Son más de las 10 de la noche y en la sala de ensayo suena algo así como una canzonetta italiana y un poco de ska. Toca Grande Cuore, un cuarteto que debe andar entre Tonino Carotone y Mano Negra. Fiestero. Mauro, el dueño de la sala, hace como si mirara la repetición del partido de Italia y Francia. En su televisor, los jugadores son fantasmas que aparecen detrás de una lluvia copiosa. Es a color, pero algo debe andar mal con la antena. Se ve blanco y negro.
Néstor Cubas Toledo (Cubas, o el Cubano) es el primero en llegar. Lo hace en una bici roja por avenida 7, a contramano y sin problemas: en la calle no anda ni el loro. Hace frío y no hay nadie pidiendo la suspensión de las retenciones, ni defendiendo al gobierno K.
El Cubas lleva a cuestas su redoblante. Forma parte de Batuqueros playeros, un grupo platense que creció al calor de la batucada en Villa Gesell, y del que no formó parte sino hasta que la banda estuvo de regreso en La Plata. “Es que empezaron este verano. Se fueron a la costa y tocaban en la playa, en la peatonal, en cualquier lado. Como algunos también están en Batuquelé, decidieron tocar otros ritmos, tener un repertorio diferente. Empezaron a tocar canciones”. Hoy, aún en formación, Batuqueros playeros toca bossa, samba y cumbia.
–¿Cuál es la influencia para tocar batucada?
–En mi caso llego a partir de la murga Tocando Fondo, cuando tenía 19 años. Me encantó por la vida, la alegría y el color. Empecé bailando y enseguida agarré el redoblante.
Cuando llegaron a la sala, sus compañeros también opinaron sobre el tema: “Diría que la mayoría venimos de las murgas. Y en el caso de Batuquelé hay una relación muy fuerte con Tocando Fondo, donde estuvimos varios de nosotros” dice Leonardo, que es de Gualeguaychú y carga con toda una herencia del carnaval.
“Hace 10 años, la onda eran las murgas y ahora son las cuerdas de candombe y las batucadas”, agrega Martín.
Como dice el blog de la banda, el de Batuqueros “es un espectáculo de samba, que utiliza la instrumentación típica de batucada brasilera y, fusionando con otros ritmos, desarrolla una propuesta visual inspirada en una situación de fiesta carioca en una playa. El show ofrece varios climas, desde secciones rítmicas hasta canciones brasileras, utilizando el canto y la guitarra que agregan color y matices al show. También la presencia de la bailarina, completando así una interacción con el público en un clima de fiesta”. El grupo tiene dos voces solistas, una femenina y otra masculina y también canta a dúo si la canción lo pide.
Cuando piensan en un nuevo tema para sumar al repertorio, intentan imaginar qué les gustaría tocar en una playa. Así surge una cumbia de los Cinco del ritmo o alguna canción infantil brasilera que se cuela en la lista.
En La Plata, los Batuqueros reconocen que la murga, el candombe y la batucada tienen una fuerte impronta de los estudiantes, de los militantes universitarios, los chicos de la agrupación HIJOS, reivindicando movidas sociales contra la dictadura, con un muy fuerte compromiso social, diferente a otras murgas de Buenos Aires, que son más barriales.
Es que tocar tambores tiene varias lecturas. Por ejemplo: “Está buenísimo: flasheamos”, dice el Cubas. “Se siente la fuerza de tocar en grupo”, agrega Leonardo.
“Cuando estamos conectados se siente el diálogo entre los tambores”, interviene Martín.
Y sigue Leonardo: “Hay encuentros entre la gente. Hay veces que estamos todos eufóricos y otras veces que andamos más tranquilos. Como en los diálogos, se ve que hay gente que quiere hablar por encima de los demás y otros que son más sumisos. Hay quien grita y quien murmura”. O, como cierra Martín: “Lo que es seguro, es que nos conectamos”.
Recuadro:
LA OTRA BANDA
Batuquelé es la banda que dio origen a Batuqueros Playeros. Se trata de un grupo de percusión fundado en el año 1998, que funde toques en formato de batucada con mucha energía y un despliegue escénico vertiginoso. Su último espectáculo es Sucurucutum, un show dividido en tres partes, donde se combinan ritmos como samba reggae, tango, disco, rock, flamenco, rumba y merengue.
Recuadro:
Carnaval y acá nomás
De todas las murgas de la región, los Batuqueros reconocieron la impronta de la Escuela de Samba La Sonora de Atalaya, que cuenta con un cuerpo de entre 150 y 200 personas. El grupo se formó hace 14 años y viene de la comparsa Los CAT, abreviatura del apellido Caterbetti, formada por los padres de los actuales líderes de La Sonora. Hacen samba y tiene profesores de percusión, baile y confección de trajes. Con la participación de la Sonora y las otras dos comparsas que actúan durante el carnaval, Atalaya se transforma en una pequeña Gualeguaychú todos los meses de febrero.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario