"La gente cree estar plenamente informada sin haberse aproximado siquiera a una sola idea que contradiga sus prejuicios", Bill Keller.

29 de diciembre de 2008

Casamiento

Se conocieron en febrero, durante una visita de Ramón a su familia platense. Fue mientras recordaba sus tiempos de estudiante universitario, sus noches de pool en 8 entre 51 y 53, y su paso por las inferiores del Gimnasia y Esgrima de principio de los ´90; que Ramón conoció a Natalia. Y en un rapto de amor o tal vez de locura que le pidió matrimonio.
Las vacaciones terminaron y él volvió a Venezuela, de donde se siente natural, pese a que en verdad nació en Brasil. Tal vez la hubieran seguido por correo. O por teléfono, pero son gente de esta Era y pudieron mantenerse en contacto por internet. Y ella viajó en junio, a ver qué onda. Y la onda fue buena, parece, porque le pusieron fecha al casamiento: el 26 de diciembre de 2008.
La ceremonia sería en San Miguel del Monte, ciudad en la que nació y se crió Natalia. Distante apenas 100 kilómetros de La Plata, accesible para los familiares platenses del novio.
La familia de la novia alquiló el local en el que se realizaría la fiesta y el novio tomó un avión con su hija de 15 años rumbo a Ezeiza para pasar la Navidad en La Plata y rumbear para el pueblo el mismo 26 por la mañana.
No había contado Ramón, ni Natalia, ni su familia, con que a último momento se decretara un asueto entre el feriado del 25 y el fin de semana del 27 y 28 para la administración pública nacional y provincial ¿Cuándo irían a casarse?
La novia corrió a hablar con el personal del Registro Civil. Y los convenció. El viernes por la mañana hacía un calor de perros en San Miguel del Monte. Algunos vecinos disfrutaban de la laguna. La municipalidad estaba cerrada y en el hospital había apenas una guardia. Parecía que no había actividades en el Registro Civil. Y sin embargo.
A eso de las 11 de la mañana llegaron los primeros invitados y se acomodaron a parlotear bajo la sombra de los árboles. Había abrazos y besos, reencuentros.
La ceremonia tuvo lugar en mismísimo 26 de diciembre a las 11.30 y fue el único casamiento que se registró en el pueblo y tal vez en la provincia.

28 de diciembre de 2008

De la mano de Calvino


Comenzó a formarse en el teatro platense cuando tenía 13 años. Iba al colegio y después cursaba la preparatoria en la Escuela de Teatro. Allí también hizo el terciario mientras estudiaba periodismo en la Universidad Nacional de La Plata. Todos los años pensando que iba a cambiarse a Letras, pero quedándose en periodismo porque le iba bien. Es dramaturga, aunque su formación la impulsa también a la dirección. Mariela Anastasio tuvo este año en cartelera dos obras infantiles que preparó con el grupo Topográfico, del que es parte, y una para adultos, producida por la Comedia Municipal. Sus trabajos la llevaron a Colombia, Perú y Brasil. Fue invitada para ir a El Salvador, pero no pudo ser. Y vino la revancha: en febrero viaja a Venezuela para dirigir un grupo local en una obra que está escribiendo, basada en un libro de Italo Calvino.
Anastasio tuvo buenas maestras: Beatriz Catani y Diana Amiama en La Plata; Cecilia Propato, Susana Torres Molina y Natalia Pizzuto en Buenos Aires. Continúa con Alejandra Varela.
"Siempre pensé que iba a vivir del periodismo y que el teatro iba a ser un hobby, pero por suerte fue al revés", reveló a Diagonales. Este año fue el último en la Escuela de Periodismo Deportivo, en la que dio clases de periodismo radial durante ocho años; aunque seguirá con el Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica, donde enseña Interpretación para locutores y Dirección de actores y Taller de libretos y guiones para productores.
Estudió periodismo porque le dijeron que iba a escribir más que en Letras, pero cada año pensó que debía mudarse de carrera. Le iba bien, aprobaba, y se quedaba. Entonces, decidió seguir el profesorado.
Con 29 años recién cumplidos prepara una obra basada en el libro Las ciudades invisibles, de Italo Calvino. "Voy a viajar a Maracaibo invitada por el grupo Ciudadpuertoteatro", contó.
–¿Cómo surgió la invitación?
–Vieron mi trabajo en un encuentro que se hizo en Perú y les gustó. Quieren tener una experiencia de dirección conmigo.
Sin esperar preguntas, Mariela cuenta: "Ellos vieron Paraguas y relojes, una obra para todas las edades, aunque se presenta como una obra para chicos. Es muy delirante, con muchos saltos temporales y con dos actores que transitan por seis personajes. Se los exprime al máximo. Creo que les gustó la austeridad de recursos con los que está hecha. La verdad es que cuando el actor labura bien no se necesita nada más. Y es que el actor lo es todo. Un buen actor, potencia".
Lo cierto es que para esta situación particular, Anastasio comenzó a trabajar con el texto de Calvino y creó situaciones propias. "En el libro, un emperador chino le pide a Marco Polo que le cuente las ciudades fantásticas que no va a poder ver. Los personajes no serán los mismos, en la obra van a ser un emperador y un viajero y los espacios y las historias van a ser inventadas. Termino de escribir la obra y se las mando. Ellos van ensayando con su director hasta que llego yo y lo hacemos juntos. Ya consiguieron el teatro".
–O sea que estrenan enseguida...
–Si. En el teatro Baralt. Cuando vi las fotos me dio terror: ¡Es como el Colón! Escribo la obra en la computadora, con la foto del teatro de protector de pantalla, es un como elemento de presión para terminar la obra, como el desafío a vencer.
Pese a la experiencia en el extranjero, Anastasio aspira a fortalecer a su grupo Topográfico, que trabaja para construir su propia sala en La Plata, organizar eventos para que colectivos artísticos de otras ciudades y países visiten la ciudad y que sus obras puedan salir de gira.
"La Plata es una ciudad con una producción cultural increíble. Lo veo cuando le cuento a alguien cómo es la ciudad en la que vivo. Sólo para el Concurso Municipal se presentaron sesenta grupos. Pero hay más grupos que espectadores. Y es muy difícil mantener una obra en cartel por más de dos meses. Por eso pensamos que tanta energía, tanto esfuerzo y tanta investigación merece que podamos hacer giras, ir al interior o viajar al exterior, para lo que estamos conectados a través de la web (www.entepolavi.blogspot.com) con otros grupos a los que conocemos a través de los EnTePoLa (Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano); encuentros no competitivos en los que se debate qué es el teatro latinoamericano, se genera un lugar para conocerse y en el que cada invitado se toma un día para darle un taller a los demás", contó Anastasio.
–¿Qué cosas se van aprendiendo a medida que uno sale de la ciudad o del país?
–Uno empieza a ver que hay otras fuentes de trabajo. El intercambio permite ver cómo trabajan los demás, ver los espectáculos y discutir sobre el modo de hacer. Es muy enriquecedor porque hay tantas maneras de producir como lugares en el mundo.

RECUADRO
Actividades
En los últimos dos años, Mariela Anastasio hizo Paraguas y relojes con su grupo de teatro Topográfico. Se trata de un trabajo de investigación actoral basado en Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll. "Con esa lógica onírica, se construyeron los protagónicos de Matilda y Perdomo, quienes trascienden las leyes del tiempo y el espacio", dice Mariela.
El grupo presentó en 2008 La Princesa Rana, otro infantil para todo público, basado en un cuento popular ruso que, a decir de los integrantes del Topográfico, "presentaba una bella estructura argumentativa y múltiples posibilidades de adaptación para ser llevada al teatro".
Por otra parte, Anastasio ganó este año el concurso de proyectos teatrales de la Comedia de la Municipal. Y estrenó en el Pasaje Dardo Rocha Buenos Aires, Hiroshima, Líbano –esta sí, definitivamente, para adultos–, una obra que contó con la actuación de Ernesto Meza, Ana María Haramboure y Néstor Villodo. Para escribir la obra, la dramaturga estudió las consecuencias de la bomba atómica Little Boy (Nenito) arrojada por el Enola Gay sobre la ciudad de Hiroshima. En el texto, bombardean Buenos Aires y tres sobrevivientes escapan en un tren que queda varado en Líbano, un pequeño pueblo de Laprida, en la Provincia de Buenos Aires. El vagón es un refugio a la radiación que quedó en el ambiente como consecuencia de la guerra.
–En esa obra hay una científica que trata de hacer mil grullas de papel...
–Sí. Está basada en la historia de Sadako Sasaki, una nena que tenía dos años cuando tiraron la bomba atómica sobre Hiroshima (el 6 de agosto de 1945). Sobrevivió, pero a los 11 años le diagnosticaron leucemia (conocida como la "enfermedad de la bomba A"). Su mejor amiga le contó una vieja leyenda en la que los dioses concedían un deseo a una persona que construyó mil grullas y la nena empezó con su creación. Murió después de 14 meses de internación sin cumplir con su objetivo y luego de haber cambiado su deseo para salvar a todos los chicos afectados por la explosión. Sus amigos terminaron con las mil grullas y en su nombre se levantó un monumento en el que se recuerdan a todos los chicos que murieron a causa de las bombas atómicas.

Foto: Alberto Direnzo

23 de diciembre de 2008

Crítica


El concierto que el sábado dio el Indio Solari en el Estadio Ciudad de La Plata comenzó con más de una hora de atraso. La enorme cantidad de gente que llegaba a último momento de diferentes partes del país derribó el mito de la puntualidad. Y obligó a la espera. Tal vez por eso, los fanáticos comenzaron a impacientarse y la emprendieron por las suyas con un pogo ritual: “oh Los Redondos, es un sentimiento, no puedo parar”. Fue con las voces de fondo que comenzó a sonar “Siempre pedía temas en la radio”, la canción que inauguró el concierto, la primera de Porco Rex, el último disco solista de Carlos El Indio Solari, ex cantante de Patricio Rey y los redonditos de ricota.
Como si hubiera que cocer la cuestión a fuego lento, la banda la emprendió después con la balada “Ramas Desnudas”, que la gente acompañó tranquila. Y eso pese a que se notaron, ya desde los primeros temas, problemas de sonido. Los Fundamentalistas del aire acondicionado sonaron mejor en el campo que en las plateas, donde el sonido fue muy bajo. Se escuchaba bien cuando El Indio cantaba, pero no se entendía nada cuando hablaba.
“Porco Rex” fue el tercer tema del concierto y el primero que levantó a público. De inmediato, El Indio hizo sonar el primer himno ricotero de la noche. Impresionante. “Me matan, Limón”, la canción homenaje al guardaespaldas de Pablo Escobar Gaviria, narco colombiano asesinado por el Bloque, una fuerza élite policial. “Me matan Limón Hijueputas, Limón! Por los techos viene el Bloque otra vez!”.
“Quiero verte Huir como un ladrón Al que nunca Pueden atrapar", como en un tobogán al revés, un tobogán que sube, que va para arriba, venciendo la ley de la gravedad, sonó “Rock para el Negro Atila”, de los Redondos. Y “Divina TV Fürer”: “Me estoy por ahogar, Me voy a pique glú-glú. Me está por hundir Mi fiel fantasma bu-búuuu!”.
Le siguió “Pabellón Séptimo”, un tema del primer disco solista de Solari, El tesoro de los inocentes. Y El Indio anunció que iba abrir las puertas del estadio para que pudieran entrar todos. Fue la constatación de que había algún problema con el sonido, porque la gente se miraba incrédula y preguntaba: “¿Qué dijo?”.
Tocó, luego: “Bebamos de las copas lindas”, un himno. Y otro, llamado “Y Mientras Tanto El Sol Se Muere”; balada de amor, que interpretó en el medio de la multitud un fanático con una bengala roja en la mano, meciéndose entre la gente, como el tipo de la canción: “Te voy a buscar En la oscuridad. Yo no sé si pueda Volver a encontrarte, amor”.
Antes del décimo tema, el Indio dijo algo así como que "la gola no está muy bien", como que necesitaba de las voces de su coro. Cantó “Martinis y tafiroles” y “Vuelo a Sydney”, dos de solista.
Tras once temas, la banda se tomó unos minutos y el público esperó tranquilo, como si estuviera satisfecho de la primera pequeña maratón propuesta y aceptara el descanso. “Este no es el mismo público que había con los Redondos”, explicó un fan a Diagonales. “El público de los Redondos no se iba a quedar callado ni ahí. Antes había más alcohol, más descontrol”, agregó.
La música volvió con “El tesoro de los inocentes”, una canción del primer solista, cuya leyenda dice que tiene estrofas del Indio para su hijo. Le siguió “Sopa de lagrimas (para el pibe delete)”. Y recién a esta altura del show el Indio hizo de front man. Le siguió “Te estás quedando sin balas de plata”. Y entonces sacó todo el oficio de cantante.
Y otra vez arrancó la seguidilla ricotera con “Ella debe estar tan linda”, un rock and roll ortodoxo, puro, tajante, que puso a la multitud a batir palmas. “Conduje toda la noche, reventando los cambios…”. Le siguió “Nadie Es Perfecto”… “Un tipo especial este Superboca, experto del re-mundo actual. Quiso ir a Nueva York (quiso ir a las series) quiso deslizar patés”. Y: “Voy a cuidar de mi amorcito”, El Indio deliró al público con “Ñam fri frufi fali fru” y puso el concierto en lo más alto.
Que siguiera la balada “To Beef or not to Beef”, no hizo bajar al público. Aunque de inmediato le siguió otro rock: “Por qué será que no me quiere Dios”, que terminó en un alto solo de guitarra. Y tuvo como invitado al baterista Martín Carrizo.
Y, para quienes lo habían olvidado. O para quienes esperaban impacientes, el Indio presentó a Andrés Calamaro. Juntos tocaron “Veneno impaciente”, “Esa estrella era mi lujo” y “El Salmón”. Las tres a dúo (ver aparte). El Indio dijo algo sobre los músicos populares, algo que el mal sonido impidió que se entendiera.
Siguieron “Tatuaje”, de Porco Rex y la tercera seguidilla ricotera de la noche. “Mariposa Pontiac-Rock del país” + “Un angel para tu soledad” + “Juguetes Perdidos”.
Cerca cerquita del final, siguieron “Flight 956” (Vuelo 956) y “Jijiji”. Fue el pogo más grande del mundo.

Lo del Indio con Calamaro fue “sólo un buen gesto”
… Y, para quienes lo habían olvidado. O para quienes esperaban impacientes, el Indio presentó a Andrés Calamaro. Juntos tocaron “Veneno impaciente”, “Esa estrella era mi lujo” y “El Salmón”. Las tres a dúo...
Solari pidió al público que se recibiera con cariño a su invitado. Ese que, se anunciaba, transformaría el recital en un hito en la historia del rock nacional: Calamaro iba a compartir escenario con Solari, algo que sólo había logrado Luca Prodán en la primera época de Los Redondos.
Además, Calamaro volvía a tocar en La Plata después de aquel famoso "qué linda noche para fumarse un porrito", que tantos dolores de cabeza le trajo.
Vestido de negro y con sombrero de cowboy, El Cantante fue muy bien recibido por el público, que lo ovacionó. Sin embargo, "Veneno impaciente", la canción que registraron juntos para Porco Rex, tuvo una tibia aceptación. La voz del invitado apenas se escuchó.
Se levantó el público desde el primera acorde de "Esa estrella era mi lujo", el tema de los Redondos: "No nos dimos nada, sólo un buen gesto", dice la letra. Calamaro se escuchaba menos que antes y sus gestos a los músicos de los Fundamentalistas resultaban exagerados, sobre todo para quienes veían todo el escenario, pero malescuchaban desde la platea.
“El salmón”, de Calamaro, sonó a full, tal como lo grabaron Los fundamentalistas… Hubo un momento que fue una bola de sonido informe. Pese a todo, el público festejó la canción, la coreó y hasta gran parte del césped hizo pogo.
Cuando terminaron las tres canciones, el dúo recibió un gran aplauso. Fue por cariño, por la historia del rock and roll.

La lista de temas
Pedía siempre temas en la radio, Ramas desnudas, Porco Rex (Solari-del disco Porco Rex), Me matan Limón, Rock para el negro Atila, Divina TV Führer (Redondos), Pabellón Séptimo (Solari-El tesoro de los inocentes), Bebamos de las copas lindas, Y mientras tanto el sol se muere, Martinis y tafiroles, Vuelo a Sidney (Porco Rex), El tesoro de los inocentes (El tesoro…), Sopa de letras , Te estás quedando sin balas de plata (Porco Rex), Ella debe estar tan linda, Nadie es perfecto y Ñam Fri Frufi Fali Fru (Redondos), To beef or not to beef (El tesoro…) Por qué será que no me quiere Dios y Veneno paciente (Porco Rex) Esa estrella era mi lujo (Redondos), El salmón (Andrés Calamaro), Tatuaje (Porco Rex) Mariposa Pontiac-Rock del País, Un ángel para tu soledad y Juguetes perdidos (Redondos), Flight 956 (Porco Rex) y Ji Ji Ji (Redondos).

22 de diciembre de 2008

Sobre el Indio

El joven periodismo platense dice:

El indio Solari: El Hombre
Por Federico Valenti
“Sólo los dioses y los muertos pueden parecer perfectos”
Las ideas de cambiar el mundo que nutrieron a toda una generación, supieron encontrar en el Indio Solari un vocero. Cuando el rock nacional comenzaba a ser redundante, y se ambicionaba una nueva cultura, apareció Solari. Solari era “El Hombre”.
El Hombre estaba al frente de un varieté más que atractivo, compuesto por toda clase de bohemios, borrachos, bailarinas semidesnudas, ciudadanos iracundos, y “jóvenes artistas”, muy entre comillas, autodenominados “los redonditos de ricota”. Por si esto fuera poco, el atractivo de El Hombre (nuestro hombre) se incrementaba con sus líricas perversamente ambiguas, en las que cuadraban perfectas todas nuestras ideas y sentimientos.
Su propósito: ordenar, traducir a través de sus letras, su experiencia con la droga, la nueva izquierda, la psicología, la calle y la vida en comunidad. El resultado: un lunfardo actualizado, una nueva clase de tango, trascendente a toda clase social, y un circo que con el correr del tiempo se fue profesionalizando y se convirtió en una banda. Patricio Rey y sus redonditos de Ricota, comenzó militando en el under, en pequeños círculos intelectuales, y llegó a convertirse en la banda más popular e importante del país. Aun más épica se torna la historia, si consideramos la independencia del grupo con respecto a las grandes compañías disqueras, los consecutivos estadios llenos y el fanatismo del argentino rockero promedio. (Joder, no por nada desde Madonna hasta Megadeth graban sus discos “en vivo” en nuestros pagos).
Desde su conjunto musical, El Hombre, se limitó a exponer su arte, evadiendo los flashes y a los medios de comunicación y casi no hubo más declaraciones que las vertidas en sus letras. Pero sus maniobras evasivas fueron en vano, pues llamaron la atención de todos e incrementaron los misterios en torno a su presencia.
Solari, El Hombre, hoy no puede salir de su casa. Habla regularmente con la prensa. Dice lo que piensa. Es solista, aunque se presente en banda. No le importa el que dirán. Toca con Calamaro. Descuida lo “progre”, lo “políticamente correcto” al hablar de temas como la inseguridad o sobre los ricoteros mismos. Sigue acertado, obsesivo, intelectual. Aprendió a grabar él mismo sus discos y hasta hace sus tapas. Lo que mas desea en el mundo es poder fumarse un cigarrillo sentado en la vereda, sin que nadie le hinche las pelotas.
De La revista de Hank

