"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

14 de octubre de 2010

Un día cargado de emociones y encuentros


Los murmullos empezaron a subir desde la planta baja de la sala, en la platea, poco después de las 18, cuando los primeros familiares de las víctimas, las víctimas y el público en general entraron a la sala de la ex Amia, en 4 entre 51 y 53. Los que no se habían visto en la calle se abrazaban con cariño y se ponían a conversar. Alguno que estaba ya ubicado en alguna de las butacas más lejos de los pasillos saludaba a la distancia con una sonrisa.
En el piso de arriba, en el pullman, periodistas y familiares de los imputados ocupaban los sectores asignados, separados apenas por un pasillo custodiado por tres policías. Sentados en el fondo, otros dos policías, uno de remera y el otro de traje, observaban. Reporteros gráficos y camarógrafos se amontonaron en el pequeño palco de la derecha, apuntando con sus cámaras a los imputados. A la izquierda, se ubicaron los que querían grabar el audio. También se conversaba en la planta alta: los trabajadores de la comunicación, distendidos; los familiares, preocupados.
Las Madres de Plaza de Mayo, con un humor a prueba de todo, ocuparon las primeras filas de la platea. Era extraño verlas: todas llevaban puesto algo rojo. Lo hicieron en respuesta al discurso de Héctor "El Oso" Acuña, el único que se atrevió durante el juicio a reivindicar la lucha contra la subversión cuando, el martes, al decir sus últimas palabras antes de la sentencia, aseguró: "jamás un trapo rojo será arriado en nuestro pabellón".
Cuando la sala aún no había sido colmada, algunos en la planta baja empezaron a toser. "¿Tiraron algo?", preguntó un periodista que observaba desde arriba. La tos se contagió a la planta alta pocos minutos después y los colegas advirtieron, entonces, que el carraspeo no era producido por ningún tóxico extraño, sino por la tierra que durante el juicio se había acumulado en las sillas acolchadas, pocas veces ocupadas desde que, en abril, se inició el proceso.
En la primera fila, como desde el primer día, quedó reservada la butaca que debió ocupar Julio López. Desaparecido en democracia. Abel David Dupuy fue el primero de los imputados en ingresar a la sala. Hubo algún abucheo y un intercambio de opiniones entre abajo y arriba.
La platea del teatro, una clásica sala a la italiana que provocó alguna queja entre quienes pensaron que se podía tomar el juicio como un espectáculo, estaba colmado cuando, a las 19.25, la secretaria del tribunal pidió a los presentes que se pusieran de pie para recibir a los jueces. En el pullman, de los 38 familiares de los imputados que fueron a presenciar el juicio apenas 4 se pararon.
El silencio fue total cuando entraron los jueces y el presidente del tribunal, Carlos Rozanski, apenas fue interrumpido durante la lectura de la sentencia. Hubo un cerrado aplauso cuando leyó la cadena perpetua a Dupuy, pero, entonces, pidió que lo dejaran cumplir con el acto y los familiares se quedaron en silencio. Cuando llegó la condena a Isabelino Vega, los aplausos que colmaron la sala llegaron desde la calle, donde centenares de militantes escuchaba el juicio.
Cierto clima de decepción trascendió desde la platea con las condenas más leves, pero hubo al final un clima de euforia y triunfo, cuando los presentes advirtieron que se revocaban las prisiones domiciliarias, se mandaba a los imputados a una cárcel común, se pedía que fueran investigados los jueces que ejercieron durante la dictadura y que se notifique a los organismos del Estado las actuales condiciones inhumanas de las celdas de aislamiento de la Unidad 9.
Después, vinieron los golpes y las agresiones a los periodistas, mientras "El Oso" Acuña arengaba a los suyos desde el escenario.
Fotos: Alberto Direnzo

1 comentario:

Juliana Godoy dijo...

buenísimo el blog y las notas! va a mi blogroll