"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

23 de mayo de 2025

¿Cuándo se baila?

 


Estaba yo solo, sentado en la punta de una larga mesa, muy temprano para mi costumbre, cuando una pareja adulta entró al salón del Club Ateneo Popular con la vista puesta en dónde sentarse. Me vieron ahí, con la bandejita de cartón vacía, la botella de vino de la casa y la copa sin servir y me preguntaron si podían sentarse en la mesa.

-Claro, es un lugar libre, pueden sentarse ustedes donde quieran -les dije.

-Muy bien -respondió ella-, muchas gracias.

Flaco y alto, él llevaba un pantalón blanco y usaba una boina. Ella vestía de negro y aunque tenía un suéter, no se quitaba la campera buscando aclimatarse. Los dos pasarían los 70 años, estimé.

Primero preguntaron por la calefacción del lugar y luego por lo que podrían comer. Dijeron que habían ido a bailar tango hace un par de semanas y enseguida preguntaron:

-¿Cuándo se baila?

-Si quieren bailar ahora, pueden salir a la pista, acá a nadie le importa si hay una o diez parejas bailando. Sino, esperen un rato que arranca la clase.

-¿Hay una clase? ¿Para qué? -preguntó ella, que se mostraba más dada a la conversación con un extraño.

-Hay una clase de boleros. No se la pierdan, les dije.

La forma de mi botella los hizo dudar. Me preguntaron si era vino y empezaron a discutir qué pedir. Cuando se decidieron —no llegué a oír qué—, él fue a buscar las bebidas.

Ella aprovechó para contarme que habían llegado al club por recomendación de su hija, que iría más seguido si no fuera porque no tiene plata.

El apareció bastante pronto, con un vaso con una bebida negra que ella creyó cerveza. El fernet era para él, que le preguntó qué cerveza tomaría.

-Roja o negra -le dijo.

-Sólo hay cerveza artesanal -dijo él.

-Entonces, roja o negra -insistió ella.

Intervine sin certeza sobre el tipo de cerveza que había en las heladeras para decirle que solo había rubia o IPA.

Puso cara de que no le gustaban, pero le mandó comprar una rubia.

Fue entonces que me tiró la confidencia.

-Somos novios -me dijo.

-Ahhh! Qué hermoso -le contesté.

-Yo estoy separada hace mucho tiempo -reveló- y él quedó viudo hace poco. Nos reencontramos en febrero, pero tenemos una relación secreta.

Advirtió que el hombre se acercaba y estiró la mano para tocar la mía en busca de una confidencia:

-No quiero que me escuche hablar de esto -me dijo.

Él traía una empanada de verdura para ella, pero necesitaba confirmar qué cerveza prefería, mientras bajaba la espuma de su fernet, que había quedado sobre la mesa.

Cuando él se fue, ella siguió:

-Nos vemos todas las semanas. Él vive a 174 kilómetros -me dijo- pero tiene una camioneta y viene a verme. Yo también voy, pero menos, porque no tengo auto. Además, yo soy libre, puedo hacer lo que quiera, pero él no quiere que sus hijos se enteren: todavía están de duelo.

-¿Y hablan por teléfono muy seguido? ¿cómo se comunican? -pregunté.

-Estamos todo el día juntos -me sorprendió-. Nos llamamos por video y desayunamos juntos, almorzamos juntos, estamos todo el día hablando. Estamos re contentos. Nosotros fuimos novios cuando éramos chicos, cada uno hizo su vida, pero ahora me encontró por Facebook. Nos encontramos después de 50 años.

El hombre casi la descubre revelando su secreto. Le dejó una cerveza rubia y volvió a sentar a su lado justo cuando empezaba la clase.

-Si quieren bailar vayan a tomar la clase -los apuré.

Ella se metió lo que quedaba de la empanada en la boca y con máxima velocidad se sacó la campera, mientras él hacía lo mismo y le daba un beso al Fernet antes de salir a la pista.

Los miré de lejos mientras tomaban la clase y casi me arrepiento de mi recomendación cuando escuché que les pedían que se tomaran de los tobillos. De pronto imaginé al hombre de cabeza al piso, cosa que por suerte, o por milagro, no pasó. La indiscreción es mi fuerte. Y quería saber si eran felices, así que los seguí un poco más.

Intentaron soltarse cuando les pidieron cambiar de pareja, pero no duraron mucho: volvieron a tomarse como si los demás no estuvieran.

Un poco antes de que termine la clase volvieron sonrientes a la mesa y pidieron que les tomara una foto. Él me pasó su teléfono para que pudiera retratarlos. Así lo hice. Pidieron otra, más, vertical, de cuerpo entero. Y otra para que se vea el escenario. 

-¿Nos podés tomar otra foto cuando sale la banda? -preguntaron.

El Sindicato Argentino de Boleros empezó a sonar y nadie bailaba. Yo empezaba a preocuparme.

-Anímense, acá no baila el que quiere sino el que puede -les dije.

Les daba vergüenza, pero salí un minuto y cuando volví eran una de las parejas que estaban en la pista.

Cuando terminó la primera parte del show volvieron presurosos a la mesa y empezaron a agarrar sus cosas.

-¿Ya se van? -pregunté.

-Sí -respondieron a dúo.

-A otros menesteres -me dijo ella, por lo bajo, tocándome la mano otra vez.

Y se fueron. A sus menesteres.

No hay comentarios.: