Foto: Helen Zout
El archivo que a lo largo de 36 años de lucha había atesorado la fundadora y ex presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel "Chicha" Chorobik de Mariani, parecía perdido después de que quedara bajo el agua el último 2 de abril, cuando se inundó la ciudad de La Plata, pero fue recuperado luego de meses de trabajo voluntario. Tendederos, broches, papel secante y alcohol, fueron algunas de las herramientas usadas para el salvataje.
“No había
mucha experiencia en el rescate de un archivo, incluso los especialistas creían
que los hongos echaban todo a perder en 15 días, pero dos meses después de la
inundación, alcohol mediante, fue posible recatar casi toda la documentación”,
describió Lucía Abbattista, una de las coordinadoras del operativo de rescate
de la documentación.
Chicha
recordó el día de la trágica inundación, cuya cantidad de muertos es
aún materia de discusión en los estrados judiciales, luego de una lluvia inédita
que inundó gran parte de la ciudad.
Pese a que
el agua entraba rápidamente a su casa de 47 entre 17 y 18, Chicha, con sus 90
años a cuestas y una ceguera progresiva que le impide ver nada definido, subía
los papeles y recuerdos que guarda lo más alto posible: “en ningún momento tuve
miedo, pero veía como se perdía todo”, describió.
Cuando no
tuvo más alternativa, con el agua al pecho, cansada y con frío, aceptó que
debía evacuar y, con ayuda de un vecino, subió a una casa en un primer piso.
Entonces se vio a sí misma, con un camisón de verano, cubierta de hojas
doradas, hojas del otoño. Le causó risa sentirse como una Venus.
El agua
tardó más de doce horas en bajar. Y cuando regresó, Chicha se encontró con un
panorama desolador. “La casa era un caos de barro. Estaba todo tirado y las
cosas perdidas”, afirmó.
Sin embargo,
un grupo de voluntarios puso manos a la obra, primero para limpiar la vivienda,
y después para recuperar los papeles. “Tuve la solidaridad tremenda de cientos
de personas, casi toda gente joven, casi toda desconocida, pero también
funcionarios que pasaban por acá y agarraban una escoba para ponerse a
limpiar”, contó Chicha.
Abbattista
explicó a IPS cómo fue el trabajo: “El primer día fue bastante confuso, el
segundo empezamos a limpiar la casa para poder circular por el lugar y a ver
qué era lo que se había arruinado”.
Algo de
alivio sintieron cuando confirmaron que la muestra de objetos y fotos
familiares que cuenta la historia de Clara Anahí, la nieta de Chicha
secuestrada por la dictadura cuando tenía tres meses, en noviembre de 1976,
estaba de gira. No sólo se habían salvado algunas de las fotografías más
preciadas, sino también las muñecas que la abuela le fue comprando a su nieta
en cada viaje que hacía para pedir su restitución.
“Aquella
tarde recibimos la visita de trabajadores del Archivo Nacional de la Memoria
–especialistas en conservación-, quienes nos explicaron los procedimientos para
salvar el papel. Aunque no había experiencia de rescatar material que estuvo
bajo el agua más de diez horas y llevaba varios días húmedos, nos pusimos a
trabajar”.
Lo primero
fue valorar el material a rescatar: “había papeles con valor de prueba
judicial, con valor histórico y con valor afectivo, documentación central y
clave en lo que es la exigencia por sus hijos y todo aquello que Chicha ha
guardado como tesoro para poder legarle a su nieta. Había material que podía
volver a imprimirse y otro qué era original y había que salvarlo”, explicó
Abbattista.
Las cartas
familiares, las que Chicha y su hijo Daniel se escribían cuando él estaba de
viaje, las que se mandaba con su marido durante los primeros años de búsqueda,
fueron las primeras en ser rescatadas, aunque el trabajo sirvió para rescatar
el 95 por ciento de la documentación reunida en los 36 años de lucha. Incluso
las fotografías familiares.
“Eran miles
de hojas”, contó Chicha, quien lamentó la pérdida de sus anotaciones en algunos
papeles, como los registros de las sepulturas de personas no identificadas en
el Cementerio de La Plata. “Fui perdiendo la vista, pero seguí escribiendo,
primero con lapicera, después con fibrones, para que la letra sea más grande y
visible, pero el agua borró todo eso”, contó.
La lluvia
fue el martes, el agua bajó el miércoles, el jueves se empezó a difundir la
situación del archivo y el viernes empezaron a llegar las primeras donaciones:
hacían falta cajas, papel secante, tendederos, broches, alcohol y
desinfectantes. Con las primeras cosas, también empezó a llegar la gente,
“especialistas en conservación, pero también otras personas que fueron a dar
una mano o que pasaban a saludar y se quedaban a colgar papeles”, describió
Abbattista.
Con guantes
y barbijos, para no ser afectados por los hongos, los voluntarios separaron las
hojas con pinzas con mucho cuidado para que no se rompan, las rociaron con un
desinfectante o las vaporizaron con una mezcla de 50% de agua limpia y 50% de
alcohol y las pusieron luego sobre papel secante. Como había mucho material,
algunas cosas fueron frezzadas, como las fotos y los libros, para ganar tiempo.
