"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

12 de enero de 2009

Lavame sucio

¿Arte efímero? ¿Declaración de principios? Vaya a saber qué es lo que hace a los ocasionales transeúntes escribir en los capot o parabrisas de los autos estacionados, con una capa de tierra encima.
Hay quien podrá asegurar que es una venganza de quienes tienen que ir a pie de un lado a otro de la ciudad, mientras los coches esperan ahí, estacionados, detenidos, ni siquiera limpios. Esta es una teoría que tal vez esté justificada en tan común frase "Lavame sucio". Quién sabe.
Parece que escribir sobre una superficie sucia es muy tentador. La idea, incluso, fue usada hace unos años por un detergente chileno para hacer un enorme cartel publicitario. Los creativos imitaron la suciedad del polvo en los últimos cuatro pisos de un edificio vidriado al que le grabaron, enorme, la leyenda “lavame”. No se animaron a usar la frase completa, pero la idea estaba ahí. El detergente prometía “limpiar algo así de grande con muy poco”.
Dicen, además, que el lavame sucio no es patrimonio sudamericano. “Wash me dirty”, les escriben en Inglaterra, “lave-moi sale” en Francia, “wasch' mich, schmutziger” en Alemania y “was me, vieserik”, en Holanda.
Lo cierto es que no siempre son recomendaciones de limpiezas las que dejan los transeúntes. Hay quien la aprovechó alguna vez para insultar a su profesora de matemática (por razones obvias) o quien vio que del espejo retrovisor colgaba una cinta futbolera identitaria para sentenciar: “Amargo”.
Pero lo cierto es que cada época es capaz de parir insultos nuevos, a los que en el futuro habrá que estudiar en su etimología para entender de qué fuente y cómo fue que su forma y significado cambiaron como para terminar en un insulto.
Un peatón que pasó por al lado de una Chevy negra estacionada en avenida 44 entre 4 y 5 dejó sus sentencias sobre el capot: “sucio”, “puto”, “flogger”.

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