza de Mayo, nada menos, en noviembre 2007; al presentar su trabajo “No faltar a la verdad. El dispositivo es uno”.
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