"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

11 de agosto de 2009

Dolor



“¡Ay! Mi hijito. ¿Qué te hicieron mi hijito? ¿Qué te pasó Juancito? ¡Ay, mi hijito!”. Mercedes llora sobre el cuerpo de su hijo, el menor de sus nueve hijos, el mimado, Juan Andrés, asesinado la madrugada del domingo de un tiro en el pecho en la puerta de un boliche de Berisso.
Mercedes llora después de una larga agonía, que se extendió desde que se enteró del asesinato, hasta ayer a la tarde, cuando pudo ver el cuerpo por primera vez. Entonces, repite ideas que le rondan por la cabeza desde el momento en que supo del disparo criminal. Y empieza a transitar un duelo que la llevará a una tristeza eterna: "Estamos desesperados porquenos sacaron un hijo maravilloso. Yo creo que para toda madre su hijo es un tesoro, pero éste hijo para mí era maravilloso".
En la sala D de la casa velatoria Flamini, en 11 y 163 de Berisso, Mercedes llora y se pregunta: "¿Qué va a ser de mi vida sin Juancito, cómo voy a seguir? Tengo otros hijos y unos nietos a los que adoro, pero dónde está mi hijito. No se qué voy a hacer sin mi hijito".
Mercedes llora y se hace carne la injusticia. Y entonces recuerda: "A las once de la noche del sábado él me avisó 'mamita me voy' y yo le dije tené cuidado porque pasan cosas malas y él me dijo 'dormí tranquila mami, que no pasa nada', me dijo".
“El asesino nos mató en vida. Nos mató a todos, a todos mis hijos y a mí también, porque Juancito era el bebé de la casa. Tenía 24 años pero era mi pequeño tesoro, era mi adoración y mi sostén. Yo jamás le levanté ni un dedo y me lo trajeron muerto”, dijo Mercedes.
Mercedes llora y recuerda la última noche que se despertó con frío y se levantó a ver cómo estaba su hijo menor, que ya estaba grande, cierto, pero nunca iba a dejar de ser su hijo menor. Ella se despertaba, se levantaba y si hacía falta le tiraba una frazada encima para que no tuviera frío.
"Por favor, dejen de matar a los jóvenes", pide. "¿Hasta cuándo?", se pregunta. "A mi hijo lo mataron por nada, por pasar por ahí", asegura Mercedes. Y aclara: "No hay consuelo, sólo pido justicia, porque a los asesinos no lo quisieron atrapar. Berisso tiene dos salidas a La Plata, pero no se las cerraron, los dejaron ir. Los asesinos se escaparon cuando la policía empezó a reprimir en el barrio". Mercedes llora: "Venía caminando, y no tenía nada que ver. Con tanta mala suerte que la bala le tocó a él".

El chico asesinado
La víctima se llamaba Juan Andrés Maldonado, tenía 24 años, era el menor de nueve hermanos y trabajaba como pintor. Había ido a bailar con su novia y regresaba a su casa con la chica y algunos amigos cuando le pegaron un tiro en el pecho. El crimen ocurrió a las 6.20 del domingo en la esquina de Montevideo y 6, frente a la disco Alcatraz.
Juan Andrés nació en 1984 en Berisso y pasó sus dos primeros años junto a su mamá y sus hermanos en la casa de su abuela, en 162 entre 21 y 22.
Cuando se construyó el Barrio Solidaridad, o el Barrio Chino, como lo llaman los propios vecinos, Mercedes y sus hijos se fueron a la casita en la que Juan Andrés vivió hasta su asesinato, la número 42 de la manzana 3.
Ahí se crió el pibe que mataron el domingo en la puerta de un boliche, sólo por ser joven, por haber ido a bailar, por pasar por ahí, como dice su hermana Zulma y refuerza Sandra. Y recuerdan que no sólo fue mimado por su mamá, sino por todos, porque la mujer tuvo que salir a trabajar en un restaurante cuando Juan Andrés tenía apenas dos meses y ella lo dejaba en sus brazos, a su cuidado.
Juan Andrés creció en el Barrio Chino, se hizo hincha de Boca y siempre iba a ver a Villa San Carlos. Le gustaba el fútbol. Le gustaba mirarlo y le gustaba jugarlo, por eso los pibes lo conocen, jugaban por ahí en donde hubiera un lugar. Antes era en los terrenos atrás de su casa, dónde ahora se levantan las casas del Plan Federal.
Fue a la Escuela Nº 1 y a la secundaria la hizo en la Escuela Media Nº 2. “Era buen alumno, un chico muy inteligente. Y desde chiquito que le gustaba leer. Si le dabas cien libros, el se leía cien libros”, lo describe Sandra. “Era loco por la lectura y le gustaba la historia. Miraba el History Channel y el Discovery”, agrega.
Cuando terminó la escuela quedó debiendo una o dos materias y aunque trabajaba, quería rendirlas para poder seguir una carrera, pensaba que podría ser profesor de historia.
Si salía, volvía temprano. Y nunca faltaba a una reunión familiar, fuera un cumpleaños de alguno de sus hermanos o de sus 15 sobrinos. Para Sandra, su hermano “era un chico muy respetuoso, muy compañero de la mamá”.

Foto: Alberto Direnzo

No hay comentarios.: