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29 de octubre de 2010
Gente en la calle
Las compañeras salieron a las 7 de la mañana para poder estar en el funeral y durante 9 horas caminaron 13 ó 14 cuadras por el microcentro porteño para entrar a la Casa Rosada por puro agradecimiento. Más allá, la abuela llevaba un banquito playero para que la nieta, que acaba de cumplir los 5 años, pudiera participar de un acontecimiento que recordará toda la vida. Una piba cargó a su bebé recién nacido con orgullo porque quería dar las gracias al gobernante que cambió su barrio, construyó escuelas y plazas, y les llevó la luz, el gas y el trabajo a los vecinos. Otra chica, que creció entre desilusiones, llevó una rosa en las manos: ahora sabe que se puede; igual que él, que se bancó dos campos de concentración y sobrevivió a la dictadura, y ayer peregrinó por el centro con la multitud, para poder despedir a su compañero.
Ellos fueron sólo algunos de los miles de argentinos que velaron al ex presidente Néstor Kirchner y que permanecen de duelo desde que se enteraron de su muerte, el miércoles a la mañana, y lo harán al menos hasta hoy, cuando sus restos sean sepultados en Río Gallegos, donde nació en 1950. Ayer, formaron una larga fila que terminaba frente a la Catedral Metropolitana, en la calle San Martín, fue por Rivadavia hasta Carlos Pellegrini, para retomar por avenida de Mayo bordear Hipólito Yrigoyen y terminar en la Casa Rosada.
Entre la gente, Nilda, Mariana, Andrea y Paula se identificaban con una bandera de la UNLP / Conicet.
–Son de La Plata. Nosotros somos de Diagonales. ¿Les hacemos una foto?
–Esperen que ahí viene Paula, que fue la que nos organizó para que vengamos –dijeron.
Y le pidieron a su compañera que apurara el paso.
–Dale que son de Diagonales –le gritaron.
–¿Cómo se enteraron de la muerte de Kirchner?
–Estaba esperando el Censo con la tele prendida cuando escuché un llanto conmovedor –contó Andrea.
–Entonces –completó Mariana– nos empezamos a llamar por teléfono entre nosotras. Se murió Néstor Kirchner. ¿Kirchner?, nos preguntaban. Sí, Kirchner. ¿Néstor Kirchner? La gente parecía tildada. No lo podía creer.
Mientras Paula apuraba el paso, explicaron:
–Venimos a darle el aguante a Cristina y a agradecerle a Néstor todos los cambios por los que luchó, por morirse así, en la trinchera.
PRIMERO LOS NIÑOS. Aunque estaba mucho más atrás, Candela, de 5 años, bien pudo alcanzar a las amigas platenses. Su abuela le llevó una sillita playera para que pudiera sentarse cuando la fila se detuviera y la espera se volviera tediosa. Sin embargo, cuando los que estaban adelante empezaban a caminar, Candela se entusiasmaba, miraba para atrás, y si la abuela Marta no le agarraba la sillita ella se decidía a avanzar por las suyas. Como un Formula 1, se adelantaba como nadie, con la silla pegada a la cola y el torso para adelante. Entonces, la tenían que ir a buscar, la hacían retroceder y le acomodaban otra vez para que se sentara en medio de la Avenida de Mayo, junto a las mismas personas con las que había iniciado la fila, seis horas antes.
La abuela Marta contó a Diagonales que estaba preocupada por el desequilibrio que pudiera presentarse y confiaba en que el gobierno se pudiera enfocar hacia un proyecto nacional y popular.
Tiago, de cuatro meses, pasaba de los brazos de Celeste, de 20 años, a los de Noemí, de 48. Llegados al microcentro porteño desde Adrogué y Almirante Brown, bebé, mamá y abuela peregrinaban como todos para despedir a Kirchner en persona.
–¿Qué las impulsó a venir?
–Me sentí muy mal cuando me enteré, pero decidí mejorarme y venir a seguir escribiendo la historia. Por suerte pude traer a mi hija y a uno de mis nietos.
–Venimos porque Néstor hizo muchas cosas por el país, por nosotros, por nuestro barrio y nuestra familia. Fue un prócer. Y si Cristina se postula la vamos a votar a ella. -dijo Celeste.
-Nuestro barrio creció un montón -afirmó la abuela.
-Hay más escuelas, hay más plazas.
-Hay agua corriente, hay gas natural.
-Y hay más trabajo.
-Y la asignación universal por hijo y las pensiones para la gente grande... yo tengo unas tías que jamás de la vida se hubieran imaginado que podrían jubilarse.
ILUSIONES. Cecilia, que nació en el '76, mientras la dictadura secuestraba y mataba a los jóvenes militantes, creció con la ilusión de ayudar para que este país salga de las interminables crisis, pero se desencantó pronto, al salir de la adolescencia. "Por suerte después apareció Néstor", explicó.
-Por eso estás acá.
-Quise venir a darle las gracias. Nos decían que no se podía, pero ahora sabemos que se puede.
Alejandro Fantino también cree que se puede. Militante de los '70, pasó por dos campos de concentración y sobrevivió a la dictadura. Por eso estaba ayer en la fila junto a los demás, para despedir al compañero Néstor, como estuvo cuando Héctor Cámpora asumió la presidencia, el 25 de mayo de 1973.
RECUADRO
Flores y chori
Los vendedores ambulantes vendían flores. Muchas flores. Y también pizza, chipá, empanadas, sánguches de milanesa o jamón y queso. Chori y Paty. Pastelitos de batata o de membrillo. Bombón helado. Hay Coca y agua, voceaba una mujer, que también levaba Fanta y Sprite. Cerveza, fría la cerveza. Posters de Perón y Evita, fotos de Evita, banderas de Néstor con un crespón negro.
Karina, de 24 años, ordenaba billetes de dos pesos sentada sobre una heladerita de telgopor. Una vez que los acomodó, los guardó en el delantal. Iba a esperar que alguien se acercara cuando tembló su celular. Era un mensaje de su tía, que le preguntaba qué estaba haciendo. Le respondió. “A veces salgo con una panchera, pero voy a todo tipo de eventos. Es mi trabajo”, contó a Diagonales.
Sobre la calle Defensa había varios autos viejos a los que les habían sacado los asientos traseros para poder llenarlos de gaseosas y algunas camionetas cargadas de botellas y bolsas de hielo.
-¿Cómo va la venta? –preguntó Diagonales.
-No paramos. Y vamos a seguir toda la noche. Hay que ganarse la vida -dijo un vendedor.
RECUADRO II
Una foto
Calle Rivadavia, entre Suipacha y Esmeralda, sólo una foto de lo que fue la tarde. Una foto. La gente se amontona. Sólo en esa cuadra, a las 18, más de dos mil personas se apretujan y cantan el himno. Hay aplausos, silencio. Y entonces, surge la marcha peronista o el aliento a la Presidenta: “Borom bombón, borom bombón, para Cristina: la reelección”. Ellos dicen que son soldados del Pingüino y gritan: ¡Viva la Patria! ¡Viva! Carajo. Néstor no se murió, aseguran. Vive en el pueblo, dicen.
MÁS
Gracias Néstor, fuerza Cristina
La noticia los sorprendió por la mañana, cuando aprovechaban el feriado por el Censo para desayunar en familia. A alguien en la casa se le ocurrió prender la tele, escuchar la radio o leer las noticias por internet y advirtió a los demás: murió Néstor Kirchner. Después de asumir el golpe, convocados por sus referentes políticos, impulsados por las redes sociales, convencidos por los mensajes en los medios de comunicación, miles de argentinos se acercaron ayer a la Plaza de Mayo para dejar un mensaje personal que con el correr de las horas se hizo colectivo: Gracias Néstor, fuerza Cristina.
Nada era organizado ayer en la Plaza, todo era espontaneo. Las banderas se colgaban donde se podía, en los postes de luz, los semáforos o los troncos de los árboles. Si había que atarla de una rama muy alta, le colocaban una botella de plástico llena de agua para que no flamee. Era la manera que encontraban las organizaciones para decir presente en el acto, cuando no cantaban: “tomala vos, dámela a mí, el que no salta es de Clarín”.
Cada esquina de la Plaza fue ayer un espacio de encuentro entre compañeros de militancia que no se conocían.
–Néstor fue el presidente que más cerca del pueblo estuvo. Cuando asumió caminó entre nosotros, no era como los otros presidentes, que venían con doscientos custodios. Por eso estamos todos nosotros acá –decía Rafael.
–Y no venimos por el chori y el vino como dicen los medios –advirtió Martín, de Moreno.
–Ya lo creo que tanta juventud no vino por el chori y el vino. Lo que más nos sorprendió a nosotros fue la juventud que vimos al llegar a la Plaza –describió Cecilia, de 66 anos, que hablaba también por su marido, Alfredo, de 72.
–Este gobierno nos devolvió la confianza a muchos jóvenes –confirmó Martín.
–Nosotros militamos en la Juventud peronista de Ciudad Evita desde el 82 y quedamos fuera de todo con Menem, que destruyó el país -contó Rafael.
ENCUENTROS. Mientras los encuentros se multiplicaban en la Plaza, los discursos se multiplicaban en los carteles que la gente pegaba en el piso, en una enorme círculo de papel que se armaba con cartulinas y hojas oficio o A4. Y también en las vallas, se recordaba la historia política de los últimos años. Y, en especial, los gobiernos de Carlos Menem y Fernando De la Rúa, “nos convocaste a muchos exiliados a retornar a la patria”. “Los entrerrianos que vivían del trueque le dicen gracias al señor presidente del 26-5-2003. Usted los salvó, ahora descanse en paz”. Había quien agradecía por “dignificar la lucha de los trabajadores” y quien lo hacía por “defender la patria hasta el último día”.
Dana, de 10 años, caminaba la Plaza con una cartulina celeste llena de corazones dibujados con fibra negra.
–¿Lo hiciste sola?
–No
–¿Quién te ayudó?
–Mi mamá.
–¿Por qué decís que Néstor y Cristina son lo mejor?
–A mi mamá y a mí nos dio una casa –dijo la nena.
Ana, que trabaja en una papelera de Quilmes, vive con sus tres hijos en una casa del Plan Federal de viviendas.
CADA LOCO CON SU TEMA. Los encuentros se reproducían con algunas diferencias en toda la Plaza de Mayo. Unos metros mas allá, un grupo de estudiantes de Derecho de la UBA discutía sobre el comentario en Facebook de una compañera: “espero que esto sirva para cambiar. El año que viene será”, escribió alguien.
–¿Te sorprendió?
–No.
–¿Entonces?
–Se acaba de morir una persona, no es momento de hacer análisis políticos. Hay que respetar.
De frente a la Casa Rosada, a pocos metros de la Catedral, un grupo de obreros desarmaba contrarreloj un escenario que debía usarse el sábado para un concierto sinfónico coral. Algunos militantes aprovechaban que todavía no había tanta gente para tomar un mate sentados en el pasto.
Graciela y Héctor, de Villa Crespo, habían llevado su termo de acero inoxidable y comían una Chocolinas mientras esperaban a algunos amigos, gente con la que se encuentran en las marchas, militantes independientes.
–Prendimos la radio y empezamos a escuchar que se había muerto alguien.
–No sabíamos quién era.
–Ricardito Alfonsín hablaba en la radio de un gran estadista.
–Se murió Cafiero, pensamos.
–Lamentablemente no era Cafiero.
–¿Los sorprendió que fuera Kirchner?
–Un poco sí, pero también es cierto que estaba enfermo.
–Sorprende lo repentino.
–¿Por qué vinieron a la plaza?
–Nosotros solemos participar. Venimos acá y nos encontramos con otra gente que viene como nosotros.
–Hoy, de alguna manera, queríamos darle a Néstor nuestro agradecimiento y decirle fuerza a Cristina.
Foto: Alberto Direnzo.
22 de octubre de 2010
Política municipal, política inocente
El paro y la movilización con los que amenazaron los taxistas de La Plata se suspendió ayer, poco antes de que los operadores de las empresas de radiotaxi llamaran a sus afiliados a apagar sus banderas y enfilar para Plaza Moreno, donde iban a concentrarse. Los dueños de los taxis aceptaron demorar la protesta a cambio de un acta compromiso firmada por el diputado Gabriel Bruera, hermano del intendente Pablo Bruera, para gestionar un aumento en la tarifa y combatir el transporte ilegal. También se acordó, sin que fuera necesario escribirlo en el papel, “cajonear” un proyecto de ordenanza para que los autos estuvieran obligados a instalar un GPS (Sistema de posicionamiento global). El acuerdo se firmó en el estudio jurídico del abogado Fernando Burlando.
El presidente de la comisión de transporte y tránsito, Fabián Lugli, había fracasado el martes a la tarde en su intento de frenar la huelga, pero Burlando tuvo mejor suerte: logró que las autoridades de las asociaciones de propietarios que impulsaban la medida aceptaran mantener una reunión con uno de los integrantes de la familia Bruera en su oficina de 8 entre 55 y 56. El encuentro fue ayer a la mañana y terminó apenas media hora antes de que la protesta pudiera materializarse.
A las 9.30, los choferes aún no sabían con certeza si los operadores de las empresas de radiotaxi irían a llamar a sus afiliados a movilizarse. A esa hora, sólo algún fanático había tapado la luz roja de su bandera LIBRE con una gamuza. El resto, trabajaba con normalidad.
A las 10, ocho de los nueve taxis que pararon en el semáforo de 6 y 50 iban con pasajeros. “No habrá paro”, adelantó un chofer a Diagonales. Y se dispuso a llamar a su operadora.
–Once… once… once
–Diga once.
–¿Qué pasó con el paro?
–No hay paro porque habrá un aumento –adelantó la mujer.
Bruera ya se había reunido con María José Scottini, de APT, y Lorenzo Snipe, de ATTI, con quienes firmaba un acta compromiso.
“A Lugli le dijimos que no podíamos levantar el paro porque él me tendría que haber llamado hace dos semanas”, describió Snipe a Diagonales. Y agregó: “después nos llamó Burlando en representación del municipio y nos reunimos en su estudio para acordar un encuentro con el intendente, con el que finalmente no nos pudimos reunir porque se fue a Mercedes. Al final, nos juntamos con Gabriel Bruera y firmamos un acuerdo”.
El diputado provincial se compromete en nombre propio a gestionar ante el Concejo Deliberante el aumento y la creación de una comisión especial que combata el transporte ilegal, que los taxistas describen como un flagelo: según calculan, hay en el distrito 2000 taxis habilitados y entre 4 y 5 mil remises truchos.
“No levantamos el paro, sólo lo hemos postergado, porque nunca se sabe. El 27 es el Censo, por lo que hay feriado y el Concejo no sesiona. De todas maneras, el compromiso es aprobar el aumento antes del 29 de octubre, así que esperaremos hasta ese día, pero si los concejales no se reúnen, darán el aumento por decreto municipal, o algo así, no sé cómo es la historia”, confesó Snipe.
Foto: Manuel Cascallar
14 de octubre de 2010
Un día cargado de emociones y encuentros
Los murmullos empezaron a subir desde la planta baja de la sala, en la platea, poco después de las 18, cuando los primeros familiares de las víctimas, las víctimas y el público en general entraron a la sala de la ex Amia, en 4 entre 51 y 53. Los que no se habían visto en la calle se abrazaban con cariño y se ponían a conversar. Alguno que estaba ya ubicado en alguna de las butacas más lejos de los pasillos saludaba a la distancia con una sonrisa.
En el piso de arriba, en el pullman, periodistas y familiares de los imputados ocupaban los sectores asignados, separados apenas por un pasillo custodiado por tres policías. Sentados en el fondo, otros dos policías, uno de remera y el otro de traje, observaban. Reporteros gráficos y camarógrafos se amontonaron en el pequeño palco de la derecha, apuntando con sus cámaras a los imputados. A la izquierda, se ubicaron los que querían grabar el audio. También se conversaba en la planta alta: los trabajadores de la comunicación, distendidos; los familiares, preocupados.
Las Madres de Plaza de Mayo, con un humor a prueba de todo, ocuparon las primeras filas de la platea. Era extraño verlas: todas llevaban puesto algo rojo. Lo hicieron en respuesta al discurso de Héctor "El Oso" Acuña, el único que se atrevió durante el juicio a reivindicar la lucha contra la subversión cuando, el martes, al decir sus últimas palabras antes de la sentencia, aseguró: "jamás un trapo rojo será arriado en nuestro pabellón".
Cuando la sala aún no había sido colmada, algunos en la planta baja empezaron a toser. "¿Tiraron algo?", preguntó un periodista que observaba desde arriba. La tos se contagió a la planta alta pocos minutos después y los colegas advirtieron, entonces, que el carraspeo no era producido por ningún tóxico extraño, sino por la tierra que durante el juicio se había acumulado en las sillas acolchadas, pocas veces ocupadas desde que, en abril, se inició el proceso.
En la primera fila, como desde el primer día, quedó reservada la butaca que debió ocupar Julio López. Desaparecido en democracia. Abel David Dupuy fue el primero de los imputados en ingresar a la sala. Hubo algún abucheo y un intercambio de opiniones entre abajo y arriba.
La platea del teatro, una clásica sala a la italiana que provocó alguna queja entre quienes pensaron que se podía tomar el juicio como un espectáculo, estaba colmado cuando, a las 19.25, la secretaria del tribunal pidió a los presentes que se pusieran de pie para recibir a los jueces. En el pullman, de los 38 familiares de los imputados que fueron a presenciar el juicio apenas 4 se pararon.
El silencio fue total cuando entraron los jueces y el presidente del tribunal, Carlos Rozanski, apenas fue interrumpido durante la lectura de la sentencia. Hubo un cerrado aplauso cuando leyó la cadena perpetua a Dupuy, pero, entonces, pidió que lo dejaran cumplir con el acto y los familiares se quedaron en silencio. Cuando llegó la condena a Isabelino Vega, los aplausos que colmaron la sala llegaron desde la calle, donde centenares de militantes escuchaba el juicio.
Cierto clima de decepción trascendió desde la platea con las condenas más leves, pero hubo al final un clima de euforia y triunfo, cuando los presentes advirtieron que se revocaban las prisiones domiciliarias, se mandaba a los imputados a una cárcel común, se pedía que fueran investigados los jueces que ejercieron durante la dictadura y que se notifique a los organismos del Estado las actuales condiciones inhumanas de las celdas de aislamiento de la Unidad 9.
Después, vinieron los golpes y las agresiones a los periodistas, mientras "El Oso" Acuña arengaba a los suyos desde el escenario.
Fotos: Alberto Direnzo
8 de octubre de 2010
Echaron a la cúpula de la comisaría 6ta.
El muchacho estaba asustado ayer por la tarde, cuando recibió a Diagonales en su casa. “Me pueden matar”, aseguró. “Pueden venir de civil y cagarme a tiros, como hicieron con el transa de acá a la vuelta. (En la causa judicial) pusieron que al tipo lo mataron en un robo”, afirmó. Y levantó la vista, para ver a la cara al periodista que, distraído, se sentó a la izquierda del entrevistado. “Para saber bien lo que estás preguntando te tengo que ver los labios, porque de este lado no escucho nada”, aclaró el pibe. Con miedo, pero con valentía.
En la denuncia que ayer amplió en sede judicial, el menor, que mide 1,85 y es lo suficientemente fornido como para bancarse una paliza como la que contó, ratificó que fue detenido a los golpes cuando estacionaba la moto Mondial 125 centímetros cúbicos de un amigo, a la que iba a arreglarle el freno y la patada.
Estaba a una cuadra de su casa y se disponía a tomar mate con la mamá de otro amigo cuando llegó la policía y quiso detenerlo. Fue a la fuerza y con la intervención de al menos 8 efectivos, que se metieron en el comedor para sacarlo a los golpes. Lo molieron a patadas delante de varios vecinos.
Los policías le preguntaban por los papeles de la moto. “Yo les expliqué que la moto era de un primo, que él tenía los papeles y que me la había prestado para que se la arreglara”, contó el adolescente a Diagonales, poco después de ampliar su denuncia en sede judicial y antes de tomar un baño para ir al hospital, donde debían realizarle una tomografía computada, ante el temor de que se agrave su situación por los golpes en la cabeza.
Aunque había trascendido que los efectivos policiales querían hacerle firmar una detención por el delito de “resistencia a la autoridad”, él aclaró que también pretendían que se hiciera cargo de otros tres delitos: un robo calificado del 28 de septiembre del año pasado, un robo agravado del que no llegó a tomar nota de la fecha y un robo calificado instruido en la causa judicial 31149/10. Por eso se negaba a firmar los documentos policiales y por eso lo golpeaban, según contó. “Los tuve que firmar”, explicó.
El pibe recordó ayer las varias veces que pensó que lo mataban, desde que lo subieron al patrullero, y creyó que lo iban a tirar al río, hasta cada vez que se quedaba sin aire, envuelta la cabeza con una bolsa de cuero que le ajustaban al cuello con un cordón. “Era una bolsa negra, como las de las películas de terror… no la podía morder, me dejaba sin aire, al rato me la sacaban y se me hinchaba toda la cara. Se me salían los ojos. Aunque ya no tenía la bolsa en la cabeza, no podía respirar”, describió.
Ayer, en su casa de El Churrasco, en Tolosa, se sentó con las manos a la espalda, como si aún estuviera esposado, y contó: “Un tipo que estaba a mi izquierda me pegaba bastonazos y si me caía había otro de la derecha que me levantaba a patadas. Usaba esos borceguíes con punta de metal”.
Además, confirmó que también lo obligaron a meter la cabeza debajo del agua podrida. “Era de color verde, pero cada vez que me levantaba quedaba verde y roja”, describió. Cuando se levantó la remera para mostrar los moretones de la espalda, agradeció que había olvidado el cinto en su casa. Así pudo mostrar que las heridas habían sido producidas con la hebilla de metal. “El que me pegaba los cintazos era un viejo. Me tenía miedo, se ponía de lejos”, afirmó.
Cada vez que repasaba los golpes, el pibe recordaba una nueva situación: “Cuando estaba en la celda vino un tipo, me agarró del cuello con una mano y me puso contra la pared. Con la otra empezó a pegarme trompadas. Creo que me pegó unas 70 piñas. Las conté. En un momento la presión de la sangre hizo que tuviera que soltarme y la sangre me salió a chorros por la boca y el oído”, contó, decidido a defenderse: “No voy a firmar por algo que no hice”.
7 de octubre de 2010
Denuncian torturas en una comisaría
La Defensoría de Menores y el Comité Contra la Tortura de la Provincia de Buenos Aires denunciaron a efectivos de una comisaría platense por torturas a un menor de 17 años. Aseguran que fue detenido a golpes, amenazado de muerte y torturado; que le pusieron una bolsa en la cabeza y lo metieron en un tanque lleno de agua podrida. Un perito oficial certificó las lesiones y un psicólogo dio cuenta del estado emocional del chico, que afirmó: “puedo reconocer a los policías que me hicieron esto”. Pidieron a la justicia que preserve su integridad física.
Julián Axat, titular de la Defensoría del Fuero de la Responsabilidad Penal Juvenil Nº 16 Departamental; Roberto Cipriano García y Alicia Inés Romero, del Comité Contra la Tortura; y Silvina Pérez, fiscal a cargo del Fuero de la Responsabilidad Penal Juvenil en turno, realizaron “formal denuncia penal contra el personal de la Comisaría de La Plata, seccional 6º, con motivo de torturas, apremios, vejaciones ocurridas en la tarde del día 5 de octubre del corriente mes y año, en perjuicio de un joven 17 años”, según consta en la denuncia, presentada ante la Unidad Funcional de Instrucción Nº 4, Fernando Cartasegna, a la que accedió Diagonales.
Según consta en el escrito, el día de los hechos, a las 17.30 –una hora después de concretada la detención–, la policía informó a la Fiscalía penal Juvenil y la Defensoría Penal Juvenil en turno que detuvo a un joven por el “presunto delito de resistencia a la autoridad”. La justicia tomó conocimiento del caso y ordenó la libertad del menor.
El hecho hubiera quedado registrado entre los antecedentes policiales del chico de no ser porque al día siguiente, ayer por la tarde, se presentó ante la Defensoría Penal Juvenil, con “un miedo terrible, marcas de una brutal paliza y sordo de un oído”.
En la denuncia, el chico contó que fue sacado a los golpes de la casa de un amigo (ver página 13), golpeado en el piso entre “más o menos ocho policías” que lo “patean y golpean” delante de los vecinos.
“De allí me llevaron esposado a la comisaría sin razón alguna. Me llevaban hacia la zona de Punta Lara. Y yo pensaba que me llevaban al Río para matarme. Me decían: ‘ahora te doy un tiro en los sesos y te arrojamos al río’. En eso dan la vuelta en la rotonda de calle 132 y 120, y me doy cuenta que me llevan a la comisaría Sexta”, describió.
Según denunció el chico, durante el viaje en el patrullero escuchó que el policía que iba en el asiento del acompañante pidió por radio que le consiguieran una bolsa. Y le dijo que lo iban “a tirar al río”.
El pibe ingresó en la comisaría por la entrada principal, en 1 entre 528 y 529, y fue puesto en el calabozo del fondo. “Dentro de ese lugar entre más o menos quince o veinte oficiales me comienzan a golpear en todo el cuerpo. En el piso uno de los oficiales me saca el cinturón de vestir y me comienza a dar cintazos con la hebilla sobre mi espalda. En la espalda tengo la marca de la forma de la hebilla. En ese momento me sangraba el oído y la boca”, describió.
Y continuó: “Pocos minutos después me hacen sentar en una silla afuera del calabozo con las manos atrás, esposadas. Me colocan una bolsa en la cabeza y me comienzan a asfixiar, mientras me golpeaban en el cuerpo con las culatas de armas y bastones de infantería. Así estuvimos más o menos una hora, me sacaban y me ponían la bolsa en la cabeza para asfixiarme y me pedían que firme los papeles por resistencia a la autoridad”.
El chico no quería firmar. “Al final, pusieron un tanque azul lleno de agua podrida en el piso y me metieron la cabeza adentro. Me sacaban y ponían igual que con la bolsa. Y me pedían que firme” la detención por resistencia a la autoridad, aseguró.
Según consta en la denuncia, después de un rato, el chico, mareado, firmó. Entonces, lo llevaron otra vez al calabozo. “Me dejaron tirado todo mojado y golpeado”. En el lugar, los efectivos lo habrían amenazado para que no hiciera la denuncia. Las amenazas, dijo el menor, eran sobre su familia y sobre su propia vida: "sos hombre muerto", declaró que le decían.
Después, lo llevaron al cuerpo médico de policía. “Le quise comentar (al médico) lo que me pasó, y no me quiso escuchar. Me hicieron bajar el pantalón, me miraron así nomás sin preguntarme nada. De allí me derivaron al hospital Gutiérrez, donde me sacaron placas y sangre del pie. Del hospital me llevaron de nuevo al cuerpo médico, me volvieron a desvestir. No preguntaron nada. Después me llevaron al calabozo de la comisaría, lugar en el que ya habían limpiado mi sangre, que había manchado el piso y las paredes”, contó.
“He perdido la audición del oído izquierdo, tengo moretones en todo el rostro, hebillazos en la espalda, una profunda angustia y mucho miedo de lo que pueda pasar", aseguró el menor. Y afirmó: "Estoy en condiciones de reconocer a los policías que me hicieron esto".
En la denuncia contó que lo dejaron en libertad a las 23 y que otro chico del barrio, también de 17 años, fue golpeado igual el lunes, un día antes.
Según la Defensoría de Menores y el Comité Contra la Tortura, "los dichos del joven coinciden con constancias objetivas de la Instrucción Penal Preparatoria formada por resistencia a la autoridad" y agregaron que "las lesiones denunciadas coinciden con el informe médico" que realizó la Asesoría del Cuerpo Técnico Auxiliar.
La denuncia es acompañada por fotografías de los peritos oficiales, e ilustran “los golpes y lesiones padecidas”.
Antes de pedir que se "preserve la integridad física del menor" y que se curse oficio a Asuntos Internos", Axat, García, Romero y Pérez aseguran en la denuncia que los hechos "resultan ser muy graves, y merecen ser investigados en forma urgente". Y al finalizar piden: "De acreditarse los hechos, se juzgue y condene al personal policial implicado".
“Un policía estaba desquiciado, como si pateara a una pared”
El pibe de 17 años que denunció torturas en la comisaría Sexta vive con su mamá en una casa de paredes de madera y piso de cemento en El Churrasco, Tolosa; dejó el colegio cuando iba a séptimo grado, a los 12, y hace changas cuando puede. Trabajó en el Mercado de Frutas y Verduras y después en un taller mecánico, donde aprendió a arreglar motos; tarea que ahora hace en su casa.
Estuvo detenido hace un año por el robo de una moto. “Yo le dije –explicó la madre a Diagonales– ‘hazte fama y échate a dormir’. Ahora tiene que cargar con aquello”. Por ese hecho, su hermano mayor está preso en Magdalena. Ayer, su mamá aseguró que “no había hecho nada. Lo vinieron a buscar porque creyeron que ya había cumplido los 18, pero los cumple el mes que viene”.
La detención fue en una casa de 523 entre 117 y 118, poco después de las 16.30 del martes. Dice la policía que “por resistencia a la autoridad”. Dicen en el barrio que por nada. Marisa, la dueña de la casa, estaba ahí cuando ocurrió, igual que Mirtha, la tía del chico, que vive enfrente. También estaba el hijo de Marisa, Matías –quien se encerró en su pieza, alarmado por la posibilidad de perder el beneficio de la prisión domiciliaria–; su nuera, Paola; y sus tres nietos, de 3, 5 y 7 años.
El pibe es como de la familia, por lo que cuando se le rompió el pedal de la moto paró en la puerta de la casa de sus vecinos. Paola salió a ver qué había pasado y vio que el patrullero de la comisaría Sexta doblaba en la esquina. No se preocupó. Mirtha, que en ese momento arreglaba un alargue, también se asomó a ver qué pasaba. Y se puso a conversar con la chica.
“¿Tomamos unos mates?”, preguntó él cuando Marisa, que baldeaba el comedor de su casa, dispuesto en lo que debía ser un garaje, se asomó por el portón de chapa pintado de verde. “Dale. Pero hacelo vos”, le respondió ella: “Vení, pasá”.
Cada uno estaba en lo suyo cuando el patrullero volvió a aparecer en escena. Esta vez –contaron– uno de los efectivos bajó del auto y se asomó por la puerta.
–Buenas tardes. Señora. ¿La dueña de casa?
–Soy yo –dijo Marisa.
–Con quién vive.
–Con mi hijo, que tiene arresto domiciliario, con mi otro hijo, que está trabajando, y con mi nuera y mis nietos.
–¿Y aquel chico? –señaló el policía en dirección a la cocina, donde el pibe calentaba el agua.
–Es mi sobrino –mintió ella. Total, nadie podría negar que el pibe era como de la familia. Ni se dio cuenta que el otro policía ya se había bajado y estaba detrás del que preguntaba. Ya había pedido refuerzos.
–Vení pibe. Vení –llamó el policía. Y mientras fingía que se metía la mano en la camisa para agarrar una lapicera preguntó:
–¿Cómo te llamás?
Desconfiado, el muchacho trataba de mantenerse a distancia, el oficial, igual, le tiró el zarpazo. Y lo agarró. Todo, según cuentan en la casa.
El piso del comedor estaba mojado y el policía se resbaló sobre el adolescente, al que ya había agarrado -recordaron Mirtha y los vecinos-, dentro de la casa. “En el piso le pegaron patadas. El chico había quedado en el rincón, con todo mojado y la heladera enchufada, yo gritaba que la desenchufaran, que se iban a quedar pegados. Pero le pegaban patadas. A uno se le cayó la pistola. El pobre pibe estaba tirado en el piso y le daban”, describió Marisa. “Les gritaba que era menor, pero dijeron ‘vos cállate. Negra puta’”, agregó Mirtha.
Los perros, tres guardianes con aspecto de feroces, aportaron a la batahola y mordieron a varios de los efectivos. Uno de los policías, además, se cortó con la puerta de chapa. Según los vecinos, antes de irse tomó un cuchillo de cocina que una de las mujeres tenía en la mano y aseguró que iba a ser la prueba que demostraría que el chico detenido lo había atacado.
Según los vecinos, cuando trataban de sacarlo, el pibe quedó en el piso boca arriba. Entonces, trató de hacer traba con las piernas para que no pudieran sacarlo. “Uno de los policías estaba sacado. Desquiciado. Como si estuviera pateando una pared", describió la dueña de la casa, a la que llegaron al menos cuatro patrulleros más, con policías dispuestos a sumarse a la paliza, recordaron los vecinos. “Lo molieron a patadas”, dijeron.
Seguridad de las cavernas
El análisis de
Roberto F. Cipriano Garcia // Coordinador del Comité contra la
Tortura de la Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires.
Las torturas padecidas por un joven de 17 años en la comisaría 6ta. de La Plata visibilizan el rostro más cruel de las políticas de seguridad en la provincia de Buenos Aires. Lo inhumano de una fuerza que reproduce una y otra vez las prácticas de tortura de la dictadura militar. La golpiza feroz a un ser humano tirado en el piso indefenso, las patadas, palazos, de muchos contra uno, muchos muy machos. Las marcas de la hebilla de un cinto grabada en la piel, tan claras que parecen un tatuaje, interpelan sobre el sentido de la bestialidad policial. La bolsa de nylon cubriendo la boca y nariz de esa víctima golpeada e indefensa para que firme la causa armada por resistencia a la autoridad, la cabeza hinchada por los palazos sumergida en un tarro lleno con agua podrida una y otra vez hasta el ahogo, todo alerta sobre lo vulnerable de nuestra democracia y lo lejos que estamos de la civilización. Delitos cometidos por quienes deben prevenirlos. Bestias con uniformes. Lejos de lo humano. La gestión del gobernador Scioli ha elegido soltar las riendas de la Bonaerense para que ganen las calles y las ocupen, eliminen a los excluidos de siempre, a los pibes pobres, morochos, de gorrita. Para ellos, la seguridad de los palos y el gatillo fácil. La seguridad de nunca ser parte “de la sociedad”, ni gozar los beneficios de pertenecer. Sin escuela, sin trabajo, sin salud. La seguridad de padecer dispositivos de contención: las razzias en los barrios (operativos ACERO), las “patrullas juveniles” desde chicos, el código contravencional del gobierno militar, la cárcel, la tortura. La seguridad de que la parte buena de la sociedad piensa que no deben existir. Pero para nosotros, la seguridad de ser cuidados por esta policía que arrastra las marcas de Camps y Etchecolatz. La seguridad de no estar nunca seguros. La seguridad de que si estos casos de tortura siguen impunes, si la democracia no puede con ellos, también vendrán por nosotros. Y será tarde. La barbarie habrá triunfado y el comunicado N° 1 sonando en un viejo radio, nos despertará muy seguros en una caverna.
Foto: Alberto Direnzo
6 de octubre de 2010
Punto final a la primera etapa de alegatos en el juicio a penitenciarios de la Unidad 9
Héctor "El Oso" Acuña saluda al reportero gráfico de Diagonales (fue la foto de tapa de hoy)
ENRIQUE CORSI. Poco después de las 10 del lunes, el abogado Héctor Granillo Fernández, abrió la ronda de alegatos, como representante de Enrique Leandro Corsi, médico clínico de la U9 entre 1977 y 1979, acusado del delito impropio de omisión de torturas seguidas de muerte, por parte de la fiscalía, mientras que los querellantes pidieron que se lo condene por tortura seguida de muerte. La diferencia va de los 10 años a la reclusión perpetua, pedida por la familia de Alberto Pinto, muerto en 1977 como consecuencia de las torturas.
Granillo Fernández denunció que el tribunal actuó de manera parcial y, de manera puntual, señaló que el juez Carlos Rozanski “actuó como parte” y “suplió a la fiscalía”. Sobre la detención durante el juicio de su defendido, que había sido beneficiado con la prisión domiciliaria, aseguró que los jueces valoraron testimonios, pruebas y pericias, y por lo tanto adelantaron opinión.
Luego de advertir que participaba de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad, al hablar de los hechos que se le imputan a su defendido, a los que describió como aberrantes, afirmó que ocurrieron en un momento diferente al señalado por los acusadores, cuando Corsi no estaba de guardia en la prisión. Granillo Fernández dijo, incluso, que la firma del médico fue falsificada en un informe.
“Nadie dijo que Corsi era un Menguele”, aseguró el abogado. Y después de afirmar que “el doctor Corsi no fue un torturador”, agregó que era un “militante social” que “se jugaba por los suyos”. En uno de los puntos más sorprendentes, reconoció que el médico visitó a la víctima mientras estuvo internada y dijo que lo hacía porque “estaba de paso a su casa”.
El de Granillo Fernández fue el único alegato que no fue solidario con los demás imputados de la causa, al punto que, después de aclarar que su defendido nunca hizo guardias médicas ni estuvo en los calabozos, pidió: “es interesante para el tribunal separar la paja del trigo”.
Según su opinión, la única calificación posible de condenar a Corsi sería “omisión de auxilio”.
RAMÓN FERNÁNDEZ. El defensor oficial Adriano Liva se encargo representar a Ramón “Manchado” Fernández, ex inspector de vigilancia y tratamiento de la U9, donde también ocupó el cargo de Registro de Internos, y está acusado de “tormentos seguido de muerte en perjuicio de Alberto Pinto” y “tormentos en 16 personas”.
Liva pidió la recusación contra los jueces porque “carecen de imparcialidad para un juicio justo” y la “nulidad de los testimonios”, ya que consideró que “no se respetó los requisitos mínimos de legalidad” y por los “incumplimientos de las normas, garantías, derechos y principios”.
Durante su alegato, intentó mostrar las contradicciones de los testigos, tanto en la declaración oral como en la instrucción y aseguró que los testimonios fueron “manipulados”. Y tras presentar una larga lista de nulidades aseguró que hubo un “montaje de datos” organizado por un “grupo interesado” y se quejó porque la prueba era “casi exclusivamente testimonial”.
En el caso de los testigos que dijeron que fueron golpeados, Liva advirtió que no agregaron cuándo, o cómo. Y habló con pasión sobre “supuestas víctimas” antes de pedir la absolución de su defendido por los delitos de torturas a los que llamó como “presuntos tormentos”. También habló de “teorías” y “apreciaciones literarias”.
Agregó que su defendido no presentaba una estructura perversa y que había transcurrido una “intachable carrera penitenciaria, ascendido por gobiernos democráticos y retirado en 2004”.
Para terminar de disculpar a Fernández, aseguró que había otros penitenciarios con el mismo apellido y explicó que su defendido se “apegó a la reglamentación vigente”.
Después de pedir más nulidades, se encargó de responder la acusación de homicidio, del que, de manera elíptica, responsabilizó a un penitenciario ya fallecido: “(un guardia de apellido) Videla era el que pegaba en las celdas de aislamiento”, afirmó, al recordar a algunos de los testigos.
El tema de la fecha en que fue golpeado Pinto está en el centro del debate, porque no sólo podría dejar en prisión a los guardias, sino también a los médicos. Mientras que las querellas mencionan que la víctima fue golpeada el día 15 de noviembre de 1978, los defensores dicen que pudo haber ocurrido el 16, 17, 18, 19 e incluso el mismo 20 de noviembre, día en que debió ser trasladado a un hospital en el que murió en marzo de 1979.
Liva rechazó la posibilidad de que se plantearan estos crímenes como de lesa humanidad: “mi defendido no secuestró, ni torturó a nadie (…) ni actuó en la clandestinidad sino a la vista de todos, por lo que no formaba parte consciente de un plan de exterminio”.
Luego de declarar “la imposibilidad legal de que se aplique la calificación de “genocidio”, habló sobre la “utilidad de la pena” y explico que “las penas privativas de libertad son para la reforma de los condenados”, para su “readaptación social”, y consideró que “la imposición de la pena no sería otra cosa que un castigo o vendetta”.
Como ya pasaron más de 30 años de los hechos, el abogado consideró que Fernández “tiene capacidad de convivencia social”.
Entonces, pidió que “el fallo sea sólo declarativo, con el objetivo de evitar que una eventual pena se constituya en un castigo”.
HÉCTOR RAÚL ACUÑA. Silvia Reynoso habló en nombre del ex Subalcaide del Servicios Penitenciario Bonaerense dentro de la U 9, Héctor “El Oso” Acuña, acusado de torturar al interno Eduardo Zavala durante la requisa del 13 de diciembre de 1976, en el que se presentaba a los detenidos el por entonces nuevo jefe carcelario Abel Dupuy.
Aunque la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró en 2005 constitucionalmente intolerables a las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y por lo tanto inconstitucionales. Reynoso planteó que “la nulidad no puede ser dictada por el Congreso” de la Nación y consideró válidas a ambas leyes, en lo que tal vez haya sido el desacierto más grande del juicio.
En segundo lugar, la abogada de “El Oso” se embanderó en la “prescripción de la acción penal”, ya que el delito juzgado ocurrió en 1976 y su pena máxima es de 15 años. Al respecto, agregó que la imprescriptibilidad de algunos delitos fue dictada tiempo después, es para el futuro y no puede ser retroactiva. “Nadie puede ser condenado por acciones que en el momento del hecho no fueron penados”, explicó.
Sobre los hechos puntuales, señaló contradicciones entre los testigos y afirmó que ninguno vio la golpiza. Sobre Zabala, que sobrevivió y declaró en el juicio, la abogada dijo que “ni siquiera la víctima pudo identificarlo”.
Luego de pedir la absolución, dijo que “no existe mérito para que se le imponga una pena mayor al mínimo, que es de 5 años”.
CATALINO MOREL y JOSÉ LUÍS PERATTA. La abogada Laura Díaz se encargó de la defensa de dos de los acusados: Morel, quien fue adjuntor, Subalcaide y Alcalde de la U9 y está acusado de la aplicación de tormentos en perjuicio de Alberto Pinto, por lo que se lo considera como co-autor material del delito de torturas seguidas de muerte. También será juzgado por tormentos agravados en perjuicio de tres personas. Peratta, en tanto, se desempeñó como adjuntor y está considerado como autor material del delito de tortura en perjuicio de nueve personas en concurso real.
Luego de asegurar que el tribunal agregó testimonios tomados por Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) que “no pueden ser valorados como prueba única”, criticó que el juicio se basara en “prueba testimonial”.
Díaz basó su alegato en una suerte de clase magistral sobre el valor de los testimonios y advirtió que fueron aportados por “víctimas, que lógica y razonablemente tienen interés en el resultado del proceso”. Y, punto seguido, advirtió que “la prueba testimonial es la más frágil de todas las pruebas”.
Aunque aclaró que no estaba pidiendo “la descalificación absoluta de los testigos”, pidió al tribunal que fuera “riguroso, prudente y razonable” y tuviera en cuenta a los testimonios como “mero indicio acompañado de prueba independiente”. Advirtió, entonces, que “todas las acusaciones de tortura se sientan en los testimonios de las víctimas”.
Sobre los reconocimientos que se realizaron durante las audiencias, en los que se invitaba a los testigos a ver a los imputados, advirtió que “no fueron realizados con las formas de la ley para garantizar su eficacia, sino simples señalamientos”. La abogada se quejó también porque las fotos de los imputados fueron publicadas en internet, en medios gráficos y hasta se hicieron afiches con ellas, con lo que trató de restar validez a los reconocimientos.
Sobre el caso Pinto, por el que se acusa a Morel, dijo que incluso la prueba testimonial es insuficiente, debido a que según la defensa, se basan únicamente en que fue quién condujo a la víctima al calabozo de castigo” del que iba a salir en grave estado.
Luego de valorar partes e informes a favor de su defendido, aseguró que las pericias caligráficas sobre los documentos favorecen a Morel.
Como algunos de sus colegas –pero no todos-, Díaz también calificó los hechos como “horrorosos y lamentables”, y pidió la absolución del delito de “torturas seguidas de muerte”, para sugerir al tribunal que se abstenga de apoderarse de testimoniales de otras causas penales, lo que calificó como “obtención ilegítima de pruebas”.
Antes de hablar sobre Peratta, la abogada se quejó por la posible calificación de los delitos cometidos como de crímenes de lesa humanidad, que requieren de “un conocimiento subjetivo” de los delitos que se hubieran cometido.
Entonces sí, se refirió al adjuntor acusado de nueve casos de torturas, a quien consideró “víctima del terrorismo de estado”. Según la abogada, Peratta estuvo en la U9 durante un año y un mes, hasta que en 1978 fue declarado “prescindible por razones políticas”.
Díaz aseguró que su defendido fue sancionado por permitir a un preso político tener una visita íntima y luego de un arresto de diez días, le dieron de baja. Años después, dijo la abogada, se lo consideró víctima del terrorismo de estado por las leyes reparatorias, pero después se lo detuvo por el caso que ahora es juzgado.
Luego de volver a atacar la posibilidad de que pudieran aplicarse las calificaciones de genocidio y crímenes de lesa humanidad, la abogada pidió que sus defendidos queden en libertad. “Al finalizar el debate cesan las razones por las que están detenidos”, aseguró.
CARLOS DOMINGO JURIO. El médico Jurio fue representado por los abogados Andrés Vitale y Luis María Giordano -instructor de la oficina de Asuntos Internos de la Bonaerense-. Acusado de del delito impropio de omisión de torturas seguidas de muerte, por parte de la fiscalía y de tortura seguida de muerte por la familia de Alberto Pinto, muerto en 1977 como consecuencia de las torturas.
Luego de informar que compartiría el alegato con Giordano y adherir a quienes rechazaron la calificación de lesa humanidad y genocidio, se encargó de analizar el caso Pinto, con la intención de poner en duda la fecha en la que se produjo la golpiza que le causó la muerte, meses después, como consecuencia de una herida en el yeyuno (una parte del intestino delgado). “La mejor explicación sobre cómo sucedió nos la da nuestro defendido”, dijo Vitale, y destacó que si la herida se hubiera producido el 15, el detenido habría muerto en 24 o 48 horas, cuando está comprobado que debió ser internado el 20 de diciembre.
Punto seguido, atacó a las querellas: “las acusaciones tienen que ser una relación clara precisa e inequívoca de los hechos, algo que no lograron”, afirmó. Y se dedicó, entonces, uno por uno a los abogados, a quienes dijo que la defensa necesitaba saber cuáles eran las pruebas valoradas, “para poder ejercer la defensa”. Finalmente, calificó a las acusaciones de “inválidas, ineficaces e insuficientes –cuando no “inexistentes”- porque violentan el derecho a defensa” y, luego de advertir que el tribunal “no puede subsanar estos errores”, pidió la absolución.
Giordano dijo que el delito de omisión de torturas seguidas de muerte por el que se acusa a su defendido fue incluido en la ley 23097, de 1984, cuando el hecho que se juzga ocurrió en 1978. En el medio habló de problemas intelectuales varios, la ética, el bien y el mal, Borges (Jorge Luis) y Perón (Juan Domingo). Su discurso florido conmovió a los acusados, alguno de los cuales creyó correcto coronarlo con un aplauso y causó risas en el público cuando cerró después de agotar “el beneplácito del ejercicio de la palabra”. Pidió, claro, la absolución.
DUPUY, VEGA Y FAVOLE. Roberto Citterio, abogado defensor del ex jefe de la U9, Abel Dupuy, acusado de homicidios, tormentos seguidos de muerte y varias privaciones de la libertad y tormentos, como autor y co-autor, y del penitenciarios Isabelino Vega y del médico Luis Domingo Favole, pidió la nulidad total del proceso, con el argumento de que el inicio de los hechos que se investigan en el juicio fueron conocidos en el "denominado Juicio por la Verdad", al que consideró ilegal.
"Hay que poner en su debido marco a los procesos por los que se dieron los Juicios por la Verdad. Esos procesos se hicieron porque impedían la punibilidad de los eventual e hipotéticamente criminales", aseguró. Y describió: "una norma especialmente dictada por la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata" para juzgar "presuntas e hipotéticas acciones criminales" que nacieron de la "imposibilidad jurídica de punir" y con el argumento de que "existe un derecho de las víctimas a conocer la verdad".
