"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

27 de abril de 2009

La vida de una abuela


El libro del periodista platense Ricardo Petraglia “Estela, la muerte de una hija parió una abuela”, será presentado hoy en la Feria del Libro con la presencia de la protagonista las 329 páginas del trabajo, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Barnes de Carlotto, el presidente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Gustavo Aspiazu, y el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde. Antes de subirse al tobogán por el que se dejará deslizar hoy, a las 18, en la sala Javier Villafañe, Petraglia pasó por Diagonales para conversar sobre su obra y su admiración por la persona a la que eligió retratar.
-¿Por qué eligió contar la vida de Estela de Carlotto?
-Siempre le tuve admiración ideológica. Me atrajo su figura pública y su actitud respetuosa ante la vida, porque pese a haber pasado por tantas cosas nunca tuvo una actitud agresiva. Yo trabajaba como director de cátedras libres de la Facultad de Periodismo de La Plata y ella era profesora cuando la conocí personalmente. Entonces descubrí que también me gustaba como era, como trabajaba, que era tan abierta a las relaciones, que tenía un trato muy humano. Me pareció interesante dar a conocer a la abuela que te cita a su casa para una nota y te espera con mate y galletitas. Porque ella no buscó ser Abuela de Plaza de Mayo. Soñaba con tener una boutique.
-¿Era una típica mujer platense de clase media?
-Claro, aunque ella nació en Flores y tuvo una infancia itinerante porque su papá era jefe de correos y recorría el interior, porque así le pagaban más. Creció en una familia que donde llegaba era respetada por el trabajo de su papá, pensando en su cumpleaños de 15, en ser maestra, casarse y formar una familia numerosa. ¡Hasta festejó el golpe del ´55! Después la familia vino a vivir a La Plata, a Tolosa. Hizo teatro en la secundaria, en el colegio Misericordia, fundó un club barrial en el que organizaba bailes. Siempre fue una líder.
-¿No tenía conciencia política?
-Recién con sus hijos empezó a hacer un revisionismo de la política argentina. Sin embargo, en aquella mujer de la previa hay cosas que te permiten entender a esta otra que es la Presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo. Ya hay algo en su carácter, se ve su liderazgo, que es inquieta y tiene una conciencia social intuitiva. Después se vuelve muy crítica de su generación y piensa que si no hubiera sido tan gorilas no hubieran ocurrido los golpes. Se enrosca con la crítica a su generación y también con la autocrítica.
-¿Cómo escribió el libro?
-El hilo conductor son los seis años de entrevistas. Le hice muchísimas a ella, pero también a sus hijos, a otras personas de la familia, a gente cercana, a Hebe (de Bonafini) a Chicha Mariani, que no hablé mucho porque no se quieren.
-Tienen diferencias…
-Fueron un grupo unido ante la desgracia y el espanto. Pero tenían diferencias ideológicas, de clase. Esas diferencias empezaron a surgir con el tiempo.
-¿Qué otras fuentes tiene el libro?
-Tiene mucha bibliografía y también miré documentales, algunos que no son muy conocidos. Además, trabajé en el archivo de Abuelas y ella me cedió su archivo personal con toda la investigación que hizo sobre la desaparición de su hija Laura.
-A la admiración previa se sumó con los años una relación personal.
-Ella es una mujer seria y curtida, pero yo la vi llorar una vez por su hija. Con Guido tenían una canción que no habían vuelto a escuchar. Era una canción de David Raksin que habían escuchado en una película de Otto Preminger. Era su canción íntima y la canción de la película por la que le habían puesto Laura a su primera hija. Me contó que no había vuelto a escucharla y entonces le busqué el disco y se lo llevé a la casa. Se le llenaron los ojos de lágrimas en el primer acorde.
-Los militares la buscaban a Laura, pero el primero en ser secuestrado fue su padre.
-Había quedado en que le llevaba la camioneta de la pinturería familiar para que hiciera una mudanza. Pero como ella no se comunicaba, Guido fue a su casa. La encontró toda revuelta y cuando salía lo agarró la patota. Era muy común ese accionar. Una parte de la patota se quedaba esperando a ver si aparecía alguien. Lo soltaron a los 25 días. Creo que ahí fue cuando Estela aprendió a buscar a un desaparecido. Puso plata, mucha plata, creo que 25 mil pesos de aquella época. Y se reunió con (Reynaldo) Bignone porque había sido compañera de una de sus hermanas en una escuela. Bignone (que después iba a ser el último Presidente del gobierno de facto) la trató muy bien y le dijo que pagaban justos por pecadores. Cuando Guido salió y le contó lo que vio en el Centro Clandestino de Detención quisieron que sus hijos se fueran del país, pero ellos no querían, sobre todo Laura, Claudia y Guido, porque Remo era chico.
-Ellos siguieron militando…
-Militaban desde el secundario.
-¿Cómo se enteró Estela que su hija estaba embarazada?
-Una ex detenida que había estado con Laura en el Centro Clandestino de Detención La Cacha se les presentó un día en la fábrica de pintura y les dijo que su hija estaba embarazada. En ese momento Estela se volvió a reunir con Bignone, que la atendió con una pistola arriba del escritorio. La entrevista fue tan breve que ella ni se sentó. Esa vez ella le pidió que si no la habían matado que la juzgaran. Y que si la habían matado le dieran el cuerpo. Se lo dieron, pero no saben porqué. Ahí tal vez haya intervenido Bignone, no se sabe.
-Después de seis años de trabajo, qué se siente tener el libro impreso.-
Es emocionante. Lo disfruto porque es un logro muy importante. Para mí es un privilegio tener la posibilidad de contar esta historia. Además, nunca había trabajado con tanto volumen de información. Lo fui haciendo entre muchas otras cosas y hubo momentos en los que lo tuve que dejar. Además, la agenda de Estela es complicada porque trata de estar en todos lados. Es muy militante de su causa y hasta resignó fines de semana con su familia para estar conmigo. Soy un privilegiado.

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