Cuando terminó la fiesta de fin de año con sus compañeros de trabajo, el tipo recorrió las mesas y se guardó las tapas de las gaseosas en los bolsillos. Se fue del lugar contento, un poco por lo que había tomado, pero también porque, según dijo, iba a ayudar "a los chicos del Garrahan". Antes de cargar con las tapitas largó una risotada de autocrítica e indulgencia, como justificativa, aunque lo suyo no es poco ni tan fuera de lo común, parece.
En el diario juntamos tapitas. Un día hubo un debate -siempre hay debates en los diarios, sino no serían diarios- sobre la veracidad o no de la campaña. Luis, el jefe de deportes, le puso punto final a la discusión con un dato contundente: "Mi mujer colabora con la Fundación Garrahan y nosotros juntamos tapitas", dijo. Desde entonces, al final de la redacción, en el escritorio que está atrás al que ocupa Luis, hay una copa trofeo que llenamos de tapitas de plástico.
No era tan difícil confirmar la veracidad de la campaña, en la página web de la Fundación o en la del propio hospital hay información sobre los programas de reciclados, que son dos: de papel y de tapitas (de gaseosa o agua mineral). Según la Fundación, “cada día son más las personas que realizan la separación en origen colaborando de esta forma con los niños del Hospital Garrahan, y evitando provocar un impacto negativo en el medio ambiente”. Y agrega: “Aunque creas que tu aporte es pequeño, ayuda”.
Parece que ya lo sabe el tipo que terminó la fiesta de fin de año juntando las tapitas. Y lo sabemos los compañeros de Luis en el diario. También la señora que el sábado a la mañana, casi mediodía, iba a entrar en su casa cuando vio una botella de gaseosa entre la basura de su vecino. Y fue hasta la bolsa, la abrió, destapó la botella, se guardó la tapita en el bolsillo y, finalmente, entró a su casa. Feliz por su granito de arena.
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