Además, el abogado aseguró: "Aquí no existe lesa humanidad", y argumentó que "existen constancias escritas que fueron habidas a más de 30 años de ocurridos los hechos" pese a que su defendido Dupuy hubiera podido "destruirlo" por ejemplo cuando asumió como segundo jefe del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). "Con el convencimiento de que ningún delito habían cometido preservaron esos documentos", aseguró.
"Parece raro que la Cámara Federal se arrogara el derecho a juzgar la verdad sin la posibilidad de punir no existe proceso panal", advirtió.
Entonces, se preguntó "¿qué fue el Juicio por la Verdad?" Y, aunque sin pruebas, denunció que "había un acuerdo para producir la instrucción de la instrucción".
Citterio dijo que la imputabilidad hizo que los acusados "no se preocuparan en generar prueba a su favor" y sin "un defensor técnico" que hubiera podido recomendar, por ejemplo, que no declarara. Entonces, advirtió que aquellos juicios eran "una celada, una trampa".
Al hablar puntualmente de su defendido, aseguró que participó del Juicio por la Verdad luego de haber sido llamado a declarar en el marco de una "declaración informativa".
Además, dijo que Shifrin ya había reconocido que la intención era estimular "el empleo de los tribunales para la sanción de los delitos cometidos por el terrorismo de Estado" y afirmó que aquella prueba "ilegítima" había sido recabada una vez "superadas las circunstancias de impedimento de punibilidad".
"Se afectó el derecho de defensa, le dijeron que no iban a ser punibles, pero la prueba testimonial allí producida ha sido incorporada sin control de defensa", afirmó.
Al cierre de esta edición del lunes, Citterio presentaba su segunda razón de nulidad: testigos propuestos y aceptados que finalmente no pudieron declarar. Y el juicio pasaba a un cuarto intermedio hasta el martes a las 10.
Raúl "Nazi" Rebaynera con Diagonales en la mano al salir del ex edificio de la AMIA, donde se realiza el juicio
Por Martín Soler
DUPUY Y FAVOLE. Roberto Citterio, abogado defensor de Dupuy, Vega y Favole, continuó ayer con su alegato que fue interrumpido anteanoche. El letrado se basó en atacar el alegato de los fiscales Hernán Schapiro y Marcelo Molina por entender que no se ajusta a derecho.
"En la requisitoria de elevación a juicio, a Dupuy se lo imputa por supuestamente pertenecer a un 'aparato represivo de poder' pero para el fiscal se trata de una 'empresa criminal conjunta' y así cambió las reglas del juego", se quejó el defensor.
Con distintos argumentos técnicos sostuvo que a una misma persona no se la puede ubicar en dos situaciones procesales distintas, al entender que es "autor" o "coautor" de un delito pero no las dos situaciones al mismo tiempo en un mismo hecho.
Para sus tres defendidos reclamó la absolución de los delitos que se les imputan por falta de pruebas. "No hay pruebas testimoniales ni en la instrucción ni durante el juicio", sostuvo.
Sin embargo indicó que "a este juicio le está faltando una pata" por entender que los militares que tenían bajo su control la Unidad 9 son los que deberían estar sentados en el banquillo de los acusados, junto a un grupo de jueces y otros funcionarios del gobierno militar.
Además utilizó el cambio de carátula que realizó en su alegato el fiscal Molina para pedir la libertad del médico Favole.
Sobre el cierre de su exposición solicitó a los jueces que dicten la "inmediata libertad" de sus tres representados por considerar que la prisión preventiva rige hasta la finalización del juicio oral. También planteó que, en caso de un veredicto condenatorio, permanezcan libres hasta que la sentencia quede firme.
EL "NAZI" Y CÍA. Los penitenciarios Elbio Cosso, Víctor Ríos, Segundo Basualdo y Raúl "Nazi" Rebaynera fueron defendidos por Flavio Gliemmo quien manifestó que hubo "violación al proceso legal" ya que sus defendidos "se enfrentaron a cinco acusaciones diferentes".
"Es imposible materialmente defenderse de cinco acusaciones diferentes, todas ellas de absoluta gravedad", se quejó el letrado. Y graficó a las imputaciones como "tirar un escopetazo con perdigones: alguno voy a pegar".
Al darle paso a los conceptos técnicos pidió que se declare "nula" toda la prueba obtenida en base a los testimonios del Juicio por la Verdad que se desarrolla en la Cámara Federal de La Plata desde 1998.
"La mayoría de las acusaciones no fueron clara ni precisas" en un golpe que fue directo a las querellas y a la fiscalía. Según su entender, se omitieron aspectos técnicos que hacen insostenible los alegatos.
Además, explicó por qué a la Unidad 9 no se la puede equiparar con un centro clandestino de detención como plantearon los querellantes. "Los internos tenían cuatro comidas diarias, estaban en un lugar ubicable y a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, tenían atención médica, psicológica y odontológica".
Sobre Valentín Romero, Gliemmo desacreditó que fuera el apodado "Culito de Goma", basándose en las características físicas del imputado. Y solicitó que se lo absuelva por ser ajeno a las imputaciones aunque como planteo subsidiario pidió la absolución por el beneficio de la duda.
Sobre Segundo Basualdo argumentó que fue reconocido "por muy poca gente", en referencia a los testigos que pasaron durante el debate y pidió su absolución por el beneficio de la duda, pero ante una posible condena, pidió que se aplique el mínimo de la pena.
Para defender a Rebaynera arguyó que sobre 1.800 internos que tenía el penal "sólo 9 dijeron que les pegaba, apenas el 0,5 % dijo que ponía música, les pegaba y los cazaba".
Sobre Elbio Cosso afirmó que "no participó" de la brutal requisa del 13 de diciembre de 1976 -día que Dupuy se hizo cargo del penal- ya que en esa fecha era "el segundo Jefe del Servicio penitenciario" provincial y ninguna autoridad de ese rango era convocada a participar en requisas de penales. Luego pidió la absolución de su asistido.
Ya en cierre de su exposición reclamó la libertad de todos sus defendidos hasta que el fallo quede firme.
PARA TERMINAR
Con la finalización de los alegatos de la defensa, terminó la primera etapa de las exposiciones de argumentos de las partes quienes pidieron condenas, libertades y absoluciones –según cada cual– para los catorce penitenciarios de la Unidad 9 de La Plata acusados de crímenes de lesa humanidad ocurridos en el penal durante la última dictadura. El próximo martes será el turno de las réplicas y dúplicas de las partes para que luego, un día después, el Tribunal Oral Criminal Federal I adelante el veredicto.
Por el juicio, que comenzó el 12 de abril, pasaron ciento veinte testigos que relataron las torturas que sufrieron durante su encierro en el presidio. Algunos identificaron a los guardias que los sometieron a palizas, duchas de agua fría en invierno y estadías en celdas de castigo.
Las audiencias se retomarán el próximo martes a las 10, cuando está previsto que las partes contesten los agravios que consideren haber sufrido en los alegatos. Luego, los imputados tendrán la oportunidad de hacer uso del derecho de tener la última palabra en el debate antes que los jueces se retiren a deliberar para el veredicto cuyo adelanto, en principio, fue pautado para el miércoles 13 de octubre.
Fotos: Esteban Martirena