"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

2 de septiembre de 2008

El capo del sainete y el grotesco



Está tranquilo, dice, porque ya hizo todo lo que tenía que hacer. El día del estreno, los nervios son de los otros. El problema lo tienen los técnicos, los operadores y los actores, claro, que están en otra situación. Él, en cambio, dice, molesta en los estrenos. "Cuando la obra sube a escena yo podría estar en el café de la esquina. El día del estreno soy el último orejón del tarro", dispara. El director Norberto Barruti estrena hoy la obra Babilonia, de Armando Discépolo, con producción y elenco del Teatro de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, en un acto que servirá para reinaugurar la Sala Armando Discépolo (calle 12 entre 62 y 63), que permaneció cerrada por más de tres años.
"Babilonia es una obra gorda, que lleva todo. Hay 15 actores en escena, tiene una gran escenografía de dos plantas, muchas luces, mucha música –operística–, mucho todo", dice Barruti, entusiasmado por el "milagro de la reapertura. Porque siempre que se cierra una sala parece que nunca volverá a abrirse". Y, sin embargo, ahí estará él, director, "con la suerte de reabrir la sala con un clásico, con el privilegio de dirigir".
La Sala Armando Discépolo fue inaugurada hace 10 años, el 10 de julio de 1998 con la obra El Organito, también de Discépolo, también dirigida por Barruti, y con un actor que estuvo en uno y otro estreno: Diego Aroza. Cerró en 2005, tras la tragedia de Cromañón, que le costará la vida a 194 personas y obligara a las autoridades a replantear las condiciones de seguridad para los espacios públicos cerrados.
Hoy, la sala fue refaccionada para garantizar la comodidad y la seguridad de las personas pero, además, pudo ser rearmada en mejores condiciones para hacer teatro. No hay mal que por bien no venga, dice el dicho. Y entonces Barruti y el escenógrafo Quique Cáceres pudieron pensar una escenografía tremenda, de dos plantas, altísima. Imposible para la Sala Discépolo 2005.
"Están todos re locos con la inauguración", dice Barruti. Y cuenta: "Yo estoy nervioso el primer mes. Entonces, suelo cambiar los horarios, trabajo de noche y me levanto a la tarde. Tomo más que de costumbre, fumo más y como menos. Suele ser así hasta que sé lo que voy a hacer. Cuando las decisiones ya están tomadas, lo demás es trabajo".

BABILONIA. "El arte nos cuenta. Nos dice cómo somos. Y los clásicos son los más representativos. Sobre todo con Discépolo y Babilonia", asegura el director, sentado en medio de un escenario, mate y cigarro de por medio, con una luz blanca iluminando la mesita que comparte con Diagonales.
La obra que va a dirigir se estrenó el 3 de julio de 1925 en el Teatro Nacional, dirigida por Pascual Carcavallo. Y, junto a Mateo, Estéfano y El Organito, es para Barruti un hecho artístico fundamental para entendernos.
El sainete porteño primero y el grotesco criollo después son las expresiones dramáticas de la etapa inmigratoria por excelencia. La trama de Babilonia gira alrededor de un robo planeado por un matrimonio de la servidumbre para desacreditar a un compañero, al que celan. Y transcurre durante toda una noche. El tema, según David Viñas, podría resumirse como el enfrentamiento entre "amos" y "criados", entre dominadores y dominados, donde la luz solar se apacigua y ya no hay "frentes" en la escenografía, sino "fondos", ya nadie "se asoma", sino que "se hunde".
"Como muchas grandes obras, es muchas obras en una. Abarca tres géneros. Es grotesco, donde funciona la historia; es sainete y es melodrama. Sólo Babilonia tiene esa particularidad de la convivencia de los géneros. Es una historia sencilla, popular, pero como diría Troilo del tango, qué difícil es hacerla sencilla a esta obra", describe Barruti.
A decir del director, la obra deja ver la mano de Enrique Santos Discépolo, hermano menor de Armando y quien tiempo después compondría el tango Cambalache. "Se ve el espíritu de Enrique. Se ve Cambalache, que está casi todo. Despierta escepticismo. Es un despertador de lo que no debemos hacer. Se ve el sálvese quién pueda, el todos contra todos. Y lo muestra con cierta alegría, no sólo en el desencuentro de la lengua en aquella época de la inmigración".

AMOR AL TEATRO. Para Barruti el público ama los géneros populares de principios del siglo pasado, ama la ficción. "El teatro es un truco de muchas cosas. Y cuando esas cosas están, el espectador se siente en el teatro . Y lo disfruta", dice.
Además, remarca que sólo hacen falta un héroe con el que identificarse, una víctima por la que sentir lástima, un traidor al que poder odiar y un cómico que le de aire a la obra.
Para el director, Argentina es un país que ama el teatro. "En teatro somos el primer país del mundo. En la época de estas obras de las que hablamos, en la época de oro, pongamos hasta los años ‘40, había funciones de martes a domingos. Y los sábados había matiné, vermouth y noche. Hay teatros en todos los pueblos, se hace teatro de verano, que no existe en ningún lado, y sólo en la provincia de Buenos Aires hay más de 1400 grupos de autogestión o independientes. Eso tampoco existe en ningún otro lugar del mundo. Acá se juntan cinco o seis personas y trabajan. Les cuesta vivir del teatro, pero no lo dejan", advierte. Y destaca: "Como en el fútbol, también con el teatro somos fanáticos".

Foto: Esteban Martirena


¿Y López?

“¿Qué voy a decir sobre la desaparición de Julio López? A esta altura me produce una pena inmensa, no más que a tanta gente... una pena inmensa. Es uno de los golpes más jodidos que sufrimos durante la democracia. Creo que hay que seguir luchando, eso es lo que creo: hay que seguir luchando”.
Norberto Barruti es director de teatro y fue consultado por la desaparición de Lopez en el marco de la campaña de Justicia Ya!

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