La campaña resultó un fracaso y las autoridades decidieron, en consecuencia, abrir el juego. De la salita sanitaria y los hospitales pasaron a los estadios de fútbol y la estación de trenes, con la intención de elevar las estadísticas de los pocos, poquísimos, hombres vacunados contra la rubéola. Parece que los varones de entre 16 a 39 años no nos hacemos cargo. O que la publicidad no alcanza. O vaya a saber qué pasa. Pero lo cierto es que los profesionales de la salud que se encargan de la vacunación se la tomaron en serio y, si estás distraído, te vacunan.
De los 2.242.686 hombres que habría que vacunar en toda la provincia de Buenos Aires, hasta el viernes de la semana pasada apenas el 12 por ciento pasó por algún centro de salud a darse la dosis. En La Plata, el promedio no superó el 10 por ciento.
La campaña de vacunación pretende proteger a los futuros hijos, pues el virus produce una enfermedad que se manifiesta en forma relativamente benigna, con fiebre y aumento del tamaño de los ganglios, entre los niños y los adultos, pero puede ser grave para un bebé en gestación, a los que puede producirles síndrome de rubéola congénita, sordera o alguna otra malformación.
El tema, Alberto lo sabía, era de debate en el diario. No hacía falta que lo llamaran para decirle que necesitarían una foto. Él pasaba por el estadio de Gimnasia y se acercó a retratar la situación.
Apenas llegó, le preguntaron si iba a vacunarse. “No, no. Yo ya pasé los 39 años”, se excusó. Y se puso a sacar fotos. En eso estaba, apuntando con su cámara, cuando escuchó que le decían, casi al oído: “Estás muy tensionado”. Iba a contestar que “... y bueno, si estoy sacando fotos”, cuando sintió el pinchazo en el brazo. Alberto está vacunado contra la rubeola. Y está bien, porque aunque ya pasó la edad... no sabía que la vacuna era una obligación para él, justo ahora que va a ser papá por primera vez.
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