Crónica periodística / hoja de vida / archivo on line / Notas de Cultura / Crónicas Políticas / Sociedad
"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.
13 de mayo de 2011
Un nombre para un aula, por la memoria
Julián Axat fue al Colegio Nacional de La Plata para participar de la presentación de un libro sobre deportistas desaparecidos. Fue porque su papá fue jugador de rugby y está desaparecido. Julián es un hijo de desaparecidos. Aquel día, hace poco más de un mes, el 22 de marzo, en la presentación de Deporte y Dictadura, de Gustavo Veiga, Julián hablaba con la rectora del colegio, María José Arias Mercader, sobre su papá, un ex alumno secuestrado y desaparecido por la última dictadura cívico militar. Así fue, contó, que surgió la idea de bautizar una de las aulas del segundo piso, en el sector de Lengua y Literatura, con el nombre de su papá: Rodolfo Jorge Axat.
El acto fue ayer al mediodía en el marco de una política del colegio por mantener viva la memoria, la verdad y la justicia, que aborda críticamente la dictadura, sus causas y consecuencias, y que incluye bautizar las aulas con los nombres de los ex alumnos desaparecidos.
Julián aprovechó para contar la historia de su papá, un joven hombre al que un grupo de tareas secuestró el 12 de abril de 1977, cuando tenía 30 años. “Yo hoy tengo 34 años, 4 más que él”, dijo. Y, en la primera línea nomás, se salió del libreto que se había armado para decir una de las cosas que más impactaría entre los alumnos: “mi papá es más chico que yo. Siempre tiene 30 años”.
“No conocí a mi papá porque desapareció cuando yo tenía 7 meses”, dijo Julián, y contó que Rodolfo Jorge Axat cursó sus estudios en la escuela Anexa y en el Colegio Nacional entre 1959 a 1964, fue Jugador de Rugby de La Plata RC hasta los 18 años, hizo la colimba –Servicio Militar Obligatorio– en 1965 y estudió medicina y filosofía, pese a la preocupación de su papá, el abuelo de Julián, al que le parecía muy complicado que siguiera dos carreras.
Dijo Julián que su papá conoció a su mamá, Ana Inés Della Croce, también desaparecida, en 1972, cuando tenían 25 y 21 años, y juntos incursionaron en el Movimiento Humanista y eran seguidores de su fundador, Silo, quien daba conferencias sobre “la no violencia” a los pies de la cordillera de los Andes, en Mendoza; hicieron retiros en el Valle del Yala, en Jujuy, y ascensos a la montaña del Chañie; hasta que en 1973 leyeron a John William Cooke y se convencieron: “la lucha de clases y la revolución socialista no era posible sin Perón”, decía Cooke, recordó Julián.
El papá y la mamá de Julián, que todavía no había nacido, se metieron en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y empezaron a hacer militancia barrial, pasaron a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y de ahí a Montoneros. “Estoy hablando de 1974”, dijo Julián al auditorio. Y contó cómo el día del regreso definitivo a la Argentina de Juan Domingo Perón, luego de casi 18 años de exilio, el 20 de junio de 1973, su papá fue herido en una pierna por un disparo de los activistas que estaban en el palco –militantes de la derecha peronista–, lo que lo marcaría en su militancia.
Sin eufemismos, Julián contó que su papá era un soldado que que realizó tareas de inteligencia y logística, que se casó con su mamá en 1974 y que vivieron en la clandestinidad en un edificio de 36 entre 10 y 11 hasta finales de 1975, cuando discutió la política militarista de Montoneros con sus superiores, fue juzgado y degradado por tener “desvíos pequeñoburgueses” y condenado a salir de la clandestinidad y entrar como obrero al Frigorífico Swift, en Berisso, donde debía hacer tareas de agitación y propaganda. “En agosto de 1976 nazco yo”, dijo Julián.
Rodolfo y Ana alquilaron una casa en Ringuelet, donde vivieron hasta el 12 de abril de 1977. En el frigorífico, que estaba intervenido por los militares, había inspecciones y delaciones. Varios trabajadores habían sido desaparecidos. Su papá sería uno de ellos. “Alguien lo canta”, contó Julián.
Un día antes de secuestrar a la pareja, un grupo paramilitar se presentó en la inmobiliaria en la que habían alquilado su casa y pidió información sobre Rodolfo Jorge Axat. El dueño accedió, pero cuando los militares se fueron llamó por teléfono al abuelo de Julián, para advertirle sobre lo que había ocurrido. Esa noche, Rodolfo y Ana decidieron resguardarse en la casa de los padres de ella. Después de dar vuelta de arriba abajo la casa de Ringuelet, a las 3 de la madrugada, del día 12 de abril de 1977, los asesinos tocaron el timbre de la casa de los abuelos de Julián y se llevaron a sus padres.
“Con el tiempo fui encontrándome con sobrevivientes que me contaron que los vieron dentro del Centro Clandestino conocido como ‘La Cacha’, que funcionaba en la cárcel de Olmos. Me dijeron que mi papá ayudaba, conversaba bajito, daba fuerza. Alguien me contó alguna vez que mi papá animaba a los compañeros tabicados, que les pedía que tararearan con él una canción. Según me contaron, muchos de los que estaban secuestrados junto con él lo seguían y cantaban. A veces fuerte, a veces bajito. Esa canción era de un famoso cantautor italiano de los ‘60: Doménico Moduño. Es una canción de despedida: El título: ‘El hombre en frack’”, dijo Julián. Y agregó: “El último sobreviviente que los vio a mi mamá y a mi papá fue en julio de 1977”.
“Me gustaría terminar este encuentro con esa canción porque esa es la manera que encontré para recordarlo. Por suerte la canción no es un golpe bajo. No se asusten, es medio bizarra, pero vale”, dijo Julián, con una sonrisa.
Arias Mercader les recordó a los alumnos que aquellos jóvenes como el papá de Julián tuvieron una existencia real, que quisieron hacer una patria mejor para todos y aseguró que hoy está trabajando para que aquellos sueños se cumplan. Entonces, agradeció el relato y dio paso a la música, que los chicos recibieron con aplausos, aunque a algunos les dio vergüenza y se retiraron más rápido del salón de actos.
“El tipo cantaba para poner algo de felicidad al campo de concentración. Por eso aplaudimos”, explicaba a sus amigas una alumna de cuarto año.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario