Matar no cuesta nada. Y morir tampoco
El hombre que iba al volante era canoso, tendría unos 65 años y era más bien flaco. Parecía nervioso. No sé dio vuelta cuando empezó en monólogo su relato. Levantó su mano izquierda y me mostró, como si hiciera fuck you para atrás, el dedo mayor mocho, con evidencias de un tendón cortado. "Consecuencia de un robo", aseguró, mientras guiaba el auto con la derecha.
Iba a decirle algo cuando me contó que una piba que entonces tenía 15 y ahora tiene 18 le puso un cuchillo en el cuello. Dijo que él lo manoteó con fuerza y que ella lo sacó como si desenfundara de la mano, que le dejó lastimada. Me dijo que, en la lucha, la chica lo ensartó por la espalda, a la altura de un pulmón, que le dejó agujereado.
Me dijo que la bajó de los pelos, que la golpeo y la golpeó y la golpeó... y que si viera como la dejó... y que no la pudo matar porque se ahogaba, que no podía respirar porque la chica le había agujereado el pulmón de una puñalada, que sino... sino la mata a golpes, la carga en el auto y la tira por ahí, porque no costaba nada.
Me dijo que de vez en cuando la ve. La cruza cuando pasa por Plaza Italia, donde la piba para en barra.
No me contó que estuvo internado por las heridas. Me dijo:
- Nueve meses pasé esposado a una cama del hospital San Martín.
- ¿Y la chica?, pregunté, para saber si también estuvo grave.
- La chica entró por una puerta y salió por la otra, respondió.
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