"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

19 de agosto de 2010

“Fue la última victoria sobre sus asesinos”


Verónica y Laura Bogliano (que en la foto están con Pilar, la hija de Laura) sepultaron los restos de sus padres desaparecidos

Los restos de una pareja de detenidos desaparecidos durante la última dictadura militar fueron recuperados por la justicia, identificados y entregados a sus hijas después de 33 años. Los platenses Adrián Claudio Bogliano y María Susana Leiva eran militantes políticos y fueron secuestrados en 1977, cuando apenas tenían 28 y 32 años. Los detuvieron de manera ilegal, los torturaron, los asesinaron y enterraron sus restos como si su identidad fuera desconocida, sepultados como NN en el Cementerio de La Plata. “El hecho de haberlos podido reconocer, de haber aparecido, fue quizá su último acto de revancha, su última victoria sobre sus asesinos”, dijeron ayer sus hijas Laura y Verónica Bogliano en la puerta de los Tribunales Federales.
En el marco del Juicio por la Verdad, la Cámara Federal dio por comprobado ayer que los restos sepultados como NN en el cementerio pertenecen al matrimonio Bogliano, y los camaristas Leopoldo Schiffrin y Julio Reboredo ordenaron la rectificación de las partidas de la necrópolis platense, donde deberá quedar constancia de los nombres de las víctimas de última dictadura cívico – militar, que gobernó el país entre 1976 y 1983.
En el acto, además, entregaron a sus hijas los restos rescatados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) que por la tarde fueron sepultados en el cementerio Parque de la Gloria.
Aunque había sido anunciado para las 11, el acto empezó un poco más tarde. A esa hora, el hall del primer piso de la Cámara Federal era un hervidero. Los compañeros y amigos se encontraban, se saludaban y conversaban sobre el acontecimiento que iban a presenciar en pocos minutos. Los abrazos se reproducían por todo el salón y el murmullo hacía imposible poder registrar, sin interferencias sonoras, el testimonio de un ex detenido desaparecido que se encontraba ante los jueces para contar su experiencia por primera vez en 34 años. Entonces, las autoridades decidieron desalojar el primer piso hasta llegado el momento del acto formal de la entrega de las urnas con los restos de los Bogliano.
Familiares, amigos y compañeros bajaron las escaleras y esperaron afuera, mientras que, en el recinto, con las Madres de Plaza de Mayo y algunos militantes como testigos, Raúl Edgardo Cha brindó su testimonio. Lloró y pidió perdón por no recordar algunos de los nombres y contó que fue secuestrado y torturado tres veces, una de ellas con su mujer. Además, dijo que tuvo que exiliarse en Brasil, donde vive. El hombre, quebrado, reconoció que no sabía dónde había estado detenido, y los jueces concluyeron que debió haber pasado por la Comisaría Quinta y el destacamento de Arana.
La sala se llenó de gente a las 12.20, cuando los jueces se dispusieron a empezar con la lectura del acta formal en la que se declaró comprobada la identidad de los restos hallados en el cementerio y analizados por el EAAF.
“Adrián Bogliano”, gritó una mujer que estaba entre el público cuando todo hubo terminado, apenas 26 minutos después. “Presente”, respondió la multitud. Se notaba que muchos tenían un nudo en la garganta. “María Susana Leiva”, volvió a gritar la mujer. “Presente”, dijo la gente, más fuerte que antes. Entonces, la voz volvió a pedir: “los 30 mil compañeros desaparecidos”. “Presente, ahora y siempre”.

