"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

23 de marzo de 2008

Choripán

Cacho trabaja todo el día. Cuando no es el electricista de Esur, se gana un mango como metre general para alguna confitería platense; ahora está en La Imperial, pero laburó con todo el mundo: "hice fiestas por mi cuenta, anduve por todos lados. En servicio de mozo, lo nombran a Riquelme y me conocen hasta los perros", asegura. Desde que comenzó a funcionar el Estadio Ciudad de La Plata, además, puso un puesto de choripán en su casa, detrás de la reja, y se ganó un lugar entre los choripaneros. Cacho Riquelme nació en Concordia, Entre Ríos, aunque dejó su casa materna a los 14 años para alistarse en la Marina. Recorrió el mundo y aprendió el oficio de electricista a bordo de los buques de la Armada. El oficio de mozo fue un hobby que aprendió en las cantinas de La Boca, donde se presentaba para ganar una extra. Se casó con una chica de Ensenada con la que tuvo seis hijos y hace 32 años se mudó a la casa en la que vive ahora, en 25 entre 527 y 528.
"Cuando nosotros llegamos era todo campo, vinimos con mi señora y mis hijos y acá nos quedamos", contó Cacho a Diagonales. Frente a su casa se erigía el Centro Provincial de Educación Física, que en 2003 se transformó en el Estadio Ciudad de La Plata, aunque los conflictos propios del fútbol platense y la primera negativa de Estudiantes y Gimnasia a jugar en ese campo, hicieron que el lugar fuera inaugurado con algunos eventos artísticos, que atraían a una multitud que permanecía desatendida.
"Se me ocurrió poner el boliche cuando vino La Renga; los pibes pedían agua, gaseosas, un sánguche. Lo que fuera… Cuando empezaron los partidos nosotros empezamos con los choripanes", dice.
"De las familias de (la avenida) 25 que ahora venden choripanes -agrega-, nosotros fuimos los primeros. Incluso, el de al lado de casa armó un puesto para vender patis; duró tres partidos porque yo ya tenía toda la clientela. Después estaban los puestos de 32 y los de 525, pero esos son todos Papupas".
Pese al terreno crítico sobre el que pisó, Cacho no tuvo nunca ningún problema con sus colegas. "Nunca me molestó nadie. Algunas veces se para un cocacolero delante de mi casa y está todo bien. Por mí que vendan, porque cuando hay partidos, hay para todos… tengo buena onda con todo el mundo, me vienen a pedir agua caliente los que hacen panchos y les doy… Hasta con la policía tengo onda. Si te digo que un policía me mangueó, es mentira".
Cacho asegura que sus chorizos son los mejores: "Son del frigorífico Los Pelados. Son buenísimos. Además, a mi no me sobra nunca nada. Prefiero vender 50 choripanes menos y que no me quede nada, así siempre tengo mercadería fresca".
Al choripanero le gusta el fútbol. Jugó en su Concordia natal y en la escuela de suboficiales de la Marina, donde ingresó en 1959. Y, además, se confiesa hincha de uno de los dos principales clubes de la ciudad. "Me gusta ver fútbol, pero siempre quiero que gane el que mejor juega. Soy simpatizante de Estudiantes, pero cuando juega Gimnasia quiero que gane, porque es de La Plata".

1 comentario:

Anónimo dijo...

asi no quedas mal con ninguna de las 2 hinchadas? jajaja