"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

8 de diciembre de 2008

Marcha Carnavalera


“Dicen que estamos locos de la cabeza, prefiero tener locura y no tristeza”, cantó la murga. “¡Daaaaaaale cheeeee!” arengó uno. “¡Vaaaamos!” apoyó otro: “llegó el Pulgón, llegó el Pulgón”, se presentó la comparsa. Traficantes de utopías, poseídos por Momo, coparon las plazas del centro de La Plata. Fue durante una marcha para pedir por un estado de alegría, para que los corsos recuperen para todos el feriado del carnaval.
Hay quien dice que llegaron a juntarse, silbando bajito, unas 80 murgas de la región, Capital y el Gran Buenos Aires. El encuentro fue organizado en Plaza San Martín para las 17, cuando estallaron los tambores. Y movilizó a los murgueros por la avenida 51 hasta la plaza Moreno.
Rojos de pies a cabeza Los diablitos de San Carlos II, de Moreno; violeta, verde y celeste Los prisioneros del delirio, de Sarandí. Violeta, blanco y amarillo Los lunáticos del arrabal, de Villa Pueyrredón. Verde y verde (otro verde, claro) el centro y murga La Pachorra, de Berazategui.
Pero La Plata estuvo ayer teñida de todos colores. Y los vecinos aprovecharon para ver el desfile de murgas. Y ver a las comparsas bailar al ritmo de bombos, platillos y alguna que otra trompeta.
–¿La municipalidad les otorgará algún premio?, preguntó la señora.
–No. Nada señora. Nada.
Tanto esfuerzo murgueril es para pedir el regreso del carnaval. Y parece que podría ser una verdadera fiesta. La marcha, por lo pronto, encandiló a los platenses que andaban por el centro, testigos involuntarios de la movilización. Los vecinos que se enteraban del asunto se acomodaban sobre la calle 51, sentados en el cordón los improvisados, sobre sillas plegables o banquitos de plástico los que andan dispuestos a festejar el domingo cueste lo que cueste, con el mate listo y agua caliente en el termo.
Un pibe con un cartel: "Basta de represión en las plazas". Un enmascarado en zancos, tirando espuma. Y chicos, muchos chicos, enfundados en trajes con lentejuelas, identitarios. Bolsas de papel picado tiraban los murgueros al cielo. Y al espacio lo tornaban todavía más multicolor, algo que apenas un segundo antes parecía imposible.

Foto: Eva Cabrera

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