LOS APARECIDOS. “Los desaparecidos no están, no existen, no son. No están ni vivos ni muertos, están desaparecidos”, sentenció en 1977 Jorge Rafael Videla cuando aún era presidente de facto. Ayer, en La Plata hubo un pequeño acto de justicia con el reconocimiento oficial de los restos de la pareja. “Los desaparecieron buscando de esta manera quedar impunes. Pero el hecho de haberlos podido reconocer, de haber aparecido, fue quizá su última victoria sobre sus asesinos, que los pretendieron desaparecer. Encontrarlos y saber de su muerte también me devuelve otra certeza. No que desaparecieron en el aire, sino que fueron asesinados. Entonces hubo asesinos y hay que buscarlos. Entonces pido justicia y que se pudran en la cárcel”, escribió Verónica y leyó su pareja, Ramón Inama, también hijo de desaparecidos.
Aquellas palabras fueron leídas en un breve acto que, a micrófono abierto, realizaron las hermanas Bogliano en la puerta de los tribunales federales de 8 y 50, al que se sumaron varios amigos y compañeros de la pareja.
Parada delante de sus primos Bernardo y Pampa o Nazarena e Inés Sánchez (del EAAF), quienes se turnaron para tener en sus manos las pequeñas urnas con los restos de sus padres, Verónica aclaró que había escrito un breve discurso porque estaba segura de que no iba a poder hablar. Y así fue que apenas reconoció que jamás perdió del todo la ilusión de tener a sus padres con ella tuvo que dejar el micrófono.
Entonces, Ramón, su compañero, se hizo su voz: “Mi mamá es María Susana Leiva y nació el 4 de enero. Nunca me acuerdo bien de qué año, pero sé que era 4 años más grande que mi papá. La secuestraron el 12 de agosto de 1977, cuando tenía 32 años. Susy le decía mi abuela cuando la nombraba, cuando ordenábamos de vez en cuando los ‘papeles importantes’ entre los que aparecían sus boletines y algunas fotos. También la llamaba todos los días para comer, queriéndonos llamar a mí y a mi hermana, se confundía y la llamaba a ella”. Y también: “mi papá es Adrián Claudio Bogliano, nació el 18 de septiembre del 49. Fue al Liceo Naval hasta el 4º año, que juró la bandera y después rindió 5º año libre en el Normal 3. Del liceo se fue a laburar a las villas de emergencia. Sus amigos nos cuentan que era un excelente compañero de trabajo”.
Pilar tiene 16 años, es hija de Laura y ayer despedía los restos de sus abuelos. Después de destacar que creció con la verdad, recordó que aprendió a escribir tratando de descifrar qué significaba ser un desaparecido, de entender por qué un gobierno mataba a los que pensaban diferente. Una vez, dijo, a los 7 años, hizo en la escuela un trabajo sobre sus derechos y escribió en un papel: “tengo derecho a tener juguetes”. La maestra le pidió que pensara algo más personal. “Tengo derecho a conocer a mis abuelos, que se los llevaron los militares”, puso. Con lapicera, la maestra agregó, después, “y los mataron”… “Yo tenía la esperanza de que los encontraran, que estuvieran en una isla y pudieran ir a rescatarlos”, explicó.
Otros familiares tomaron luego el micrófono para recordar a Adrián y Susana. Marta Ungaro, hermana de Horacio Ungaro, detenido desaparecido desde el 16 de septiembre de 1976, reivindicó la búsqueda de la verdad y destacó que sentía que el hallazgo era “un pedacito” de todos; mientras que Juan Carlos Manoukian recordó los tiempos de militancia. “Queríamos un mundo mejor y creíamos que era posible”, explicó. Y lamentó: “la violencia se nos fue imponiendo en medio de un clima muy denso. Pensábamos que teníamos que hacer todo lo que podíamos”.
Natalia, sobrina y prima, fue la última en hablar. Ella recordó a la pareja en cuestiones de la vida cotidiana, describió la casa alegre y colorida en la que vivía y contó que “todo el tiempo convidaban la palabra que alimentaba el alma”.
“Hoy, que las cosas se saben, tratamos de poner una flor en algún lugar recordando a los dos seres humanos increíbles que eran Susana y Adrián”, afirmó.
Los restos de la pareja secuestrada en 1977, torturada hasta la muerte y desaparecida hasta ahora, fueron trasladados por los familiares al cementerio Parque de la Gloria. Que en paz descansen.

Foto: Nicolás Acuña
Entrevista en Qué nos parió

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