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"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.
18 de septiembre de 2010
A cuatro años de la desaparición de Jorge Julio López
Dicho de una persona, un desaparecido se halla en paradero desconocido, sin que se sepa si vive. Con esa incógnita sobre su destino, y con una ilusión, la familia de Jorge Julio López espera noticias desde hace cuatro años. “Es imposible que esté vivo, pero la esperanza no la vamos a perder nunca”, contó Rubén, hijo menor del albañil dos veces desaparecido, cuyo paradero se desconoce desde el 18 de septiembre de 2006, cuando tenía 77 años, luego de haber dado un testimonio clave para que Miguel Osvaldo Etchecolatz, ex director de Investigaciones de la Provincia de Buenos Aires, encargado de 21 centros clandestinos de detención durante la última dictadura, fuera condenado a reclusión perpetua por “delitos de lesa humanidad cometidos en el marco de un genocidio”.
–¿Qué significa para la familia López este nuevo aniversario?
–Vivimos una gran angustia. Impotencia porque no podemos empezar el duelo. Eso es para nosotros la imagen de la persona desaparecida. No sabemos dónde llevarle una flor, dónde ir a verlo. No tenemos un lugar, un espacio donde rendirle un homenaje. Aunque, a nuestra manera, lo intentamos con la creación de una fundación en la que enseñaremos idiomas, arte y oficios, para que se mantenga su nombre y lo que nos dejó como ejemplo. Mi viejo era un tipo de laburo, de oficio y de palabra. Cuando se comprometió a ir al juicio, lo hizo, a pesar de que tal vez supiera que le podía costar la vida.
–¿Ya no creen que esté vivo?
–Hoy, después de cuatro años, tengo que decir que es imposible que esté vivo. ¡Ojalá eh! La esperanza no la vamos a perder nunca, pero es una persona mayor, de 80 años… su fortaleza no es la misma que hace 36 años atrás (cuando lo secuestraron durante la dictadura), que se bancó todo lo que se bancó. Entonces tenía 44 años. No es lo mismo que a los 80, por más bien que estuviera atendido, cosa que en ese caso no creo que sea así… Salvo que se haya ido de motus propio… o con alguien que lo conocía… es difícil.
–Parece lejana esa posibilidad de que se haya ido porque quería...
–Es la única esperanza que te queda para decir está bien, para decir que está con vida. Lo único… Al final decís: bueno, si se fue solo, tal vez… pero después pasó el tiempo y no dio ninguna señal… y vas perdiendo la esperanza. Ahora, es una ilusión más que una esperanza.
–Acaso se trate de una ilusión que la familia quiso sostener, sobre todo en los primeros meses...
–Nos habíamos aferrado a eso, pero, lógicamente, con el correr del tiempo se te va cayendo. Ya ni argumentos para creértelo tenés.
–¿Cuál es su hipótesis sobre lo que pasó?
–Si tengo que pensar algo, cada día estoy más convencido de que mi viejo salió porque quiso hasta el portillo, hasta la vereda de casa. Hasta ahí salió por propia voluntad. Ahora: si alguien lo indujo, si alguien lo obligó, si alguien lo amenazó y él no quiso preocupar a la familia, yo no lo sé. No tengo otra opción que imaginarme… tal vez salió para proteger a la familia, para que no nos hicieran daño. Es una de las cosas que nos imaginamos.
–¿Las llaves aparecieron por ahí?
–Las llaves aparecieron por ahí. Pero es el dilema de siempre, las encontramos 15 días después, o 20 o más. Ya pierdo la cuenta. Como el primer día no se hizo un rastrillaje, no se puede determinar si las tiraron después. Lo único que podemos asegurar es que su salida no estuvo forzada, quiero decir que no rompieron la puerta, no hicieron ruido… lo que no significa que no lo hayan obligado a salir.
–Él sabía con quién trataba.
–Lógicamente. Esto es como el truco, conocía las cartas con las que jugaba: se la bancó y siguió adelante. Si alguien lo amenazó antes, se la siguió bancando y seguramente a costa de lo que pasó. Tal vez pensando que cosas como esta (el secuestro, la desaparición) no iban a volver a suceder. A partir de lo que le pasó a mi viejo todo el mundo se empezó a dar cuenta que estas personas seguían dando vueltas.
–¿Eso no era difícil de prever?
–Por eso la familia hizo una denuncia para saber quién debería haber protegido a mi papá y cuidado de que esto no le pasara. Cuando dejamos al abogado oficial y fuimos a ver al doctor (Alfredo) Gascón Cotti (h) nos mostró que ya existía una ley que protege testigos. ¡Estaba!, nadie la pidió. Entonces, pedimos que se investigue quién debería haber prevenido esto. Eventualmente, le hubiera correspondido a la justicia. Y alguna vez el juez Carlos Rozanski dijo que si le hubieran pedido la protección, la hubieran dado… pero ¿a él no se le ocurrió? Si yo acuso a una persona entre más de 20 de cometer las atrocidades que cometieron ¿las otras 19 no están en libertad? No se le ocurrió a nadie decir: “bueno, qué les parece muchachos, Policía, Gobierno, Estado… a ver si protegemos a estos testigos”. Ahora funciona, tuvo que pasar lo de mi viejo, pero ¿nadie tiene la capacidad de pensar, de prever? A mí el doctor Gascón me mostró la ley... Pero suele pasar muchas veces que a los testigos se los use y una vez que se los usó, que declararon, les digan “buenas tarde, mucho gusto”, como pasó en este caso, porque si mi viejo iba al juicio solo, volvía solo. Nadie se preocupó. Hay gente que se sintió ofendida y la verdad es que no me molesta que se ofenda porque yo tengo razón. La verdad es que si se hubieran molestado en cuidarlo, seguramente, posiblemente, esto no hubiese sucedido… o tal vez sí…
–¿Cree que para su padre fue bueno declarar?
–Se sacó 30 años de encima. Fue un alivio. Él dijo en varias oportunidades que éste iba a ser el primer y último juicio al que iba a ir. Pero tenía que decir lo que sabía. Sobre todo con Pato (Patricia Dell'Orto). Quería contar lo que le pasó a ella, al marido (Ambrosio De Marco) y a los cinco compañeros que había conocido en la Unidad Básica. Llevaba ese peso dentro, por eso siguió adelante. Esa convicción no se la sacó nadie: se bancó lo que se bancó. Esperó lo que tuvo que esperar y el resultado está a la vista hoy. Tenía un vínculo tan fuerte con Pato que ni siquiera pudo conocer a su hija, Marina. Y no era que le haya faltado valor, era algo más fuerte que él.
–¿Siguieron el juicio a los penitenciarios de la Unidad 9?
–Muy poco.
–Gustavo Calotti, uno de los sobrevivientes de la Noche de los Lápices, fue compañero de celda de su padre en la U9 y durante el juicio recordó que él siempre estaba preocupado por su familia.
–Es que mi papá no fue un tipo de militancia política. Lo suyo era más bien social. Esto lo digo por lo que me puedo acordar de aquella época. No lo digo porque alguien me lo contó. Yo estaba. Éramos chicos, tenía 11 años, cuando íbamos a jugar al fútbol los fines de semana. Hacíamos carreras de embolsados y en el Día del Niño siempre había un chocolate o un juguete. Eso no es una militancia política. Ojo que tampoco justifico lo que le pasó a los militantes. No justifico nada lo que pasó.
–Pero su papá era peronista (y en 1985 se afilió al Partido Socialista).
–Es que siguió siendo peronista toda la vida, pero peronista de (Juan Domingo) Perón, no de todos los que se dicen que son peronista. Perón fue el que le dio al trabajador, y entre ellos a mi viejo, la mejor época que hasta ahora tuvieron los trabajadores. Puede ser que haya lamentado, me imagino… creo que se metió en algo que era para ayudar a la familia del barrio, a la familia grande, y terminó por pasarle lo que le pasó. Es como que el día de mañana nos pase algo por hacer la fundación. No sé si el comparativo está bien, pero sería la idea.
–A cuatro años de la desaparición ¿qué expectativas tienen?
–Las mismas que tenía el 18 de septiembre de 2006. Esperamos que alguien que sepa algo nos lo diga, que se lo cuente a la justicia para que podamos al menos tener algún indicio sobre lo que pudo haber pasado. A esta altura no tenemos más expectativa que esa. Después de cuatro años, lo único que queremos es saber qué pudo haber pasado. Qué sé yo… si está, ¿dónde está? Si está bien o no, encontrarlo, por lo menos para rendirle un homenaje, más allá de la misa que haremos el sábado y de lo que la sociedad tenga que hacer.
–El sábado hay varias actividades.
–Por lo menos en La Plata hay una marcha a las 18. La gente se va a concentrar en Plaza Moreno, por eso nosotros vamos a hacer una misa en la catedral a las 20, para que aquellas personas que quieran ir a la marcha y después venir a la misa puedan hacerlo, que tengan tiempo. En algún momento nos plantearon de hacerla más temprano, pero nos pareció correcto hacer la misa en un horario que no se interponga con la marcha.
–¿Por qué no convocan a las marchas?
–Es que no marchamos antes por otras cosas… no vamos a marchar ahora. Nosotros no convocamos, pero siempre agradecemos a la gente que se moviliza. Una vez la llevé a mi señora, que se conmovió… pero creo que por ahora vamos a seguir manteniendo esta postura. Preferimos no ir.
–Algunas veces se encontrará con gente que lo reconoce por la calle. ¿Qué le dicen?
–He tenido buenas experiencias y la verdad es que le huyo cuando alguien dice que me conoce. El jueves fui a una FM a dar una entrevista y cuando salí una vecina me preguntó por qué me estaban haciendo una nota. Le digo que “soy Rubén López el hijo de Jorge Julio” y me entró a pegar de patadas ninjas. “Por qué tenemos que pagarle nosotros la plata del secuestro a su padre”, me decía. Bueno, dejémoslo ahí porque hubo un pequeño altercado.
–¿Qué le respondió?
–Qué estaba equivocada, que a mi viejo lo secuestraron dos veces en este país. Pagar una recompensa para saber qué le pasó es lo mínimo que pueden hacer.
–Además, una de esas veces, el que lo secuestró fue el Gobierno.
–Una vez fue el Gobierno, esta vez no se sabe, pero la primera vez fue el Gobierno. Por eso, la palabra desaparecido en democracia hay que manejarla con mucho criterio.
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