Cuando se
secaron lo suficiente, como para que no se partan por el peso del agua, los
papeles eran colgados en tendederos colocados en el garaje y el patio
compartido de las cuatro casas del edificio en el que vive Chicha. De noche,
eran vueltos a guardar entre papel secante, en habitaciones con
deshumidificadores. Y así, hasta que estuvieron secos. Entonces, se guardaron
en cajas, sin folios, separados con secantes, sin ganchos, que se oxidan si se
humedecen.
Varias
instituciones permitieron que sus trabajadores cumplieran sus horas laborales
en la casa de Chicha. Así, especialistas en conservación de la Cámara de
Diputados de la Nación o los empleados del archivo de la Comisión Provincial
por la Memoria, especializado en rescatar el material audiovisual, pasaron
varios días en la casa.
“Hubo que
rescatar CD´s y algunas cintas de video VHS, en particular las del Juicio por
la Verdad (un juicio no punitivo que comenzó antes de la derogación de las
leyes de la impunidad) que la Fundación Clara Anahí filma desde el año 2000 por
pedido de Chicha, quien era la única que tenía copia de ese material. Al final,
por suerte, rescatamos las filmaciones de todos los juicios que se hicieron en
La Plata”, contó Abbattista.
Los papeles
que no pudieron ser rescatados, los que ya desde antes no estaban en buen
estado y fueron ganados por los hongos, alcanzaron a ser fotocopiados.
“Conocíamos
el material y la lógica con la que lo había guardado Chicha, eso también ayudó
a salvar el archivo”, describió Abbattista. Y agregó: “era cada vez más
riesgoso para nuestra salud y para la salud de Chicha, y aprendimos que es muy
peligroso si un hongo se aloja en nuestros pulmones, pero nos cuidamos: usamos
guantes y barbijos y pudimos rescatar todo el material”
La casa en
donde vive Chicha está llena de los recuerdos que guardó desde que formó parte
del grupo “Abuelas argentinas con nietitos desaparecidos”. Guarda la historia
de su familia y la suya propia, una historia de lucha que la llevó a fundar y
presidir Abuelas de Plaza de Mayo, hasta que renunció, en 1989. Allí funciona
la Fundación Clara Anahí, una organización no gubernamental que creó para
seguir en la búsqueda inclaudicable de su nieta y ayudar a todos aquellos que
quieran dar con sus lazos biológicos.
Chicha acaba
de cumplir 90 años y sobrevivió a la inundación casi indemne. “No me enfermé,
aunque cuatro meses después me agarré asma. Y a veces me dan algunos achaques”,
concedió.
El trabajo
voluntario permitió que no se perdieran los papeles que guardó toda su vida y
que llenaban carpetas, cajas y armarios. Los libros, algunos de ellos firmados
por sus autores, permanecerán un año guardados en un frezzer, a la espera de
ser secados y desinfectados, como hicieron con la partida de nacimiento de su
papá, Juan Chorobik, de 1885, que Chicha guardó para que Clara Anahí conozca
algo de su verdadera historia. Algo que todavía no ocurre.
Sobre la
inundación
Sergio
Liscia, director de la carrera Ingeniería Hidráulica de la facultad de Ingeniería
de la Universidad Nacional de La Plata, explicó a IPS que “381 milímetros
cayeron en tres horas”, una cantidad de agua imposible de evacuar para una
ciudad que habitualmente recibe precipitaciones con un promedio de 40
milímetros.
“Al margen
de que no están actualizados los sistemas de drenaje, fue una lluvia de
carácter extraordinario, que casi ninguna ciudad resistiría”, describió. Y
agregó: “lo grave es que no hay un plan de contingencia, algo que habría que
tener en cuenta porque la ciudad fue fundada sobre dos arroyos”.
La falta de
un plan de contingencia, que les permitiera a los vecinos saber si se tenían
que quedar en sus casas –como hizo Chicha- o era mejor evacuar, provocó una
tragedia de un alcance desconocido: la cantidad de vecinos muertos es aún
materia de debate judicial.
Apenas 72
horas después de la lluvia, y cuando la ciudad estaba devastada, el gobierno de
la provincia de Buenos Aires informó que habían fallecido 51 personas. Las
dudas de los vecinos no se hicieron esperar y la justicia administrativa
comenzó a investigar si se habían falsificado certificados de defunción para
ocultar la verdadera magnitud de la catástrofe.
El fiscal
penal Jorge Paolini, quien investiga las responsabilidades por los
fallecimientos, informó que la cantidad de muertos era de 67.
El juez Luis
Federico Arias, a cargo del caso, constató un total de 89 muertes –y otros 17
casos dudosos- por la inundación y detectó severas irregularidades en la
operatoria de la morgue local y en las defunciones anotadas en el Registro de
las Personas bonaerense, por lo que condenó al gobierno bonaerense a rectificar
las cifras oficiales de víctimas mortales.
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