"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

24 de abril de 2010

Taxi diablo



Algunas veces, subir a un taxi es subir a un mundo extraordinario. Eso es lo que pensó el tipo cuando vio el tapizado de cuerina roja en los asientos y la calavera de metal a la que se le encendían los ojos rojos cada vez que el chofer apretaba el freno. Afuera, la tormenta volvía aún más diabólico al auto, conducido por un hombre pequeño, de poco pelo blanco, que parecía cerca de los 70 años.
-¿Quién le tunea el auto? –se animó a preguntar el pasajero.
-Yo. No dejo que nadie lo toque –respondió el chofer.
-Todo rojo –advirtió el tipo- ¿A qué se debe?
-Es por el Gauchito Gil. ¿Sabés quién es?
El tipo le dijo que claro, que cómo no iba a saber, y se quedó unos segundos mirando el interior del auto y la luz roja que iluminaba al chofer cada vez que apretaba el freno. El hombre le pareció, entonces, todavía más viejo que cuando pensó en el diablo.
-Usted ya podría estar jubilado ¿cómo es que sigue trabajando? –se lanzó el pasajero.
-Yo ya estoy jubilado, pero si no trabajo me muero –respondió el chofer, absolutamente humano.
-Claro –concedió el pasajero, casi convencido.
-Lo que pasa es que me gusta mucho la joda y la plata del taxi es toda para mí. La jubilación se la doy a mi mujer y yo me quedo con lo que hago acá –reveló el hombre.
-¿Qué joda es la que le gusta?
-Me gusta salir a comer, tomar un vino… y las minas… Me gustan las minas.
-¿Le gusta el cabaret?
-No. El cabaret es para giles.
-¿Dónde sale a levantar minas?
-Voy al club de solas y solos.
-Pero usted es casado.
-¿Qué tiene que ver? La plata que gano en el taxi la uso para salir con las minas. Las invito a cenar, pago el hotel y toda la joda. Pero hay que tener cuidado, porque las minas enseguida te salen con que no te pudieron llamar porque no tenían crédito y quieren que les compres tarjetas, te dicen que les cortaron el gas o la luz y te quieren manguear, pero yo no soy un gil: salgo dos o tres veces y chau.
Llovía, hacía frío y la noche parecía más oscura. Cuando se bajaba del auto, el pasajero volvió a ver la cuerina roja de los asientos y la calavera de metal a la que se le encendían los ojos rojos. No lo convenció el homenaje al Gauchito Gil. Esta vez, le pareció ver al volante al mismísimo demonio, haciendo de las suyas, personificado en un viejo crápula.

3 comentarios:

Antonia Cossio dijo...

Buenísimo, Migue. El diablo sabe por diablo, pero más sabe por tachero.... ¿no?

Mariano PL dijo...

Quiero tomar ese tacho

Anónimo dijo...

Muy bueno!!!
Ulises