Indio en La Plata: de mística y fiesta
Por Damián García Toro
Parece haber una identificación indisoluble entre la ciudad de La Plata y Los Redondos (o alguno de sus componentes, en este caso el Indio Solari). Es así que su presencia genera un movimiento que involucra a varias generaciones en la expectativa de poder revivir el ritual ricotero aunque sea en forma parcial. Expectativa también avalada por un par de buenos álbumes en solitario, es cierto, pero de alguna forma la gran mayoría de aquellos que vayan este sábado al show, buscarán reencontrarse con la mística de antaño, esa que los convirtió en leyenda.
Seguramente sonarán algunos clásicos para delirio de los presentes, quizá aggiornados a los nuevos derroteros musicales del Sr. Solari, y con la ausencia de la inconfundible filosidad guitarrera de Skay, pero creo que a esta altura a la gente no parece importarle demasiado “quien toque”, sino “lo que se toque”. Vaya como prueba el furibundo éxito de los tributos ricoteros como Etiqueta Negra.
Pero a no confundirse amigos. Este sábado el 50% del núcleo creativo de Los Redondos aparecerá bajo las estrellas platenses y eso es garantía de fiesta. No en el sentido en que muchos lo han entendido en la última década y un poco más. No en el sentido de la bengala y el aguante. No de esa que habla de que somos iguales, los de arriba y los de debajo de las tablas. De la fiesta que hablo es la del oído. Poder disfrutar de esa voz que remite a otras voces, al fervor de otras ideas, al espíritu mismo de lo que siempre ha sido el rock, ese que arde desde hace tiempo y para siempre. Eso es lo que tendría que entenderse de una buena vez. Que la fiesta se derrame desde abajo de las luces hacia la gente y que ésta asuma su rol de partícipe necesario, no esencial. Quizá esto haya sido uno de los elementos angulares en la decisión del fin de Los Redondos. Que los que están abajo terminaran de asumir su rol. La banda, y en especial el Indio, nunca hicieron de su arte un acto de demagogia. Lamentablemente eso nunca fue entendido del todo por sus fieles seguidores.
Así que cuando este sábado, Indio y sus acompañantes hagan arder la ciudad, recuerden todos aquellos presentes, que tienen una oportunidad única de "disfrutar" de una verdadera fiesta. Solo les resta cumplir su parte. La otra… bueno, la otra está garantizada.
De la Revista Condición: Extraños

Los Platos rotos de la fiesta
Por Franco Ruiz
A través de su poética, Carlos Solari (el Indio) amplió las fronteras del canon, ingresando al rock, de empellón, personajes que por entonces eran considerados bajos. Aparecen así en el imaginario patricio "susanitas", "desagenlados", "dráculas", "groguis", "bestias"... Solari Recupera la contracultura hypster, y desde allí narra los underground años ochentas, en sintonía con intelectuales y bohemios de una Nueva Izquierda bien representada por revistas de la época como Cerdos & Peces. Ahí está el video-clip de "Masacre en el puticlub", con su lenguaje comiqueado, y esos antihéroes grotescos, nerviosos, desbocados, que terminan a las piñas por no saber qué hacer con tanta libertad, tras casi ocho años de dictadura militar. "Mi amor, la libertad es fiebre", explica el Indio, en "Blues de la libertad" (Luzbelito, 1996). Pero no sólo el contenido fue novedoso para el rock argentino, también lo fue el continente. En efecto, influenciado por las historietas del norteamericano Robert Crumb (autor de "Fritz the cat"), Solari comenzó a soltar en sus letras figuras onomatopéyicas, como: "Mi fiel fantasma (bú-bú)", o "Me voy a pique (glú-glú)". Solari no era cantante. Era un poeta que se había tomado muy en serio el oficio de escritor. Comenzó a cantar a pedido de sus amigos. "Cantaba baladas brasileras, pedorras...", recordó el primer monologuista del grupo, Sergio Martínez (Muferchus Filosoforum). Y agregó: "Nosotros le pedíamos que cante porque tenía una voz muy rara". En sus comienzos, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota tenía más que ver con un circo criollo que con una banda de rock. Allí estaban, entre otros, Edgardo Gaudini (El Doce), que repartía disfrazado de sultán los buñuelos de ricota y nuez, que según él "eran afrodisíacos"; Sergio Martínez (Muferchus Filosoforum), que festejaba, a través de sus monólogos ¡y en plena dictadura! el momento "democrático" que vivía el país; los primeros riffs de Eduardo Beilinson (Skay), de clara vertiente "hendrixiana"... y la poesía del Astronauta Italiano, claro. Allí hay que ubicar los orígenes de la bestia pop. Para poder funcionar como una banda de rock profesional, el Indio y Poli –que a diferencia de sus ex compañeros de grupo no habían nacido en familias aposentadas- echaron a los que no estaban dispuestos a trabajar por el éxito de Los Redondos. La respuesta de Muferchus, tras ser reemplazado por el filósofo Enrique Symn, fue: "El Indio debe estar abrazado a una heladera llena de salmón". Solari se molestó con las declaraciones de Muferchus, y hasta hoy que no se hablan, siendo que eran como hermanos. La preocupación del indio, a quien nunca le había sobrado el dinero -y sabía lo rápido que éste se va, y lo difícil que es conseguirlo- era "pagar el plato". Irónicamente, el grupo actual del ex bajista de Los Redondos, "Pepe" Fenton, se llama "Fenton y los Platos Rotos". Está claro, la pregunta era quién iba a pagar los platos rotos cuando la fiesta terminara. Y la fiesta terminó. Y Los Redondos se convirtieron en el grupo más exitosos de la Argentina.
Autor del blog Cortando Diagonales

17 de diciembre de 2008

Malos recuerdos

Fue a ver a los Redondos a Uruguay y a Santa Fé. Estuvo cuando tocaron en Mar del Plata y en la cancha de Racing. Desde el ´95 hasta el 2001 no se perdió un solo concierto. Si Patricio Rey y los Redonditos de Ricota tocaban en Jujuy, él ahorraba para el viaje y las extras. Pero algo pasó desde entonces. No fue la separación de la banda, ni los emprendimientos solistas del Indio Solari o Skay Belinson lo que lo alejaron de los recitales. Sin embargo, este fin de semana no irá al Estadio Ciudad de La Plata. Es porque le trae malos recuerdos. Y porque Solari “colabora con la gran perdición”. No está arrepentido, pero cambió su vida y hoy está “en otro canal”.
Si hubiera que buscar un fana platense de los Redondos seguro que él se anota entre los más seguidores de la historia de la banda. Gabriel Colo no puede ir al concierto: “me hacen mal algunos recuerdos. Me hace mal ver a los pibes ser devorados por la marginalidad. La última vez que el Indio vino a La Plata (en 2004) no pude terminar de ver el recital. Me fui antes de que terminara”, contó a NP.
“Los Redondos me hicieron muy bien y muy mal”, aclaró, pero los fantasmas que hoy quiere espantar le impiden disfrutar de los buenos recuerdos. “Como dice una letra, la industria de la diversión quebró. He visitado cárceles y no quiero que nada colabore para que haya tipos ahí dentro. Con lo delicado que está la sociedad y el mundo, no tenemos que dar motivos para que haya gente que se enferme. Y, en ese sentido, el Indio colabora con la gran perdición. No soy comisario de nada y no digo que no hay que escucharlo, sólo que yo ya no lo puedo hacer”, agregó.
A los 34 años, el fanático está en crisis. Y Colo ya no quiere saber nada con él: “Los recuerdos me pegan palos. Los Redondos eran demoníacos, sus recitales son recitales del demonio. He visto situaciones emparentadas con la autodestrucción del ser humano. Está claro que cuando no tocan los Redondos la gente se destruye individualmente, pero en los recitales se matan todos juntos. Me hace mal. No lo puedo ver. Yo quiero luchar para la vida, para el amanecer. Me pasó ahora”.
A Colo no sólo le gustaba la música, los riff de la guitarra de Belinson o las letras de Solari. Se sentía atraído también por el despliegue futbolero del público. “Me llamaba la atención ver juntas a las hinchadas de futbol. No les conozco la cara, pero a través de los trapos pude ver a las hinchadas de Gimnasia y Quilmes juntas en el estadio de Unión, en Santa Fe. O a la Guardia Imperial con la de Chacarita en la cancha de Racing”, describió.
La última vez que fue a un concierto fue en Córdoba. Sacó la entrada y viajó desde La Plata para ver lo que luego sería el último concierto en vivo de los Redondos, pero no llegó a entrar. Antes, ya se había sentido mal durante un concierto que los Redondos dieron en Uruguay en el 2000. “Me di cuenta que estaba en retirada. Para mi no era seguir a una banda de rock and roll, para mí era todo. Cuando hago algo voy a fondo”, advirtió.

- ¿Solari no descomprimió la situación al romper con la banda y tocar solo?
- Si, puede ser. Se cortó él. Incluso mejoró musicalmente, porque se armó como una selección y hace música de última tecnología y generación. Y también cambió la metodología de los shows. Ya no hay un pasillito de dos por dos por el que tenían que entrar todos, como ocurrió en el Patinódromo de Mar del Plata o en la cancha de Huracán, que pese a ser un estadio sólo tenía un pequeño acceso. El Indio se cortó y mejoró la calidad de la organización de sus conciertos. Y subió el precio de la entrada. Eso, por suerte, cortó muchas fieras. Además tiene más respeto por la gente, ahora invita a ir. Hace varios años atrás no se sabía si salías vivo de un concierto. El Indio no es lo mismo que los Redondos. Si llegaran a tocar los viejos Redondos, con las condiciones que imponían en su momento, esto sería Kosovo.

Colo recordó las tragedias relacionadas con los Redondos, aportó su experiencia de haber ido a todos los recitales “desde el 95 al 2001” y justificó: “era la manera de sentirme vivo. Pero era tanto el fanatismo y la ceguera que sólo vivía para eso. Ni quiero pensar los muchachos de los barrios mas pobres y qué es lo que buscan… la droga nos ha ganado por goleada… los Redondos fueron mi condena. Ya cumplí con esa condena hermosa y ahora estoy en otra etapa, intentando tener mi propia banda, que es mi familia. Quise ser el Indio y dejé de ser yo… Lo miraba y hasta cuando hablaba creía que veía a mi viejo, lo adoraba. En el Indio veía a mi viejo, aunque a él nunca lo veo y no sé qué quilombo armó en mi vida. Este fin de semana me quedo sin recital y no voy a saber para dónde arrancar, pero por lo menos tengo la certeza de que estoy en mi camino”.

12 de diciembre de 2008

Luna Nieto


"Ponete a hacer canciones", le decía su papá, cuando ella soñaba con otra cosa, con ser actriz tal vez, no sabía qué. Lo cierto es que él la llamaba y le pedía que se sentara a su lado y le daba consejos. "Lo más difícil es hacer una canción simple, hablar el mismo idioma que la gente. Y vos tenés eso", le decía.
Y también: "No podés darle la espalda a tu vocación. Vos naciste para ser cantante". El Chango Nieto murió el 31 de enero pasado, pero ya sabía que la menor de sus seis hijos iba a hacerle caso. Luna Nieto lo recordará hoy, cuando a las 21.30 suba al escenario de El Ayuntamiento (1 e/47 y 48) y por primera vez muestre en público las canciones que su papá ya conocía y admiraba.
Luna va a dos mil por hora. Es rubia, colorada. Y tiene enormes ojos celestes. Parece polaca. Es una aplanadora cuando habla, segura, sobre sus proyectos. Tiene 23 años. Llegó a la entrevista un poco tarde, vestida de negro de pies a cabeza, con ganas de contar su proyecto, pero negada a las fotos. "No quiero que se use la imagen de mi cuerpo, de mi cara, porque yo soy cantautora, tendría que haber venido con la guitarra", se lamentó. Y concedió luego una nueva reunión para una sesión fotográfica, que se realizó 24 horas después, en un estudio en el que aceptó tirarse sobre un sillón de dos cuerpos para una toma desde una escalera, pero siempre agarrada a la guitarra. Y se cubrió la cara con sus manos de uñas cortas, pintadas de rojo, como siempre, tatuadas la izquierda con la palabra VIVIR y la derecha con palabra AMAR, que son cosas que no puede dejar de hacer, que si se olvida, dice, "se muere". Como antes, se puso un vestido negro, pero cruzado por franjas violeta, amarillo y verde.
"Con mi papá toqué muchas veces. Y la semana pasada toqué con mi hermana (la folclorista Carla Nieto), pero ahora voy a tocar seis canciones sola, con mi guitarra", contó. Cinco de esos temas son de su autoría y la sexta es un cover de Cole Porter, de los años 20, con letra en castellano. Hoy, además, tocará otras cinco canciones con su banda.
"¿Va a venir a verme?", le preguntó al cajero del bar en donde se hizo la entrevista. "Es imposible que no le guste porque canto con el corazón", le dijo. Poco después, durante la nota, aclaró: "Lo que es auténtico, tarde o temprano es exitoso. No famoso, sino exitoso. Eso decía mi papá. Y decía que el verdadero artista es igual arriba del escenario y abajo".
EN EL NOMBRE DEL PADRE. Luna tiene dos canciones compuestas junto al Chango. Permanecen inéditas porque él no tuvo tiempo para registrarlas, pero ella ya les guardó un lugar. Una será grabada por su hermana Carla. Y la otra estará en su primer disco, que será editado el año que viene. "Cuando mi papá me llamó para que le ponga la letra me dijo que yo tenía un vocabulario simple y profundo que me iba a permitir conectarme con la gente", contó. Y afirmó que él fue su primer fan. "Me decía que ya tenía el hit, que es una canción que se llama 'Y'. Me decía que ya tenía buenas canciones. 'Si una canción es buena con la criolla es porque es buena', me decía".
Fue El Chango el que le insistió una y mil veces para que se largara sola. Incluso, le dijo que dejara de estudiar canto. "Los que me conocen de chiquita se sorprenden por mi voz, que sale de acá", afirmó tocándose la boca del estómago. "De lo más profundo", agregó.
Luna estudió canto durante tres meses, pero no se podía conectar con la canción. Hacía todo bien, pero le faltaba el alma. Estaba yendo bien, pero para cualquier lado. En aquel momento surgió, incluso, la posibilidad de hacer un disco, pero el productor la quería llevar al pop. A una de sus canciones, le cambió un acorde. Cuando El Chango la escuchó puso el grito en el cielo. Luna no volvió a estudiar canto ni a ver a su productor. En su lugar, comenzó a ir a una fonoaudióloga. "¡Aprendí a respirar con el diafragma y listo!", explicó.
–¿De qué hablan tus canciones?
–De lo que siento, de mis cambios en el estado de ánimo. Pero, la verdad, yo pienso que no importa de qué hablan las canciones. Lo que importa es la sensación que provocan. Y si te permiten conectarte con la esencia de la canción. No hay nada si hay una gran melodía sin letra, ni si hay una gran letra sin melodía.
–¿Y cuál es el estilo?
–Yo le puse un nombre. Son una fusión involuntaria, porque no están pensadas, como escucho hoy que se juntan para hacer rock con folk o rock con tango. Yo lo hice sin pensar. Si escuchás un tema podés decir que es melódico o rock, pero cuando escuchás los doce ya no podés decir nada. Es una fusión involuntaria.
Luna es discípula de su papá. Nunca escuchó jazz, ni blues, aunque algunas de sus composiciones suenen exactamente a eso. "Soy aficionada, nunca estudié música", explicó. Y aseguró que tal vez por eso prefiera no meterse con el folclore. "Tal vez cuando sea más grande, porque me gusta, pero no es para cualquiera", aseguró.
Su debut iba a ocurrir en Buenos Aires, pero el dueño de El Ayuntamiento la escuchó, le gustó y se ofreció para producirle la fecha. Hasta esperó que ella armara su banda. El novio de su hermana Mariela, el percusionista Diego Alba, le armó el grupo. Ensayaron un mes y medio para la presentación en vivo.
"En algún momento pensamos que podíamos hacer los doce temas con la banda, pero luego entendí que había algunas canciones que debía tocar sola con la guitarra. Son canciones lentas, en las que tiene que escucharse el silencio de la canción. Porque al silencio no hay que taparlo, hay que mostrarlo", describió.
"No sé si yo tendría que haber sido cantante –le decía El Chango–, pero vos naciste para serlo. Sos hija mía para aprender". Luna no pudo antes, pero ya no piensa quedarse en el tintero, esperando. Y debuta en La Plata, haciéndole honor a su papá.

Recuadros afuera
Un padre
Carlos Alberto “El Chango” Nieto nació en Salta en 1943, pero fue en La Plata donde lo descubrió Hernán Figueroa Reyes, quien después de escucharlo le propuso grabar su primer disco. Había llegado a la capital bonaerense a estudiar y cantaba en las peñas folklóricas, que estaban en su apogeo. Tocaba el bombo legüero y componía folclore melódico, estilo del que fue uno de los máximos exponentes.
En La Plata conoció a quien sería su esposa Nélida y madre de sus 6 hijos, Carla, Hernán, Natalia, Rodrigo, Mariela y Luna.
Dice la historia familiar que ella se iba de una peña, ya estaba de espaldas al escenario, camino a la salida, cuando lo escuchó cantar. Y se quedó prendida de la voz. “Dice que al principio mi papá no era lindo, sino que con el tiempo se puso lindo”, contó Luna, divertida con la ocurrencia de su mamá.
El Chango falleció en La Plata el 31 de enero pasado, víctima de una enfermedad terminal. Tenía 63 años.

La banda
Luna toca con Hety Merlini en batería, Diego Alba en percusión, Nico Cerdá en bajo y Rodo Wader en guitarra.

