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"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.
13 de junio de 2008
Pintor
Foto: Nicolás Acuña
El artista plástico Remo Bianchedi está en La Plata. Hoy, a las 19.30, dejará inaugurada una obra que tiene más de 25 años y nunca antes fue exhibida en Argentina. El Museo de Arte y Memoria ya tiene colgada la exposición, que se llama Papeles del destierro y está compuesta por dibujos y grabados que Bianchedi realizó mientras vivía en Alemania y se convertía en discípulo de uno de los grandes artistas del siglo veinte: Joseph Beuys.
Bianchedi nació en Buenos Aires en 1950. Vivió en la provincia de Jujuy desde 1969 hasta 1976, año en que ganó la beca alemana Albrecht Durer y se fue a Kassel, a estudiar diseño gráfico y comunicación visual en la Escuela Superior de Artes. Allí conoció a Beuys y estudio hasta 1981, cuando se mudó a España, para vivir en Madrid. El 2 de abril de 1982, a las 14.30 iba a regresar a la Argentina, pero un amigo lo llamó para preguntarle si había escuchado la radio. Bianchedi dijo que no, encendió el aparato y se enteró de la nueva tragedia argentina. No sólo había una dictadura militar que gobernaba a sangre y fuego, sino que el país estaba en guerra. Regresó en noviembre de ese año, con sus cuadros alemanes a cuesta, envueltos en el nylon que recién ayer abrió, para exhibirlos en La Plata.
Bianchedi vivió en Buenos Aires hasta que en 1991 se instaló en las sierras cordobesas, en Cruz Chica, muy cerca de La Cumbre, donde propaga el concepto ampliado del arte de Beuys y de la Universidad Internacional Libre de Berlín. "El artista tiene que inventar –o crear–, producir, difundir y comercializar", enumera. Y explica: "no hay artista libre si no hay ciudadano libre".
La muestra de dibujos y grabados que inaugura hoy cuenta con un agregado. Pequeños textos que surgieron de una charla que Bianchedi tuvo en su madriguera de las sierras cordobesas con la curadora platense Laura Ponisio y que el escritor y periodista Juan Duizeide transcribió con el tono y el aire coloquial del relato oral.
CORAZÓN CLANDESTINO. En ese momento había comenzado la militancia también, eran como dos universos paralelos que no se tocaban nunca. En la clandestinidad tenía otro nombre, mi mujer nunca se enteró yo era un cuadro de inteligencia de la Juventud Peronista. Éramos cinco en esa célula y los únicos que sabíamos que estábamos en esa célula éramos nosotros cinco. Yo me llamaba Santiago Fernández, tenía libreta de enrolamiento, pasaporte, todo a nombre de Santiago Fernández. Nadie supo de mi militancia, yo no podía ir a manifestaciones, no nos podíamos dejar ser vistos en público en actos políticos. Éramos los que diseñábamos las políticas de la JP de la Regional Quinta del Noroeste: Salta, Tucumán. Viajábamos permanentemente, a mí me tocaba organizar el tema con las villas, que tuvieran agua potable, periódico. Mi familia no sabía qué hacía por un problema de seguridad. Me fui metiendo de a poco y después estaba metido hasta las orejas y no podía salir. Yo andaba armado por seguridad. Fueron años de muchísima intensidad. Llevaba una vida de dormir tres o cuatro horas por día. Laburaba a la mañana en la Universidad, volvía a casa, almorzaba, llevaba a los chicos al cole, a la tarde atendía la librería y después a la noche cosas de la militancia y recién más tarde me ponía a dibujar, me encontraba con mis imágenes surrealistas.
MADE IN ARGENTINA. Para participar de la beca que lo llevaría a Alemania, Bianchedi truchó el certificado analítico del colegio secundario, que todavía no terminó: “me lo hizo un compañero de militancia”, reconoció a Diagonales el artista, que fue militante de la tendencia revolucionaria del peronismo en Jujuy. Hoy, el compromiso de Bianchedi se asume en su obra plástica, que transita la indagación del poder, la violencia y la muerte.
Los textos de Duizeide fueron bautizados “la historieta de Bianchedi” y algunos serán publicados en el próximo número de la revista Puentes, aunque mientras tanto están adelantados aquí, en exclusiva.
MEMORIAS Y DESBALANCES. La militancia es parte de mi vida, no la voy a ignorar. Hoy me sostiene en otras cosas. En saber que la vida consiste en tácticas y estrategias, que si vos querés llegar ahí tenés que saber cómo llegar ahí. No porque tenés ganas, porque te dieron un premio, o tenés un papá que te lleva. Eso me quedó grabado. Y saber también que en este país o nos salvamos todos o no se salva nadie. Me quedó ese tipo de cosas incorporadas como parte de la vida cotidiana. A veces pienso que suerte que no llegamos al poder. Otras, siento que me queda por lo menos la satisfacción,
a pesar de todas las pérdidas, de haber sido lo que debía ser en mi tiempo, en lugar de estar pintando, porque la revolución no se hace pintando, eso lo sigo creyendo. Y conocí gente alucinante, verdaderos héroes que se jugaban la vida por los otros. No voy a dejar de desear un mundo mejor, porque crecí, me formé, me formaron para construir un mundo mejor, y no me voy a bajar de ésa, ésa es mi causa.
MUESTRA. Mientras abre los paquetes, Bianchedi advierte que los cuadros de los “papeles del destierro” aún no fueron exhibidos en Argentina. Están colgados por primera vez al público en el museo de calle 9 número 984, disponibles para ver de martes a viernes de 14 a 19 y los sábados de 16 a 20, con entrada gratuita.
APARTE:
La historia de aquellos artistas que aparecen por ahí
En La Cumbre, a pocos kilómetros de donde vive, Bianchedi impulsó la creación de la Fundación Nautilus, que reúne a un grupo de artistas, amigos y colaboradores que buscan generar una corriente de opinión y acción en favor de los inocentes, de los jóvenes vulnerables a la desocupación, la pobreza, la violencia y la exclusión social.
La estación de trenes del pueblo fue recuperada como Centro Cultural. Allí, el artista plástico se encuentra con los artistas y vecinos, la mayoría autodidacta y genial: "don Sosa me pidió que pasara por su casa. Cuando entré, vi un montón de frasquitos de dulce con tiritas de papel de colores, de todos los colores. Tenía la escala cromática sobre la mesa. Le pregunté qué era eso. Y el me dijo que recortaba de las revistas la parte que no tuviera figuritas y los clasificaba. Luego, con un alfiler, pincha la tirita y va armando paisajes. No sabés lo que son", dijo a Diagonales.
Además, contó la historia de Olga Zalazar. Una mujer cuya familia cayó con la crisis de Fernando de la
Rúa y para colmo de males le diagnosticaron cáncer. Pues bien, parece que la mujer empezó a ir al médico, que le contó sobre un amigo suyo que había empezado a pintar. Al regresar a La Cumbre, la mujer empezó a pintar y su marido, que estaba desocupado, a ayudarla. Hoy, "ella dice que la pintura la hace feliz y eso es arte. Y él fabrica marcos".
“Otro pibe me contó que pintaba algunas cosas raras en papel. Eran historietas en viñetas de un metro por un metro, que pintaba con tinta china, con un pincel que arma con la paja de la escoba", cuenta Bianchedi.
Manuel, el verdulero, también se destapó como un artista. Escribe monólogos para teatro, entre las que se encuentra uno que tituló Historias de un verdulero en La cumbre, que presentaron en la estación, cuando inauguraron una muestra de pinturas.
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