Foto: Alberto Direnzo

11 de diciembre de 2008

Eternos caminantes


Decididos a "engomar el mundo de ilusiones con coches y golosinas y multitudes", y dispuestos a mostrar "los talentos que se tienen por dentro", los integrantes del taller El Cisne del Arte de la Casa de Pre Alta del Hospital Alejandro Korn presentan hoy el segundo número de Eternos Caminantes, la revista que produjeron en sociedad con alumnos y docentes de Diseño Activo, de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata. Los talleristas, coordinados por la artista platense Laura Lago, presentan su revista a las 15 en la sede de la Casa, en 56 entre 9 y 10.
Eternos Caminantes resume las actividades a las que se dedicaron los talleristas durante el año: "La escritura, el dibujo, el collage y la pintura. Además, narra el proceso de elaboración de la marca del taller El Cisne del Arte y otros trabajos que propusieron desde la cátedra de Diseño Activo, relacionados con la identidad de los alumnos", describió Lago a Diagonales.
Formada en el teatro platense y a punto de recibirse como coordinadora de técnicas psicodramáticas y corporales en salud mental en el Instituto de Neurociencias de Buenos Aires (INEBA), y como profesora de juegos dramáticos en la Universidad del Centro (Unicen), en Tandil, la artista creó los talleres de la Casa de Pre Alta en agosto de 2006, luego de trabajar cinco años en el Hospital Neuropsiquiátrico Domingo Taraborelli, en Necochea.
–¿Qué particularidad tienen los talleres, teniendo en cuenta que los alumnos son pacientes de un hospital neuropsiquiátrico?
–Aunque no se descarta si el interesado lo propone, nuestros talleres no buscan la formación de artistas, más bien se piensa el lenguaje y el mundo del arte como un universo de recursos y contenidos del que pueda valerse una persona con sufrimiento psicofísico a la hora de expresarse, para vivir en armonía con su entorno y hacerse valer como sujeto de sus intereses. Por supuesto, también para que aquellos que se piensan como artistas puedan desarrollarse aún más. En los casos en que el arrasamiento subjetivo es muy fuerte, la apuesta del taller y la mía en particular es propiciar un terreno fértil para el nacimiento de algún tipo de interés, inclinación, ansias. Muchas personas llegan al taller sin saber con qué se van a encontrar.
–¿Cómo nació la revista?
–La revista nació por iniciativa de los propios talleristas, a partir de otras experiencias en las que habían visto materializado algún tipo de publicación. Este segundo número fue producido junto a alumnos y docentes de Bellas Artes, y arrancó de un encuentro con Sara Guitelman, adjunta del Taller C/Filpe de la carrera de Diseño y Comunicación Visual, a quien conocimos durante la muestra de fin de año 2007 que se hizo en el Centro Cultural Islas Malvinas. Ellos nos aportaron la gráfica del taller de arte, la creación de los afiches, el logo y el diseño de la revista. Y juntos creamos la marca El Cisne del Arte en un trabajo que realizamos en el taller de letras. Además, desarrollamos otros trabajos relacionados con la identidad de los alumnos.
–Por ejemplo...
–Trabajamos sobre el espacio que cada uno consideraba su casa. Fue interesante porque no se planteó el objeto casa, sino la función casa, ese lugar singular que cada uno reconoce íntimamente como su hogar, su refugio, su hábitat. Es importante esta mirada acerca de la función, dado que en este taller hay personas que viven en el Centro de Rehabilitación o en la Sala Ingenieros, dos espacios intra hospitalarios, o en pensiones o casa alquiladas. Y sin embargo, el "sentimiento casa" estaba presente en todos: un rincón, un sector del hospital a determinada hora, el taller mismo. La cuestión de "sentirnos en casa" nos atraviesa a todos.
–¿Hay proyectos para desarrollar otros objetos además de la revista?
–Este año mostraremos una selección de obras del taller de plástica acompañando la presentación de la revista. El año que viene, la intención es seguir trabajando con Diseño Activo y desde los talleres producir la publicación de un libro de poemas de un alumno que ya escribía, Daniel Degol; un libro tipo antología, de varios autores; una muestra plástica mas extensa, y la posibilidad de crear un taller de teatro y expresión corporal itinerante, que vaya girando por distintos lugares culturales de la ciudad.

8 de diciembre de 2008

Marcha Carnavalera


“Dicen que estamos locos de la cabeza, prefiero tener locura y no tristeza”, cantó la murga. “¡Daaaaaaale cheeeee!” arengó uno. “¡Vaaaamos!” apoyó otro: “llegó el Pulgón, llegó el Pulgón”, se presentó la comparsa. Traficantes de utopías, poseídos por Momo, coparon las plazas del centro de La Plata. Fue durante una marcha para pedir por un estado de alegría, para que los corsos recuperen para todos el feriado del carnaval.
Hay quien dice que llegaron a juntarse, silbando bajito, unas 80 murgas de la región, Capital y el Gran Buenos Aires. El encuentro fue organizado en Plaza San Martín para las 17, cuando estallaron los tambores. Y movilizó a los murgueros por la avenida 51 hasta la plaza Moreno.
Rojos de pies a cabeza Los diablitos de San Carlos II, de Moreno; violeta, verde y celeste Los prisioneros del delirio, de Sarandí. Violeta, blanco y amarillo Los lunáticos del arrabal, de Villa Pueyrredón. Verde y verde (otro verde, claro) el centro y murga La Pachorra, de Berazategui.
Pero La Plata estuvo ayer teñida de todos colores. Y los vecinos aprovecharon para ver el desfile de murgas. Y ver a las comparsas bailar al ritmo de bombos, platillos y alguna que otra trompeta.
–¿La municipalidad les otorgará algún premio?, preguntó la señora.
–No. Nada señora. Nada.
Tanto esfuerzo murgueril es para pedir el regreso del carnaval. Y parece que podría ser una verdadera fiesta. La marcha, por lo pronto, encandiló a los platenses que andaban por el centro, testigos involuntarios de la movilización. Los vecinos que se enteraban del asunto se acomodaban sobre la calle 51, sentados en el cordón los improvisados, sobre sillas plegables o banquitos de plástico los que andan dispuestos a festejar el domingo cueste lo que cueste, con el mate listo y agua caliente en el termo.
Un pibe con un cartel: "Basta de represión en las plazas". Un enmascarado en zancos, tirando espuma. Y chicos, muchos chicos, enfundados en trajes con lentejuelas, identitarios. Bolsas de papel picado tiraban los murgueros al cielo. Y al espacio lo tornaban todavía más multicolor, algo que apenas un segundo antes parecía imposible.

Foto: Eva Cabrera

7 de diciembre de 2008

En el nombre del padre


"A mi papá lo chupan un viernes por la noche en Olavarría. Llovía. Él volvía de la cochera de la vuelta de su estudio jurídico cuando lo levantan, el 29 de abril de 1977. Ese mismo día lo llevan a Tandil, al Centro Clandestino de Detención (CCD) de los hermanos Méndez, dos civiles que prestaron una quinta a las Fuerzas Armadas. El 3 de mayo se escapa y lo matan. Llega a una casa vecina en cuero y deshidratado, con las marcas de la tortura en su cuerpo... Las marcas de la picana ¿no?... Ahí lo ven un hombre y su hija. Pero atrás de él llega una camioneta del Ejército. Él corre, pero le disparan… La bala que lo mata entra por el pecho, de frente, de arriba hacia abajo. Se supone que lo alcanzan, lo hacen arrodillar y lo fusilan". El que habla es Matías Moreno y el hablado es su papá Carlos Alberto Moreno. El que habla es un sociólogo platense y el hablado es un abogado laboralista. El que habla es el director de la película "La sonrisa del negro. Cemento y dictadura en Olavarría", que podrá verse hoy, a las 19, en la Comisión Provincial por la Memoria, en 54 entre 4 y 5. Y el hablado es el protagonista de la película, el negro Carlos Alberto Moreno, amigo, vecino, hermano, marido y militante de la Juventud Peronista. El padre asesinado por la dictadura militar por defender a los trabajadores.
Matías nació el 30 de julio de 1975 y a los pocos días ya vivía en Olavarría. Su mamá, la platense Susana Lofeudo, trabajaba como maestra y su papá, recién egresado de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), hacía sus primeros pasos como abogado laboralista de la Asociación de Obreros Mineros Argentinos (AOMA), porque, como dijo cuando le ofrecieron representar los intereses de una empresa local, su opción era por los trabajadores.
Carlos Alberto Moreno fue secuestrado en Olavarría y trasladado al centro clandestino de detención "la Quinta de Méndez", en Tandil. Cuatro días después, el 3 de mayo, murió fusilado en un intento de fuga. Matías y su mamá, que estaba embarazada, volvieron a La Plata, donde se quedaron a vivir. Y en el pueblo quedó la familia paterna.
- ¿Cómo se te ocurrió filmar el documental?
- Fue por casualidad. Cada vez que iba a Olavarría a visitar a la familia de mi viejo me encontraba con alguien que lo había conocido. Con el tiempo me fui dando cuenta que algunos de los que me contaban las historias de mi papá se iban y ya no volvía a verlos. Entonces, se me ocurrió registrar lo que me contaban en un formato audiovisual. Y con mi novia comenzamos a filmar las conversaciones. Yo sabía cómo había muerto mi papá. No sabía cómo había vivido. Cómo había sido su infancia y su adolescencia.

El material que Matías logró reunir junto a Virginia Russell –su pareja y la mamá de su primer hijo, Pedro Facundo-, los entusiasmo. Y entonces llamaron a un amigo estudiante de cine que los ayudó a montar las entrevistas y organizar el material para que pudieran completar una película documental no profesional, que en su estreno en Olavarría fue vista por más de 350 personas.
A partir de los testimonios, el trío trabajó para reconstruir la historia de vida y militancia de Carlos Alberto, enmarcado en el contexto socioeconómico de la época y su lugar, Olavarría, para tratar de explicar porqué desapareció.
Licenciado en Sociología, Matías cree que su documental "no habla sobre la muerte, sino que cuenta qué hacían, cómo vivían, qué pensaban y porqué militaban mi viejo y los tipos de su generación. Mi papá era un tipo común y corriente que fue consecuente con su historia de vida. Luchó por un país mejor y estuvo dispuesto a dar la vida por ese proyecto de país".



RECUADRO
Causa judicial
Hay cinco imputados por el homicidio del Carlos Alberto Moreno. Los coroneles retirados Julio Alberto Tommasi y Roque Italo Pappalardo cumplen prisión domiciliaria porque tienen más de 70 años. El suboficial mayor retirado José Luis Ojeda es uno de los militares presos en el penal Marcos Paz. Además, la justicia tiene apuntados a los hermanos Julio y Emilio Méndez, dos civiles acusados como partícipes secundarios, pues se los señala como los dueños de la casa en la que funcionó el centro clandestino de detención conocido como "la Quinta de Méndez" durante la dictadura.
El juicio, que está en etapa de instrucción, se desarrollará en Mar del Plata durante el año que viene.
De todos los imputados, Julio Méndez tuvo su minuto de fama este año, cuando en un reportaje realizado al presidente de Federación Agraria (FA) de Entre Ríos, Alfredo De Angeli, apareció en cámara.
Supuestamente dedicado ahora a la producción agropecuaria, participó activamente de las protesta por la derogación de la 125, tanto en Tandil como en Rosario, Gualeguaychú y Palermo.
Además de los responsables materiales de la muerte de su papá, Matías aspira a llegar a saber quiénes fueron los autores intelectuales. Y apunta en la dirección señalada por el subtítulo de su película: "Cemento y dictadura en Olavarría".
"Queremos ir por los autores intelectuales del homicidio. Y entre los sospechosos están los gerentes de Loma Negra de aquella época y Amalita Fortabat, por ser la dueña. A mi papá lo mataron por defender los derechos de los trabajadores", aseguró Matías.

1 de diciembre de 2008

Puto

Un amigo llevó a otro y cuando quisieron acordar eran una banda a la mesa. Todo permitido menos hablar de política, bromeó uno. Ni de fútbol, exageró otro. Entre los amigos había un músico platense nacido en Benito Juárez. Y también un periodista platense nacido en Azul. Y podría haber habido un arquitecto platense nacido en Olavarría. O un abogado platense nacido en Trenque Lauquén. Y también había algún que otro Nacido Y Criado (NYC) 100% platense.
Tal vez por el desencanto de los emigrados, los adoptados por La Plata por obligación, porque se quedan, porque no se vuelven a sus pueblos -como bromeaba un NYC-, se puso en debate cuál es la peor ciudad de la Argentina.
Hubo votos para un puerto con base naval y una ciudad que se informa con un diario de la curia, por el lado de la provincia de Buenos Aires. Y sospechas sobre todas las capitales del noroeste. Algunos observaron entonces los nombres de sus pueblos natales.
El de Rauch se quejó por el nombre de su ciudad, que homenajea al coronel prusiano contratado por el presidente Bernardino Rivadavia para eliminar a los indios ranqueles de las llanuras pampeanas. Y el de Villegas recordó el revuelo que armó don Osvaldo Bayer cuando propuso cambiar el nombre del general contratado para matar al cacique Pincén por el del escritor Manuel Puig. Contó que hasta el intendente se volvió loco y lo fue a ver a Don Osvaldo al hotel, apenas se enteró de la propuesta:
- Qué me hizo Don Osvaldo-, se quejó el intendente.
- ¿Por qué?-, preguntó, no tan inocente, el escritor.
- Justo proponer Manuel Puig.
- Es un gran escritor. Es muy difícil que vuelvan a tener otro como él.
- Y… pero usted sabe…
Lo que debía saber Don Osvaldo y no quería atinar a entender, aunque lo entendía perfectamente, era que para el intendente era peor que el pueblo llevara el nombre de un genocida, de un mercenario, al de un puto, por más genial escritor que fuera.